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GRASA parte 1: Despertando al horror

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Khar Asbeel, 4 de Septiembre de 2015. Respuestas: 1 | Visitas: 545

  1. Khar Asbeel

    Khar Asbeel Poeta fiel al portal

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    17 de Julio de 2015
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    Hombre
    Despierto.

    Abro los ojos. Oscuridad.

    Los cierro. Más oscuridad.

    Como siempre ocurre, me debato en la duda de si estoy plenamente despierto solamente sueño que lo estoy. A veces, incluso pienso que estoy muerto, finiquitado, extirpado, flotando libremente, en una cómoda y lejana placenta, cálidamente maternal y añorada, sin la más ínfima preocupación, arrastrado por una suave briza cósmica que me lleva, cual hoja otoñal, a donde su arbitrio mande.

    ¿Así será estar muerto? ¿La Muerte será este estado de conciencia sonámbula y nebulosa, atada a una egregia e indolente impotencia, donde poco a poco te vas diluyendo en el centro de un vacío primordial que te reclama, en un tiempo sin márgenes, sin nombres ni rostros?

    ¡Chrrrrrrt! ¡Brmmmmmm! Zumba y vibra la impaciencia de mi celular, trayéndome de los pelos de ese abismo ancestral que amenazaba engullirme sin retorno.

    “¿Abismo?” rezonga mi mente otra vez funcional pero aun entumecida, acalambrada. “¡Flojera, holgazanería, nada más!”

    Me levanto lenta, pesadamente. Mi cuerpo se niega a abandonar la calidez cómplice de mi cama.

    Oscuridad. Noche íntima y conocida.

    He obstruido la entrada a la luz tapiando con cartones las ventanas.

    Odio la luz. Odio el sol. Odio el ruido exterior.

    Aquí, en mi cripta personal, mi reino privado, solo debe rebullir el silencio y flotar esa tersa y amigable penumbra que tanto me conforta.

    Odio la luz. Oído el ruido. Odio el mundo exterior.

    Busco la ropa que deje desmayada en el sillón. La olfateo. Mmmmmm…. Aun no huele mal… Aguanta otras doce horas de sudor y brega.

    Enciendo la televisión sin ganas. Hay pocos canales. Repaso todos. Me desperezo mientras una presentadora del clima luce unas impresionante piernas y carnosas posaderas en un ceñido y diminuto vestido.

    Estoy tan cansado que no tengo erección.

    Me enfrento al espejo, el cual siempre arroja a mis ojos el mismo espectro de rostro abotagado, expresión furibunda, labios fruncidos, cabelle en retirada y vidriosa mirada carente de fondo.

    Necesito afeitarme pero no lo hago.

    Necesito tantas cosas pero no las tengo.

    Necesito hacer tantas cosas pero nunca las hago y sé que nunca las hare.

    En un lapsus de repulsión escupo la cara de mi gemelo. El me mira con odio creciente.

    Por un momento me petrifico ante él, en un miedo incomprensible, supersticioso.

    No es la primera vez.

    Hay algo en esa mirada acerada, animal, despojada de piedad y conciencia que me provoca un terror insufrible.

    A veces divago en ideas que me llevan a pensar que dentro del espejo vive, en una dimensión ajena e inalcanzable, pero no muy distante, un doble mío, el reverso malvado de lo poco bueno que puede habitar en mi serena y bien parecida persona.

    Muchas veces siento que ese espectro me ve con una conciencia propia. Siento que si le doy la espalda deja de imitar mis movimientos para vigilarlos sin que me dé cuenta.

    ¿Sera capaz de escapar de su prisión cristalizada?

    He tenido pesadillas en las que me veo ensangrentado y doliente mientras, alcanzo a ver el puñal humeante empuñado por El, con una sonrisa afilada y ojos llameando en las sombras, masturbándose sobre mi agonía.

    Pero siempre ese fantasma tiene mi rostro.

    Ese monstruo que deambula en el espejo soy yo.

    Ese horror que tanto me paraliza vive, nace, brota de mí.

    Me alejo de él, sintiendo como sus ojos me perforan la nuca.

    Tengo hambre.

    Me da igual comer una cosa que otra.

    Engullo con prisa y desgano lo primero que encuentro, deprimiéndome un poco al meditar lo mucho que me cuesta ganar el alimento y donde triste e infamemente va a parar.

    Dura y difícil es la vida, para que al final se nos vaya por la coladera.

    La vida, esa grandísima puta que siempre se vende al peor postor.

    ¿Pero qué podemos hacer?

    Solo nos queda atraparla, abrirle las piernas y desgarrarla con nuestro rencor, infectándole las entrañas con nuestro veneno.

    Miro el reloj. Aún tengo dos horas huecas para rellenar de acuerdo a mis muy personales apetencias.

    ¿Música? ¿Por qué no?

    Necesito algo ruidoso, irritante y agresivo. Grindcore, sí.

    El aparato reproductor (de música) escupe chillidos de matadero en un fondo de terremoto y endemoniadas guitarras apestosas a sangre y oxido mientras hojeo una de mis viejas revistas de mujeres impúdicas.

    Tanta carne. Tanta calidad. Tanta belleza.

    De repente, mi mente se infectó con una malsana e incongruente idea. ¿A que sabrán esas carnosidades que gustosamente se exhiben? Carne de mujer, muslos adolescentes, filetes de puta. Bien aderezados y sazonados, cocinados delicadamente, amorosamente…. Mmmmmm….

    Me doy cuenta que estoy salivando copiosamente, tanto que un casi se me escapa un hilillo de baba por mi boca entreabierta.

    Sonrío.

    Miro el reloj. Aún tengo tiempo.

    Tomo mi celular, mi billetera, mis llaves.

    Y escondo en el bolsillo delantero de mi pantalón un cuchillo de caza.

    Siempre hay que estar preparado para todo. La ley del más fuerte prevalece. La ley de la naturaleza. Selección natural. Afuera en una salvaje y despiadada jungla donde los débiles son los que alimentan a los depredadores. Así es, así fue y así siempre será.

    Aferro mi eterna mochila y salgo a la calle.

    ¡Maldita luz, maldito sol!

    Camino sin prisas hacia el lugar donde trabajo.

    Otro día de mierda comienza.
     
    #1
    Última modificación: 4 de Septiembre de 2015
    A eunice ontiveros y homo-adictus les gusta esto.
  2. eunice ontiveros

    eunice ontiveros Invitado

    Muy bueno tu poema. Hasta me estaba emocionando hasta ya metal al fina se me acabó el encanto. Bueno medio caníbal el amigo. Por lo demás casi me impresionado.
     
    #2

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