Los muermos vienen por mí

Toda la enfermiza pasión se transfiere y es eterno el malestar de sus caras bajo la lluvia intensa. Me impiden llegar a una constante reserva y me abstraigo de absorción sinóptica, frente a cada simulacro de distorsión e impudicia que resisten mis vertebras.
Los etéreos pensamientos, convertirán su agónica en espera y se teñirán de almíbar sus momentos más oscuros.
No entiendo su extraña felicidad.
En los lugares más comunes.
Su lucha por mejores espacios.
La noche preserva sus intenciones prácticas mientras dure la luna frente a las espejadas sombras. Desde no muy lejos, deberán constituirse sin la esencia suficiente y volverán con saña, desde su incómodo espanto.
Ciertos colores no serán tan visibles después de hoy por la tarde, mientras las horas tejan los atajos, nadie me habrá visto.
Seguramente me encuentre conmigo a solas, en los augurios de una postura extrema.
Donde los temores sensibles se busquen en los campos más oscuros de los recuerdos. Sobrevolando en las noches dentro de los agujeros fríos de mi mente.
Andando fuertemente y sin buena suerte, podría escalar entre las muecas tácitas y sus expresiones repetidas.
Deambulando sin control, escapo de su mundo adinerado.
Aunque sus caras se interpondrán en mi estado, por más que paralice el tiempo.
Pensar en potencial me acerca a un futuro ansioso y violento.
Después de los sueños, pensaré en el azul de los objetos intangibles.
Los muermos vendrán por mí.
Sus chatos acertijos y su humor sinuoso me deprimen, es mejor que no permanezcan cerca.
Odio someterme a sus impactos sociales y sus vicisitudes imprácticas, escucho el brillo de sus dientes afilarse en la mentira y en sus multilujos.
Podría oler su disgusto desde tres días antes de verlos.
Los muermos vienen por mí.
Pretenden encerrarme en su prisión perfecta.
Su viscosismo supremo, me inspira a una tortura inmediata, donde moriría a cada segundo, o viviría mi suerte muerta y absoluta.