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Puto Mosquito.

Tema en 'Prosa: Ocultos, Góticos o misteriosos' comenzado por Animal Banir, 31 de Agosto de 2015. Respuestas: 3 | Visitas: 997

  1. Animal Banir

    Animal Banir Poeta recién llegado

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    Como trabajador a media jornada en una tasca ubicada en las entrañas de una fétida barriada industrial no soy un hombre muy sabio.

    Sin embargo, puedo asegurar con vehemencia y total convencimiento una cosa:

    Todos hemos pasado una mala noche.

    No me refiero a una noche de débiles malos sueños. Ni a la típica noche sin dormir de bochorno y mal sabor de boca… Tampoco cuentan los accidentes leves, las resacas de buen whisky ni el típico vecino con el taladro…

    No…

    Hablo de noches horrendas, Noches en que las pesadillas cobran vida y uno se despierta lanzando alaridos y gesticulando como si se hallara inmerso en una ópera demencial. Hablo de noches de angustia y desahucios al amanecer, de períodos nocturnos de locura y fragilidad extrema. Hablo de accidentes de tráfico casi letales o tiroteos relámpago en desolados callejones…

    Todos hemos pasado una mala noche.

    Sin embargo, mi mala noche no fue una mala noche corriente. No se ajusta a ninguno de los casos ya citados. No actúa la parca, ni horrendos demonios, ni un gángster de rostro pétreo. Mi noche es impulsada por algo mucho más hilarante, insignificante y común:

    Por un puto mosquito…


    Todo comienza un caluroso día de verano. Si mal no recuerdo uno de agosto de 2014. regresaba de trabajar a medio camino entre la insolación y el botulismo cuando me topé con una de mis mayores amistades. La conversación versó en mayor medida acerca de mi desnutrido aspecto plomizo y grisáceo, reparando en concreto en el estado de mis pobres extremidades delanteras que solo un degenerado habría calificado con el apelativo de ´Manos`. De mi boca, emergen como un torrente respuestas vagas acercas del infame lugar al que otorgo el calificativo de ´trabajo`, noto la preocupación en mi amigo y trato de desviar el tema de conversación con buenos resultados.

    Tras media hora de charla monótona nos despedimos y enfilo la cuesta hacia la maraña de ventanas que llamo hogar. Los efluvios que emanan de mi portal son atroces y en mi opinión penables por ley: Una mezcla de meos de gato, almejas podridas y manzanas asadas. Con los ojos protestando por el olor me lanzo al interior de la infecta caverna descendiendo los tres escalones de madera putrefacta, es necesario resaltar que los arquitectos merecen una condecoración… Es un auténtico milagro que semejante aberración siguiese en pie en aquella época.

    Para empezar el portal carecía de puerta alguna, convirtiéndose en las noches en centro de reunión, tráfico y prostitución de la chusma más selecta de la ciudad. Jeringas hipodérmicas, casquillos de bala y otros tesoros de igual valor y buen gusto podían encontrarse en el fétido agujero donde setas y hongos proliferaban sin rival evolutivo posible. La tonalidad de las paredes podría definirse como una mezcla de marrones salpicados de ocasionales pinceladas de heces y musgo, unas tortuosos escalones desiguales ascendían por una estructura que se tambaleaba a cada paso. Las ratas, las cucarachas, las liendres y los pececillos de plata hacían las veces de mascotas y sinfonía local…

    Ascendí por las escaleras pesadamente, tropezando y tosiendo. La fiebre me carcomía y lo único que me pedía el cuerpo era caer en un profundo y eterno sueño… Como en un sueño me detuve delante de la puerta de mi habitación y comencé a forcejear con el rebelde picaporte mientras lanzaba improperios en voz baja. Al fin,Click!, la puerta se abre y me desplomo sobre el colchón que yace en el suelo… Quiero cerrar la ventana para evitar que entre el sol propio de Agosto a las tres de la tarde, pero me faltan fuerzas y noto como se cierran mis ojos entregándose a la acogedora negrura y al olvido…


    Entró por la ventana al caer la noche, silencioso como su patrona y luciendo sus mismos colores. Entró por mala fortuna o quizás por ineludible destino… pero la cuestión es que entró. Y para mi desgracia no se dio a la fuga con una brizna de aire, no se arremolinó en torno a la polvorienta luz que destilaba la desnuda bombilla en el centro de la habitación, y por supuesto, no perdonó al pálido joven de pegajosa cabellera, parda de suciedad y trufada de pegotes de roña. No perdonó al joven que yacía sumido en sueños fantásticos lejos de la realidad y de brujerías semejantes…


    No perdonó, me picó… y desperté.

    Yo me hallaba soñando en blancas praderas de amapolas blancas, en planina, la tierra de la tranquilidad eterna y los versos muertos… Me hallaba en la vida, soñando con mundos nuevos, con mares de posibilidades y esperanzas… Y fue entonces cuando un dolor agudo en el brazo derecho me arrastró de nuevo al mundo de los miserables, de los agonizantes y putrefactos moradores.

    Si mi estado al mediodía era precario, pueden imaginarse como me sentía tras añadir a mi fiebre intensa y a mi miseria existencial el resultado de recibir durante ocho horas la luz directa del astro sol: Mareado, confuso, extraño y extremadamente enfermo. Y sin embargo, tuve fuerzas para realizar el acto reflejo de asestarme un manotazo donde segundos antes se asentaba el infame insecto. La pálida luz de la luna y la brisa traída por el mar junto con el olor de las algas putrefactas y los efluvios del propio edificio, actuaron de tonificante agudo y me apresuré a inspeccionar mi brazo, como cabía esperar, una roncha roja había surgido instantáneamente en mi espigado brazo y, como suele ocurrir en estos casos, procedí a rascarme la zona afectada mientras trataba de localizar con la vista al sanguíneo ladrón… Justo al lado de la desnuda bombilla.

    He de reconocer que era un magnífico ejemplar: Largas alas, cuerpo negro, aguijón afilado y… muy buenos reflejos. Así lo comprobé al errar el primer lanzamiento de mis raídos zapatos que chocaron contra el techo con un sonido sordo. El interfecto había cambiado su posición desde la atalaya de la bombilla a otra algo más estratégica: El único fogón de mi cocina.

    -Puto mosquito- Pensé.-Quiero dormir- dije, esta vez en voz alta. Silencio total y absoluto.

    El tónico olfativo perdió su efecto y de nuevo, me sentí débil y mareado, toda la habitación se movía de una forma demasiado lisérgica para mi gusto. Me desplomé de nuevo sobre el colchón y me rendí casi al instante al sueño, pero antes susurré:

    -Puto mosquito-

    El siguiente picotazo lo recibí en la nalga derecha, dolorido y furioso rebusqué con la mirada por todo el mobiliario sin éxito. Al fin había tenido bastante y se había marchado por la ventana… Más tranquilo, y seguro de que ya no regresaría me dispuse a acudir a la llamada de Morfeo… Sin embargo, no sin antes cerrar la ventana. El siguiente picotazo pareció un penalizador burlón por mi torpe vista: Justo en el párpado derecho. Furioso me incorporé dando manotazos a diestro y siniestro mientras el zumbido se batía en retirada, burlón y satírico. El deleznable insecto se aposentó en las abandonadas revistas de deportes asustando a un par de pececillos de plata que disfrutaban hasta entonces del espectáculo. Tras posarse, batió las alas desafiante.

    -Puto Mosquito- Susurré, para acto seguido cargar contra él.

    Como un experto aviador de la gran guerra a bordo de su pájaro, el interfecto esquivó mi torpe acometida con una serie de maniobras dignas del mismísimo Blue Bird. El sonido del motor era intercambiado por un burlón zumbido que reverberaba en mis oídos… Sudoroso, detuve la acometida para ver como el destestable insecto aterrizaba a modo de escarnio justo en la almohada.

    -Puto Mosquito- Dije en voz alta. Mientras con sigilo tomaba de nuevo el abandonado calzado y apuntaba con precisión. Calculé el tiro, si él era Blue Bird yo era un artillero del ejército de liberación.

    Plof!, Campanas de victoria comenzaron a sonar en mis oídos, -Un lanzamiento perfecto!!- Proclamaba un entusiasta comentador invisible. No exagero cuando digo que di un salto de emoción y me aproxime al lugar del accidente con intención de profanar los restos de mi adversario… Para mi asombro, no hay cadáver alguno, nada.

    Y para mi inmediato horror de nuevo el zumbido in crescendo atraviesa mi habitación. El ileso infusorio se jacta ante mí con una serie de tirabuzones y mortales que me causan mayor sensación de mareo. Acto seguido, la deleznable criatura se asienta en el picaporte.

    -Puto Mosquito!- Grito.

    Para mi asombro, el chupóptero me devuelve la mirada, noto como sus ojos se clavan en los míos y una sensación de cansancio me recorre la columna vertebral… -Es malvado- Pienso. –Es el mal- musito… -Puto Mosquito- Digo finalmente.

    El cansancio aumenta, pero no voy a rendirme sin luchar, me noto torpe,-que pasa?- me pregunto. Las respuestas son suyas.

    La sensación de torpeza aumenta, un cosquilleo comienza a extenderse por mis dedos, tras unos segundos recobro la compostura, me siento mejor. Me siento bien, ya no noto mareo alguno, con calma tomo de nuevo el calzado y lo blando mientras recito una monocorde letanía:

    -Puto Mosquito, Puto Mosquito, Puto Mosquito, Puto Mosquito, Puto Mosquito…-

    El momento se acerca, estoy apenas a dos pasos del picaporte y el maquiavélico demonio continúa inmóvil, regocijándose. Un paso más, con la otra mano toco el picaporte, el objetivo huye volando raso, una lluvia de golpes se cierne sobre él. Lo siguiente que recuerdo es que por alguna razón caí al suelo, quizás tropecé con una tabla hundida, o quizás con el podrido colchón… Si recuerdo el dolor y el grito de rabia que arrojé al mundo desde mi ser primigenio:

    -PUTO MOSQUITOOOOO!!!-

    De nuevo caí en un sueño febril, las fantasías y Planina fueron sustituídas por el Bosque Seco y por el Páramo. Repugnantes parajes repletos de horrores y monstruosidades. Y sobre todos ellos, el mosquito, en una versión gigantesca que me mira de forma malvada, torturando mi alma con su infinito zumbido que se amplifica hasta crear ecos disonantes que se pierden en el infinito…

    Y entonces despierto, a causa de un tercer ataque en la yema de un dedo, el índice de la mano izquierda si mal no recuerdo. Traté de incorporarme con rapidez pero una oleada de dolor me golpeó en la frente, por lo que me desplomé de nuevo sobre el sudado colchón. –Pero que demonios pasa?!- Trato de decir. Pero mi lengua se negó a moverse, -Maldita sea!- grito, un aullido ahogado es el resultado obtenido.

    Trato de pensar, pero es harto difícil, el zumbido se ha asentado en mi mente y ahora toda se halla inmersa en un dolor interno que no se asemeja al rítmico dolor de la fiebre. Este dolor es insidioso y terrible, una especie de pinchazo en la médula, hígado y riñones. Pinchazos que se intensificaban cada vez más, lentos pero constantes. El terror brota dentro de mí, trato de gritar pero esta vez solo es un gemido lo que surge de mi boca, en el techo el adversario zigzaguea en torno a la bombilla con una vitalidad obscena.- Sabe que me pasa- Pienso,- Él me ha hecho esto- me digo.

    El dolor se intensifica, puntos de luz aleatorios comienzan a entorpecer mi visión, espasmos recorren mis piernas y noto como el corazón decrece su latido:

    -Me estoy muriendo- susurro.

    Y realmente no me siento mal, abandono por fin este mundo de lamentos y pobreza para encaminarme a la nada absoluta, al frío eterno, al mundo negro. Pero realmente echaré cosas de menos, no este antro ni mis últimos años de vida, pero si la época en la que fui el futuro de mi país antes de que las cosas ardiesen en manos de los traidores y los intrigantes. Muero y me marcho sin equipaje alguno, sin penas ni glorias, sin importar mi rango, sin importar que ayer fui emperador y ahora un despojo humano… Nada importa, todo se va, incluso el dolor que comienza a disiparse, tomo la maleta y me encamino al tren sin retorno, al viaje sin regreso… y me voy solo.

    -O no.- Pienso.- Hay alguien que te puede acompañar en tu periplo- me digo.

    Mi distorsionada visión se fija en mi perdición. Y a pesar de los calambres y los enormes dolores, esbozo una sonrisa.

    Realmente no sé qué me dio fuerzas para arrastrarme hasta la tabla suelta al pie de la ventana. En ella guardaba los escasos tesoros que antaño hubiese considerado baratijas: La foto de mi madre, Botella de Whisky marca Reincide, el viejo anillo de la puerta, un trozo de papel con el nombre verdadero del primer asustador y por último la vieja daga de plata de Orania.

    Un trago para el gaznate, más de la mitad de la botella se derrama pero ya no siento ni el sabor del embriagante… Un último esfuerzo… Extraigo el mechero de plata de mi bolsillo y con mis últimas fuerzas lo prendo… y lo dejo caer sobre mí. Mis últimas palabras son:

    -Arde conmigo… Puto Mosquito…-

    Estallo en llamas, lamen mi cuerpo y me colman de una agonía que por suerte dura menos de diez segundos. Aunque a mí me parecen años, años de dolor agonizante y atroz sin parangón alguno, no grito, al fin y al cabo no quiero perder la sonrisa. Las llamas se extienden y devoran la madera seca con una voracidad rayana en la locura, el colchón emite un quejido al desintegrarse en una nube de algún tipo de polímero sintético, aunque no importa pues para entonces ya estoy muerto. A los pocos minutos las llamas alcanzan la vieja bombona de butano provocando tal deflagración que la mitad del edificio vuela en mil pedazos.

    Gritos de agonía y terror de los residentes son mi epitafio al mundo, como los antiguos condes que eran enterrados con sus sirvientes aún vivos, yo me hundo en el olvido con trece almas condenadas como mi séquito al vacío. Todos los residentes del 13 de Callejón Tablahundida perecieron aquella noche en medio de una vorágine de polvo y fuego. No todos fallecieron quemados, algunos prefirieron arrojarse por la ventana .Estos últimos fueron encontrados muertos en el suelo completamente desnudos pues en la barriada nada se tira, ni siquiera las ropas ensangrentadas de un recién finado.


    Pero que sucedió con el mosquito?


    Se alejó zumbando en mitad de la noche, satisfecho de haber añadido otra alma a su colección… y se perdió en la oscuridad.
     
    #1
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  2. María Rentería

    María Rentería Luna en Acuario.

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    ¡Y vaya con el mosquito, feroz catástrofe que causó! Aunque yo nunca he incendiado nada, también soy de las que despierta a todos en medio de la noche por ponerme a dar de zapatazos en las paredes y/o aplastar el mosquito entre mis dedos para que se retire del mundo entre aplausos... interesante relato el que dejas, me gusta mucho porque me parece que tiene muy bien la continuidad y el final es muy bueno... gracias por compartir. Saludos.
     
    #2
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  3. Animal Banir

    Animal Banir Poeta recién llegado

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    Me alegro de que te haya gustado. Es un relato continuo a raíz de una noche en vela.
     
    #3
  4. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    jajajajjajajaja... ¡Te pudo el mosquito! Me ha gustado mucho el relato. Conozco a uno que tuvo un mes dolores articulares a causa de la picadura de un mosquito, por lo que no son broma los mosquitos de hoy.

    La verdad que tú sí eres un hacha. Con 21 años y escribiendo así... Mucho futuro.

    Como un viejo anticipado que soy, me gusta dar consejos. Luego, el que quiera que lo coja o lo deje. Escribe disfrutando de las cosas que quieres tú, no pienses en qué quieren los otros pues es imposible contentar a todos. Y trabajo, trabajo, trabajo... Un curso de escritura artística (no sé si se llama así), o si no, en las bibliotecas hay libros, aunque creo que ya algo de eso has estudiado y si no, ya te digo, no va mal.

    Muy bueno, compañero.
     
    #4
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