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Cuentos de Mariposa III: Mutación

Tema en 'Prosa: Ocultos, Góticos o misteriosos' comenzado por Nada Vratovic, 29 de Mayo de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 644

  1. Nada Vratovic

    Nada Vratovic Poeta recién llegado

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    Mujer
    (ADVERTENCIA: Lenguaje soez)

    Finalmente ocurrió lo que me temía. Erik se dejó devorar poco a poco durante sus viajes astrales. Los tomó de nuevo como una droga, y su alma quedó dividida en cientos de fragmentos a través de los cuales se filtraba la oscuridad primigenia del mundo incorpóreo.
    Dejé de hacer los rituales que lo llamaban a mí. Su voz empezó a repugnarme incluso cuando no hablaba, y el recuerdo de su tacto se me hacía insoportable. Me avergonzaba terriblemente el haberle dejado hundirse en mí tantas veces, el haberlo disfrutado. Mis propios gemidos retumbaban en mis sienes como cicatrices. Me había corrido en incontables ocasiones con él, con su miembro, sus manos, en su lengua hambrienta. Pero la persona que era, ese príncipe embrujado al que había rescatado y que me miraba con devoción y gratitud, el santo, había sido infectado por la locura que, sin saberlo, había estado siempre incrustada en alguna parte de su materia gris.
    Se convirtió en un duende alérgico a la luz. Todo su aspecto quedó desfigurado, sus ojos eran islas demenciales que se clavaban en todas partes con afán de tocar algún órgano vital. Lengua de serpiente, sólo escupía demencias. Pero, aún así, abandonarle me parecía cruel. No quería ser como su ex novia, la bruja que le había abandonado en ese ataúd de pastillas y espectros. Yo, que lo había sacado de allí, ¿que derecho tenía a devolverle a semejante estado?
    Me sentaba en un rincón de la habitación a leer sus mensajes. Me suplicaba verme, y a la vez, me llamaba puta. Juraba amarme mientras se sacudía el pene con furia, de manera compulsiva.
    «Te necesito. Vuelve. Enciende velas para mí».
    Una noche arrojé el móvil sobre la cama. Me vestí rápidamente: unos vaqueros viejos, una sudadera que me iba grande, las deportivas más cómodas. Me recogí el pelo en una cola alta, guardé lo indispensable en una mochila y salí a vagar sin dirección. Sólo quería alejarme todo lo posible de aquel cuarto profanado. Dado que había invocado a Erik varias veces allí, cabía la posibilidad de que encontrase la forma de llegar hasta mí sin necesidad de rituales. Cuando la luna estaba ciega, él se hacía más fuerte, igual que los demonios. Estaba demasiado agotada para enfrentarme a él.
    Huí. Y sabía que eso lo enloquecería aún más. Pero, ingenuamente, aún albergaba cierta esperanza de que su mutación fuese reversible.
     
    #1

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