Fantasmagoría

FANTASMAGORÍA​

Soy miedosa, me asustan las historias de espantajos y quimeras, resurgidas de las mentes más horrendas, sin embargo, ella no lo hacía. Cada vez que me reflejaba en el enorme espejo nivelado que adornaba la pared, una niña aparecía frente a mí. Un fantasma, pensaran ustedes quizá, pero no lo sé... un fantasma, una aparición o mi simple y pura imaginación. En verdad, podía verla al igual que mi reflejo en el interior de aquel cristal. Irradiaba una tristeza en su mirada, que desaparecía con el vaho de mi baño caliente que tomaba a diario. Era entonces, cuando con sus dedos de hielo escribía su nombre en el borde del espejo, Amaranta. Y así la llamaba desde mi lado extraño del cristal, Amaranta, pero ella, de sellados labios jacintinos no me respondía. Tan solo en mi reflejo, era capaz de tocar aquel eco en el espejo, empañado por la imagen que atrapaba a la pequeña. Su pelo liso y oscuro como la tinta cual escribo, no se movía ni un ápice, inmóvil, reposado, tan sereno como ella. Solo una lágrima cristalina de emoción, recorría su cara cada vez que mi visita vaciaba su soledad. La muchacha a la cual forjé una estima, escudriñaba mis ojos ofreciéndome amistad que yo compartía encantada.

Al recordar mi infancia, cuando de pequeña mi madre me tarareaba inolvidables cantinelas, las desempolvaba del olvido, entonándolas a aquella niña que me hacía sentir feliz. Mas una vez, una sonrisa emergió en su cara y mi ternura fue tal, que quise besar su adorable mejilla dibujada en el espejo. Acercándome pues a su filo, aproximé mi rostro al suyo con los labios del cariño. Sus manos diminutas tan inocentes como yo, tan temblorosas que semejaban debilidad... ¡Se transformaron en tizones ardientes que intentaron atraparme sobresaliendo del espejo! Con el reflejo de una liebre, procuré un paso atrás evitando que aquella criatura de ascuas rojizas me alcanzara. Su mirada, capaz ahora de procurar pesadillas al mortal más salvaje de la tierra, me desafiaba con malicia turbadora, y sin pronunciar una sola palabra continuó inmóvil, reposada, observándome a los ojos. Rompí el espejo quebrándolo en tres trozos, que al tocar el suelo partieron en cientos de pedazos brillantes, y con ellos, también la imagen de esa joven engañosa. Después de aquello, y pasados dos meses, cuando peino mis cabellos utilizo la prudencia, jamás me acerco a seis pasos de un espejo.


“Cuentista” 2015

 

Fabuloso, Cuentista. No había tenido la oportunidad de leer vuestras prosas. Tenéis habilidad, y lo más importante y de lo cual algunos carecemos, creatividad.

Me ha gustado la estructura, que aunque breve, ha sido muy bien definida. Atrapante.

Gracias por permitirnos leerle, lykke til.

 

Hola Naark, agradecido por la visita a mi prosa. Un placer que te agrade.
Recibe los saludos de Cuentista.