Liralia

Liralia


I

Animado por la luz celeste que gocé de tus miradas, he puesto a mi mano a pincelar para ti, el cuadro juvenil de las horas de nácar que pasaron por la acera de nuestros corazones dejando sus primeros perfumes de inquietud.

¿Cómo trazar sobre el tapiz la línea imaginaria del punto de partida?. ¡Con qué tintura fina contrastar el óleo de tu piel tersa y fragante?. De veras no lo sé, aunque empiezo por decir para mi ego: debió ser un sábado, hijo de Saturno, inspirador del arte y príncipe de la fantasía que me llevó a este hecho en las doradas faldas del estío, en el catre carbonado de la noche, en el insomnio encarrujado de la luna que transcurrió diminuta persiguiendo a la aurora, mientras las aves y las ranas murmuraban la humedad del bosque.

Es así como tomo por asalto el perfil de tu voz diáfana y sensual, tu silueta trigueña y floreciente como un haz de suerte, y tu nombre María, laureado y sempiterno como las constelaciones bóreas. Tú, nombrada así desde el triunfal arribo a este puerto diminuto y natural llamado La Liralia. Tú, nombrada así desde la infancia de mi pluma y desde la edad pueril de los bosques de sándalo que circuyen la campiña adscrita de mi casa. Tú, la encantadora musa de mi juventud y el retrato de la hora feliz que nos marca la vida.

Tú, muchachita de nítido uniforme de plisados rojos y nevada blusa, enamorada de la ciencia a cuyo tiempo incluiste en el pénsum de tu estudio una nueva asignatura no rígida ni abstracta, ni esquemática ni fría como la física o la química: era la asignatura del Amor en cuyo cuaderno empastado de misterio, llevabas los apuntes que dictan los latidos del joven corazón. Digo misterio porque no se conoce con exactitud cuándo ni cómo comienza por manifestarse. De eso estarás muy convencida al igual que yo y quizá sin sospechar su génesis, evoco los sorprendidos gestos cuando tus ojos y los míos se encontraron por vez primera y nuestros rostros se inundaron de rubor como pétalos de amapolas. Por entre tu cabellera oscura se ocultó tu recelo, por entre las hojas de mi cuaderno el mío.

Conocidos sí, mas amigos no; con el afán de serlo, ¡quizás!, pero no con la fuerza necesaria para decir la palabra. Tal vez el recuerdo de una negada oportunidad o la prisa de siempre nos impidió acercarnos. Tú, como una alondra esquiva pasabas cantando a media voz románticas canciones; yo, como un río a erranzas iba por mi cauce lamiendo de soslayo una sonrisa.

II

¿ … cómo éramos entonces?.
nuevos, inexpertos, casi ingenuos, con detalles convincentes como para despertar en la orilla de un paso señorial la intención de un requiebro, la intención de un susurro claro y abierto como un abanico, seguido de una disimulada seriedad o de una atenta escondida. Todo esto pareciéndose a los primeros pinitos de un niño que busca caminar en nuestros pechos.

Al fin ya como amigos, detrás de una mirada a la distancia, un tren de horas de pensar renovaban los momentos. A la mañana siguiente, cuando los pájaros entre sonoras melodías rescataban la aurora de entre los abismos de las funambulescas sombras y el sol resplandecía con el plumaje nuevo de un canario en el alar celeste, el asalto de una emoción agigantada hacía derramarme en un grandioso ¡la he soñado! Así..., junto a mí, caminando por el parque y recogiendo flores blancas, flores lilas, flores del color de su sonrisa. Entonces resucitaba en la memoria aquella vieja y singular creencia de que recibiré noticias de ti. De pronto sí, una noticia y la esperanza de volver a verte.

Después ¡Oh! la invitación a caminar para regar en tu oído ese cariño que arremolina en mi pecho como un huracán desde hace días, y de un modo similar obsequiarte una flor con un beso en su corola para que la lleves hasta tus labios y en ella me beses y te bese yo; para que la lleves hasta tu olfato y percibas el secreto perfume de mi pecho; para que la sientas deshojarse mi pulso entre tus manos como un collar de rayos de luna peregrina. ¡Qué halagüeño, verdad!. Parecía que los corazones nuestros empezaban a comprenderse y querían ser más que amigos.

Pero ¡oh sorpresa!, la noche siguiente de aquella salida inolvidable, Pandora en su conjuro me dio con el revés y en ésta ocasión no fui yo quien te ofreció el aroma de esa flor, la margarita; ni el que tomó tú mano, ni el que se robó del cielo la estrella más grande para prenderla en tu cabello como una bincha de nácar y verte reír y pasear como
un astro más del firmamento. Fue otro el ruiseñor que interpuso su canto y me robó tu atención. Aquella noche fui el que tocó el abrojo con manos de insosiego y casi como en capricho convertido enmudeció mi lira.

A ésta noche suprema y constelada se le volaron sus ojos chispeantes, femeninos. Quedó tan sola, tan alta, tan oscura y aturdida, y enteramente la archivé en el libro mayor de las caducidades como para nunca consumirla en el copón de mi recuerdo.

Pero eso no ha sido el fin de todo. Comprendo que a tu almohada le cuentas mi distancia, le dices con dulzor mi nombre, y en los caminos que transitas echas a regar tu pena. Algo igual me sucede. ¿qué hacer?... Sugiéreme.



AUTOR: DARÍO ALVAREZ

PAÍS: ECUADOR

 

Prosa del MES

(Seleccionada por la administración entre las propuestas remitidas por moderadores y/o usuarios)
Muchas FELICIDADES
MUNDOPOESIA.COM​

 

Saludos, Dario. Placer pasar a leerte en esta tarde de lunes, te felicito por el destacado...Qué hermoso!!! Los adictos de prosa no pueden seguir sin leer ésto.

 

GRACIAS MARIAN, ME ALEGRA QUE MI COMPOSICIÓN HAYA SIDO TOMADA EN CUENTA POR LECTORES Y LA ADMINISTRACIÓN DEL PORTAL.- SALUDOS DESDE ECUADOR.- DARÍO ALVAREZ

 

GRACIAS ENGEL.- TU FELICITACIÓN LA RECIBO CON MUCHO BENEPLÁCITO, Y LA VERDAD ME RECONFORTA.
SALUDOS DESDE ECUADOR.- DARÍO ALVAREZ

 

GRACIAS NORBERTO, POR LEER MI COMPOSICIÓN Y POR LA REPUTACIÓN.- SEGURO TU APRECIACIÓN AYUDÓ PARA QUE SEA CONSIDERADA POR LA ADMINISTRACIÓN COMO LA PROSA DEL MES.- SALUDOS DESDE MI ECUADOR.-
DARÍO ALVAREZ

 

Preciocidad excelente de arte divino.
Emocionante inspiración, calidad soberbia.

 

GRACIAS MAESTRO JORGE POR SU ATENTA APRECIACIÓN.- CORDIALES SALUDOS.

DARÍO ALVAREZ

ECUADOR

 

Hermosura de admirable obra de palabras divinas.