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El árbol y el leñador

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por xantos123, 14 de Abril de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 4471

  1. xantos123

    xantos123 Poeta recién llegado

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    El amanecer que despierta los adormecidos sentidos que atesoran los seres vivos ilumina el nuevo día, la luz solar que recorre la fronda y acaricia los porfiados arbustos que rodean el tranquilo lugar, el silencio que interrumpen los trinos agudos de las primeras aves que saludan a la mañana, el olor dulzón de los aromas de mil flores que se abren con su colores chillones, el agradable y merecido remanso de paz que abraza al formidable roble que observa soñador su pequeño reino.


    ¿Cuántos, cuántos años incontables ya han transcurrido desde que siendo un retoño asomó a la resplandeciente luz de la vida?, se pregunta el ya centenario árbol.

    La verde frescura del reducido bosque lo rodea amorosa ocultando su presencia a todos los extraños que ahora recorren los olvidados senderos. Aunque el árbol, que ha vivido una larga vida, no teme a aquellos extraños, a pesar que los rumores que recorren la floresta hablan de barbarie y muerte allá por donde pasan. Son rumores absurdos se dice el anciano, no hay peligro ninguno, se exagera.


    Los extraños traerán la muerte murmuran las ardillas mientras corretean entre sus ramas, son el mal que ha destruido a tus congéneres y a los nuestros, todos los que son sensatos los rehuyen y escapan una vez perciben sus alargadas formas, huye con nosotras viejo roble, huye ahora que puedes hacerlo o lo lamentarás eternamente.


    Los pequeños roedores son sólo frágiles criaturas, miedosas y estúpidas, huyen de su misma sombra. No temáis yo estoy aquí y seguiré aquí cuando los extraños se hayan ido, quedaos conmigo, os protegeré, entre mis ramas estaréis a salvo, no temáis.


    Mas las veloces ardillas ya no escuchan, rápidas como el viento se alejan buscando otro lugar al que poder llamar hogar. Son sus palabras las que se oyen en la lejanía: pobre viejo, pobre viejo.... lamentarás tus palabras, las lamentarás, lloraremos tu pérdida viejo loco.


    El poderoso árbol siente como sus ramas desnudas carecen de vida, ahora el silencio acompaña sus días mientras espera y recuerda a sus viejas amigas. Ahora, solitario se pregunta si debería haber seguido su consejo, pero ya es tarde se dice.


    El pequeño bosque ya no es el mismo, la vida parece escapar lentamente del lugar, cada vez es más y más notorio el silencio que se va instalando, el anciano roble que una vez estuvo seguro de su valor y su fuerza, ya no se siente tan seguro y el temor empieza a hacer mella en su robusta fortaleza.


    El tiempo pasa....


    Un nuevo día amanece, lleno de silencio y tristeza el orgulloso roble que despierta con las primeras caricias del astro rey, estira sus ramas deseoso de probar el calor diurno y alejar el sopor que acompaña a la noche. Una gran tristeza se dibuja entre sus mustias hojas, ahora enfermizas y sin fuerzas. Los años han pasado y los extraños se han hecho dueños del lugar. El viejo roble ha sido testigo de ese largo y terrible proceso, pocos de sus parientes han sobrevivido a él. Del otrora pequeño y salvaje bosque, ahora sólo queda un desolado páramo de árboles escuálidos y enfermos, rodeados de una alfombra verde artificial y manojos de flores extrañas que dan apariencia de vida al cementerio.


    El centenario roble divaga y sueña con épocas pasadas mientras contempla con desolación su antiguo reino, la familiaridad que antaño existía se ha desvanecido y ahora solo busca a aquellos que le recuerdan la época dorada de su madurez. Es un viejo testarudo que no da sus ramas a torcer, ha visto y ha sentido el dolor, pero sabe que los años pasan y que con ellos llegan los cambios para bien o para mal. De todas formas el anciano se resiste a ver la realidad que le rodea y piensa con ilusión que el futuro le devolverá con creces todo lo perdido.


    Ah, pero se equivoca, pues este día un extraño se acerca a él y lo estudia con detenimiento, examinando su grosor, su altura, su posible edad. Observa con atención, sobre todo el color enfermizo que presentan sus pequeñas hojas mustias y las quebradizas ramas secas que se ven asomar. Luego, menea la cabeza y recoge algo del suelo, algo pesado, algo que el venerable árbol ha visto esgrimir mil veces ya contra los de su especie, algo que ha dado muerte a muchos de sus antiguos parientes y amigos.


    Un temblor, un estremecimiento involuntario recorre al pobre anciano desde las más profundas y arraigadas raíces hasta la punta de las ramas más altas de su copa. Un miedo nunca admitido pero siempre presente aflora ahora, mientras el temblor se acentúa en todo su ser. Él ha sentido a los suyos sufrir y morir a manos de ese horroroso instrumento de destrucción y ahora es su momento. El terror más frío y cortante se adentra profundamente en su ser, ha rehuido ese instante tantas veces que piensa que es algo irreal, una pesadilla sin sentido, pero en el fondo sabe que está condenado como todos aquellos que cayeron bajo la abominable hacha antes que él.


    Se hace el silencio...


    El extraño empuña ahora una magnifica hacha de mango de madera de roble, oscura y lisa, con muescas que marcan su superficie ya vieja, con una enorme hoja de pulido y cortante acero, veterano en más de mil batallas. El frío acero refleja como un frágil espejo los últimos rayos solares del día mientras el intruso pasa la piedra por los bordes menos afilados, en silencio, en absoluto silencio. Luego, se apresta, agarra el mango con fuerza y lo balancea probando su fuerza, se pone en posición y levanta el hacha que descargará el golpe inmisericorde que cortará en seco una vida que ha durado más de trescientos años... el silencio... el ligero roce de una ramas... el temblor... la brisa que se despide... el anciano que tiembla... el miedo.... el hacha que cae ... el dolor... y la ira, la ira que asciende imparable... otro golpe del hacha.... una nueva herida que desata la venganza...


    Nadie sabe qué fue de aquel árbol, el roble centenario que ocupaba uno de los laterales de los jardines del Parque Municipal de San Carlos. Un ejemplar magnífico que era admirado por los paseantes y los curiosos por su soberbia y serena belleza, una joya entre los demás árboles, nadie sabía desde cuando estaba allí, existía antes incluso de que la primera casa de la Avenida de las Magdalenas se hubiera construido. Cuando se extendió la noticia nadie daba crédito, muchos protestaron y reclamaron otra solución, pero en vano. Las autoridades afirmaban que el viejo roble estaba muriendo, que estaba medio podrido por dentro, que si no se tomaban medidas algún día podría caer sobre algún viandante. ¡Mentiras, decían otros, sois vosotros los que lo estáis matando, habéis maltratado todo el bosque, usado pesticidas, contaminado el terreno y las fuentes naturales que lo alimentaban, él está vivo, es más antiguo que todos vosotros y si lo dejarais en paz os sobreviviría a todos!. Sólo palabras, palabras que nadie escuchaba.


    Luego...


    Encontraron al leñador tirado en el suelo, con todos los huesos de su cuerpo rotos, hechos trizas como afirmaron los médicos, arrojado como un sucio y viejo muñeco de trapo al contenedor de basura. Apenas era reconocible, sólo el mono de trabajo lo identificaba. Su cuerpo surcado por mil y una heridas lacerantes, sangrantes, horripilantes, se hallaba aplastado contra el duro suelo como si una apisonadora le hubiera pasado por encima. El hacha descansaba a unos metros del cuerpo, inmóvil, silenciosa, esperando...


    El horror y la conmoción se extendieron por la villa cuando se conoció que el enorme roble centenario había desaparecido y que en el lugar que ocupara en el parque sólo quedaba tierra removida y un cadáver que se descomponía al sol, aquel extraño, el leñador.
     
    #1

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