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La Morada

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Aires, 5 de Julio de 2015. Respuestas: 1 | Visitas: 519

  1. Aires

    Aires Poeta recién llegado

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    Llegue a aquel pueblo al mediodía, era un día bastante agradable, el sol calentaba las pequeñas calles de tierra del lugar. Baje del micro y fui a sacar el pasaje hacia el otro poblado donde me dirigía, el empleado de la terminal me dijo que no había pasaje hasta la mañana siguiente, por lo que la única opción que me quedaba, era ir al cruce que estaba a unos 3 kilómetros y hacer dedo. Estuve parado al costado de la ruta unas dos horas, pero resulta que nadie iba hacia aquel lugar que me dirigía. Por lo que decidí volver al pueblo con mis veinte kilos de mochila sobre la espalda y el sol dándome de lleno en la cabeza.

    Me dispuse a buscar un hospedaje donde pasar la noche, en donde dejaría mi mochila y así poder recorrer el pequeño lugar más tranquilo.

    No llevaba mucho dinero encima, por lo que buscaba un hospedaje bastante modesto, los pocos que había eran demasiado para mi pequeña economía, después de recorrer casi todo el lugar con la mochila a cuestas, di con uno que se ajustaba a mis planes, pero la mala suerte o quizás la buena, quiso que se encontrara lleno, la señora que lo atendía me dijo que pasase más tarde por si alguien se iba.

    Ya un poco malhumorado, debido a que había recorrido casi todas las calles de punta a punta, resolví comprarme algunas empanadas que vendían en la plaza y así descansar un poco. Comí las empanadas y recargue la botella que llevaba, con agua de la plaza.

    Me recosté en el césped al sol y dormite un rato, estaba despierto desde muy temprano y había caminado demasiado con la mochila a cuestas. Al cabo de una media hora me repuse y observe todo con atención, la plaza ocupaba una cuadra y en frente estaba la iglesia donde la gente se amontonaba porque aparentemente se festejaba el aniversario de algún santo. En el lugar opuesto a la iglesia había una feria callejera donde se vendían todo tipo de cosas, ropa, adornos, comida, etc. Vi que se venía acercando una pareja de jóvenes, su apariencia era bastante similar a la mía, pensé que lo más probable era que no estén parando en ninguno de los lugares que había visto.

    Así que cuando se acercaban les dije:

    -Disculpen chicos, ¿saben de algún lugar medio barato para pasar la noche?-

    -Si- respondió uno de ellos- nosotros estamos en lo de Juan, anda para allá que hay lugar, solamente tenes que llevar algo de comida y listo, él no acepta dinero.-

    - Buenísimo, ¡muchas gracias! ¿Cómo hago para llegar?- Me dieron las indicaciones, los salude y me encamine a una despensa que había cruzando la calle, a comprar algo de comida y una botella de vino.

    Cuando estaba a una cuadra del lugar que me habían dicho, pasaba a pie un señor de unos 70 años, era alto y flaco, vestía algo andrajoso con un sombrero y una barba larga blanca que le caía en punta por la pera.

    -¿Vas para lo de Juan? –preguntó

    -Si- Le respondí algo sorprendido - ¿Cuál es la casa?

    - Cruza aquella calle, es la segunda casa que está a la derecha. ¡Nos vemos a la noche entonces!- parecía un hombre bastante amigable y se lo notaba de muy buen humor.

    Llegué, era una casa sin ventanas y con una calavera pintada en la entrada, dude un instante, me asome por la puerta que estaba abierta, era de madera a dos aguas y más alta de lo habitual, tenía un aspecto colonial. Encontré sentado en la cocina a un hombre con la misma apariencia que el que había cruzado (barba larga blanca, sombrero y ropa muy desgastada pero prolija) solo que parecía que la edad y la vida le habían pesado más. Tenía la mirada de esos ojos que han visto demasiadas cosas en este mundo.

    Le dije como había llegado hasta ahí y si podía quedarme esa noche, dijo que si, se presentó como Juan y enseguida busco algo sobre la mesada de la cocina, era un folio con hojas, lo apoyo sobre la mesa.

    -este es el reglamento, léelo y si te parece bien te quedas- dijo.

    Parecía un señor tranquilo sin el más mínimo interés de hacerse amigo de nadie, cosa que más tarde comprobé.

    Leí el reglamento escrito a máquina que ocupaba una carilla, era razonable, a excepción de un par de puntos que me causaron simpatía (“después de las 00 hs no se puede hacer ruido, de lo contrario a las 6 Hs cuando me levanto, lo hare sonando un silbato).

    Además del reglamento, había otras hojas que contenían la biografía de Juan, eran bastantes por lo que eche un vistazo rápido y comprendí que había tenido una vida más que interesante a sus 74 años. Entre otras cosas, la biografía hacía referencia a los viajes que había hecho por diferentes países del mundo y de como había comenzado desde hacía unos veinte años a hospedar gente.

    Saque las provisiones que había comprado y se las di, me dio las gracias y me dio un recorrido por la morada (así decía él y así le hacía alusión en el reglamento y la biografía).

    Era una casa que se componía de una sala, dos habitaciones, la cocina y un pequeño parque.

    Las habitaciones no tenían puertas, me llamo la atención de que en la suya no había cama, sino que había una base de cemento alta como una cama, decía que eso era mil veces mejor para el cuerpo. En la casa no había nada más que lo indispensable para vivir, no había adornos ni ninguna otra cosa que no cumpliera un fin practico.

    -De ahora en más todo lo que esta acá es tuyo, no hay gas ni luz, por eso siempre tenemos prendido el fuego aunque sea con brasas. Ahí está la pava, si queres hacete unos mates o lo que quieras-

    - gracias- respondí. - voy a hacerme unos mates ¿usted toma?

    -no, pero aprovecho y me hago un té-

    Saque la bolsa de yerba que llevaba y me prepare el mate, como vi que no había yerba en el lugar, opte por dejársela.

    Le comente la mala experiencia que había tenido al hacer dedo ese mismo mediodía, me dijo que era de esperar, que el dedo hacia aquella ciudad era imposible. Al día siguiente comprendería porque, era un lugar absolutamente escondido en medio de la montaña, cosa que no lo supe hasta que pude llegar a aquel lugar.

    Todo la casa era muy rustica y ordenada, en la cocina había una parrilla de metro y medio de ancho, la que se usaba siempre para cocinar, calentar agua y calefaccionar. El piso de la casa era de cemento a excepción de una parte de la sala que era de piedra. Contra la pared de la cocina, había una base de cemento como la que usaba para dormir, solo que esta servía para sentarse en la mesa.

    Era media tarde, estaba cansado y ya había recorrido la totalidad del pequeño pueblo buscando donde dormir, por lo que no pensaba salir de vuelta, quería sencillamente quedarme allí y aprender de aquel viejo que parecía una especie de erudito sacado de alguna otra época.

    Me quede tomando mates y charlando con Juan, me conto algunas cosas de su vida, vida más que interesante, sentía mucha curiosidad por las cosas que había vivido pero no quise ser pesado, era probable que cada uno que haya pasado por ahí le haya hecho las mismas preguntas una y otra vez y el estuviera cansado de contar siempre lo mismo. Además recordé la leyenda al final del reglamento: “Para evitar preguntas repetitivas, a continuación dejo una breve reseña de mi vida”. Durante todo ese tiempo, él no paraba de picar y mascar coca. Tenía un semblante tranquilo y satisfecho, parecía que no había nada que lo perturbara.

    Al cabo de un rato vi un libro en la mesada, estaba cocido a mano, parecía un trabajo totalmente artesanal, le pregunte que era y me dijo que era una novela que él mismo había escrito. Por lo que las horas que quedaban de tarde me dispuse a leerla y terminarla, ya que era probable que no la consiguiera en ningún otro lugar. En ella se contaba la historia de un burgués entrado en años que recordaba con melancolía sus años de juventud y se criticaba su rol y contribución al sistema capitalista. Por un momento pensé que la historia podía tratarse de el mismo, mejor dicho, de una proyección de lo que podría haber vivido si hubiese seguido lo impuesto por la sociedad y no sus ideales, y que al fin había optado por dejarlo todo y recluirse en el lugar en el que más cómodo y más a gusto se sentía, lejos de las comodidades modernas y lineamientos del sistema.

    Se puede decir que prescindía absolutamente del dinero, su única pertenencia era su “morada”, en la que vivía sin luz ni gas y la usaba para hospedar gente a cambio de la comida que quisiesen llevar. En su morada no había un día en que no hubiese alguien de paso y por lo que me había contado, casi siempre abundaban los guisos de fideos y verduras y como no, unos vinos para acompañar.

    Parecía como si eso, algunos libros que guardaba en su pieza y su vieja máquina de escribir, fuese todo lo que necesitara. En ese momento comprendí que simple y rica puede llegar a ser la vida de un hombre si este se lo propone.

    Cuando caía la noche, llego un grupo de tres chicos, Matías, Ezequiel y Dante, y una chica llamada Laura, era una chica delgada de mediana estatura, pelo negro lacio y ojos oscuros. Ezequiel y Laura eran la pareja que había visto esa tarde, aunque en realidad no eran pareja, eran amigos, cosa que me quedo en claro esa noche.

    -¿Cómo andas? Veo que encontraste el lugar- Dijo Ezequiel en tono amistoso.

    Entraron con todo tipo de verduras que habían recolectado de diferentes lugares, así que con eso y unos fideos nos pusimos a cocinar un buen guiso. Era un ambiente muy acogedor, como ya estaba oscuro, Juan había prendido para iluminar el lugar, unas mechas que asomaban de unos frascos con querosene, además, el fuego se había avivado, por lo que era un ambiente más que agradable.

    Estábamos cortando las verduras cuando entro una chica, Priscila, ella estaba ahí hacía bastante tiempo, llego un día de paso y se quedó porque le gusto el lugar, me diría más adelante después de cenar. Es más, ella tenía su propia pieza, el resto dormía en la sala de la entrada o en el parque, si tenía carpa.

    Priscila era algo callada, como Juan, tampoco parecía importarle hacer amigos, era una chica de estatura baja y piel morocha como su pelo, y en toda la noche creo que no estuvo un instante sin tomar té, a excepción de la cena.

    Se sumó a nosotros a preparar la comida, salvo por ella, eran todos muy amigables y conversábamos fluidamente.

    -Y Juan ¿Por dónde anda?- Pregunté

    - ¿El viejo?- así lo llamaban cariñosamente- Ya se debe haber acostado, cuando se hace de noche y se pone fresco se acuesta- respondió Priscila.

    -¿Y no cena?

    -No, el merienda algo y con eso ya está.

    Eran algo pasada las siete de la tarde, cuando un señor llego, era el hombre de la barba larga y el sombrero que había visto a la tarde. Su comportamiento era la antítesis de juan, era por demás hablador, locuaz y sociable, además siempre estaba sonriente y de buen humor, se llamaba Cristóbal y le decían Cristo a modo de broma.

    Cuando llegó ya habíamos terminado de cortar todo y Ezequiel se encargaba del resto, preparar el tuco y hervir las verduras y los fideos. Así que los demás nos limitamos a sentarnos y tomar unos vasos de vino para amenar un poco el frio, entre eso y el fuego que estaba encendido, estábamos realmente reguardados de las bajas temperaturas.

    Charlábamos como si nos conociéramos desde un largo tiempo, aunque por lo menos yo, los conocía desde hacía un rato. Cristo era un hombre que siempre estaba haciendo bromas, se tomaba la vida con total soltura, era amigo del “viejo” desde hacía varios años y nos contó algunas anécdotas de la vida de este. También nos contó sobre su ex-esposa, a la que aún seguía viendo y que por lo que dijo, era todo un personaje como sacado de un cuento.

    La comida estuvo lista, estaba absolutamente deliciosa, los siete le reconocimos a Ezequiel el gran trabajo que había hecho. Después de cenar y lavar los platos, Cristo propuso que descorchásemos otro vino, y así fue.

    Al terminar el vino casi todos se fueron a dormir, era algo de pasadas las diez. Solo quedamos en la cocina Cristo, Laura y yo. Y quien no sino Cristo dijo que abramos otra botella de vino. Así que nos quedamos hablando bajo la luz de las lamparitas de querosene un largo rato más los tres. Hablamos de todo tipo de cosas, de religión, de esoterismo, de algunos autores prolíficos y quien sabe de qué otras cosas más.

    Ya era casi medianoche cuando Cristo se fue, vivía a un par de casas de ahí. Con Laura terminamos lo que nos quedaba en los vasos y decidimos dormir los dos en la cocina. Y así fue, pusimos unos cartones en el piso para que aísle un poco el frio y arriba pusimos su bolsa de dormir abierta, nos acostamos y nos tapamos con mi bolsa de dormir.

    Yo debía irme a la mañana siguiente a las siete, pero Juan, “el viejo”, cuando se levantó a las cinco nos despertó amablemente, debido a que estábamos durmiendo en la cocina, y nos dijo que nos pasáramos a la sala, pero decidimos levantarnos y también desayunar.

    A las 7:15 Hs partía mi micro, así que después de desayunar y darles las gracias a Juan y a Laura por todo, me despedí mientras los demás seguían durmiendo.
     
    #1
  2. Jorge Lemoine y Bosshardt

    Jorge Lemoine y Bosshardt MAESTRO

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    Sublimes letras de inspiración divina y la excelente calidad.
     
    #2

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