1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Romance del Rey Rebelde (primera parte)

Tema en 'Clásica no competitiva (sin premios)' comenzado por Sargón, 26 de Septiembre de 2015. Respuestas: 9 | Visitas: 567

  1. Sargón

    Sargón Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    26 de Septiembre de 2015
    Mensajes:
    22
    Me gusta recibidos:
    20
    Género:
    Hombre
    Canto I


    El Rey Gundar contempla el amanecer antes de la batalla


    El Rey Gundar contemplaba

    en la proa de la nave,

    sobre las olas del mar,

    un amanecer de sangre.

    El Rey Gundar, soberano

    de Marfilia y Puerto Grande,

    Gobernador de la Marca

    y de Torre Gavilanes,

    Señor de los Siete Ríos,

    Guardián de las Diez Ciudades,

    navegaba hacia la guerra

    con todos sus capitanes

    y su flota de cien barcos

    erizada de estandartes

    y las armas relucientes

    de sus quince mil infantes.

    Quiso que le acompañaran

    sus hijos en este trance,

    porque así se endurecieran

    y templaran el carácter,

    así que mandó arrancarlos

    de los brazos de su madre,

    aunque ninguno tuviera

    edad de librar combate.

    Auriga, Drago y Sargón,

    orgullo de su linaje,

    hijos de Gundar el Bravo

    y de la Reina de Jade.

    Los tres eran tan pequeños

    que daba pena mirarles

    entre los rudos soldados,

    tan asustados y frágiles,

    temblorosos, desvalidos,

    aguardando a que su padre

    rompiera al fin el silencio

    en la proa de la nave.

    Augurios de la batalla

    se cernían en el aire.

    Sobre las olas del mar,

    un amanecer de sangre.





    Canto II


    Palabras del Rey Gundar a sus hijos


    Habla el Rey Gundar. Sus hijos

    escuchan su voz severa.


    Porque heredaréis mi trono

    el día que yo me muera,

    porque siento como corre

    mi sangre por vuestras venas,

    porque para vuestro bien,

    todo cuanto tengo, diera,

    os he de mostrar ahora

    el honor y la grandeza,

    cómo se bate un valiente,

    cómo se venga una afrenta,

    cómo se conquista un reino,

    cómo se gana una guerra.

    Sé muy bien que Auriga tiene

    solo doce primaveras,

    diez cuenta Drago y Sargón

    no llega a nueve siquiera

    y desoyendo las súplicas

    de vuestra madre la Reina,

    quiero haceros a los tres

    partícipes de esta empresa,

    porque no hay edad temprana

    cuando la gloria es eterna,

    porque vosotros sois príncipes

    y los dioses os contemplan.

    Partimos a la batalla

    por amor a nuestra tierra

    a dar muerte a los tiranos

    que pretenden someterla

    y empuñaremos las armas

    contra la ciudad de Imperia,

    esa cueva de chacales

    llena de gente perversa

    que quiere imponer al mundo

    su rapiña y su miseria.

    Los que cada cierto tiempo

    asaltan nuestras fronteras

    y roban nuestro ganado

    y queman nuestras cosechas

    y al amparo de la noche

    irrumpen en las aldeas

    y cometen toda suerte

    de maldades y vilezas

    y delante de sus padres

    deshonran a las doncellas

    y asesinan sin piedad

    al que opone resistencia.

    Los que nunca conocieron

    ni justicia ni decencia,

    pagarán todos sus crímenes

    y purgarán sus ofensas.

    Serán ellos los que sufran,

    serán ellos los que sientan

    el dolor de las heridas

    sobre sus carnes abiertas

    cuando mueran desangrados

    sin que nadie les atienda

    ni nadie quiera escucharles

    cuando supliquen clemencia.

    No saben que les cercamos,

    no saben que estamos cerca,

    no saben que pretendemos

    atacarles por sorpresa,

    no saben que esta mañana,

    en cuanto pisemos tierra,

    marcharemos decididos

    sin que nada nos detenga

    y al filo del mediodía

    estaremos a sus puertas,

    sin darles apenas tiempo

    de preparar su defensa.

    Prometí que lucharía

    a muerte contra esas hienas.

    Vosotros seréis testigos

    de que cumplo mi promesa.






    Canto III


    La batalla de Aguas Malvas.


    Poco esperaba el Rey Gundar

    perder aquella batalla

    y ver que sus tropas eran

    terriblemente diezmadas.

    Tampoco esperaba ver

    que casi toda su armada

    se hundiría en el océano,

    engullida por las aguas.

    Ni esperaba, por supuesto,

    seguro como él estaba,

    que el ejército de Imperia

    le tendiera una emboscada

    en la playa de Aguas Verdes,

    cuando despuntaba el alba

    y sus desdichados hombres

    apenas desembarcaban,

    cargados con sus enseres,

    sus escudos y sus armas,

    remando en pequeños botes

    hacia las arenas blancas,

    sin saber que en la ribera

    la muerte les acechaba.

    Pronto se escucharon voces

    en las colinas cercanas,

    resonaron las cornetas,

    se levantaron las lanzas,

    los timbales retumbaron

    y brillaron las espadas.

    ¡Alarma! - Gritó el vigía.

    El enemigo atacaba

    sin haberles dado tiempo

    de poner un pie en la playa.

    Sorprendidos, asustados

    por la súbita amenaza,

    presos de la confusión,

    indefensos como estaban,

    los soldados del Rey Gundar

    no pudieron hacer nada.

    Los de Imperia aprovecharon

    con premura su ventaja

    y apuntaron a los barcos

    con sus flechas incendiarias.

    ¡Traición! - bramaba el Rey Gundar

    con ira desesperada,

    al ver arder sus navíos

    como piras funerarias -

    ¿Cómo supo el enemigo

    que nuestra flota llegaba,

    si entre los nuestros no hubiera

    alguien que nos delatara?

    ¡Juro que tarde o temprano

    el traidor tendrá su paga!

    Y nuevas flechas caían

    sobre aquellos que remaban

    indefensos en sus botes,

    perdida ya la esperanza,

    como moscas prisioneras

    en la tela de una araña.

    Y los arqueros de Imperia

    disparaban a sus anchas,

    sembrando el mar de cadáveres,

    que flotaban en el agua.

    Y a los que sobrevivían

    y llegaban a la playa,

    antes de poder siquiera

    desenvainar las espadas,

    les ensartaban al punto

    los lanceros con sus lanzas.

    Auriga, Drago y Sargón,

    a salvo en la retaguardia,

    contemplaban espantados

    la pavorosa matanza

    con sus ojos infantiles

    empañados por las lágrimas.

    Todo estaba ya perdido,

    pero el Rey no claudicaba

    y se negaba en rotundo

    a ordenar la retirada.

    - ¡Adelante, mis valientes!

    ¡A las armas! ¡A las armas!

    - ¡Retrocedamos, Señor! -

    sus guardias le suplicaban,

    mas el Rey, enajenado,

    no escuchaba sus palabras,

    por más que estuviera herido

    y sus fuerzas flaquearan.

    Con dos flechas en el pecho

    y una tercera en la espalda,

    allí mismo hubiera muerto

    de no ser porque sus guardias,

    para salvarle la vida,

    se lo llevaron a rastras

    mientras él se revolvía

    lleno de impotencia y rabia:

    - ¡Dejadme morir al menos

    en el campo de batalla!

    De su flota de cien naves

    apenas veinte quedaban,

    porque todas las demás

    fueron pasto de las llamas.

    Maltrechos y derrotados,

    los hombres se lamentaban,

    sangrando por sus heridas,

    de regreso hacia la patria.

    Mientras curaban al Rey,

    sus hijos le acompañaban.

    ¡Auriga, Drago y Sargón,

    clamemos juntos venganza!

    ¡Odio eterno contra Imperia!

    ¡Odio eterno hasta que caiga!

    Atrás quedaron los muertos,

    tiñendo de sangre el agua,

    tanto que desde aquel día

    aquella maldita playa

    dejó de ser Aguas Verdes

    para llamarse Aguas Malvas.






    Canto IV


    Senado y pueblo de Imperia


    En Imperia, la ciudad

    de los lujosos palacios,

    con sus templos imponentes

    y sus estatuas de mármol,

    con sus calles bulliciosas,

    y sus prósperos mercados,

    sus mendigos harapientos,

    sus esclavos desdichados,

    sus alegres taberneros,

    sus hábiles artesanos,

    sus tenderos, sus escrivas,

    sus rameras, sus soldados,

    sus hombres y sus mujeres,

    sus nobles y sus villanos.

    En Imperia, la ciudad

    que hace más de tres mil años,

    entre fértiles colinas,

    los propios dioses fundaron,

    tuvo lugar aquel día

    una reunión del senado.

    Ante todos los presentes

    tomó la palabra Crátulo,

    el anciano senador

    de semblante siempre airado,

    seco, enjuto y achacoso,

    consumido y encorvado,

    de pobladas barbas blancas

    y escasos cabellos canos,

    pronunciando ante la sala

    un discurso apasionado.

    - Celebremos todos juntos,

    queridos conciudadanos,

    la victoria que ayer mismo

    los dioses nos otorgaron

    y el castigo que infringimos

    a ese reyezuelo osado,

    soberano de Marfilia,

    que llaman Gundar el Bravo.

    Bien está que el enemigo

    resultara derrotado,

    que cayeran sus guerreros

    y que se hundieran sus barcos.

    Pero acaso este momento

    pudiera haber sido amargo

    si uno de nuestros espías

    no nos hubiera avisado

    del que el Rey Gundar venía

    dispuesto para atacarnos.

    ¿Quién nos puede asegurar

    que en un futuro cercano,

    cuando sanen sus heridas,

    y recompongan sus ánimos,

    no quieran los de Marfilia

    volver de nuevo a intentarlo?

    ¿Quién nos dice que no están

    ahora mismo conspirando

    para vengarse del mal

    que nosotros les causamos?

    ¿Y quien no nos tacharía

    de necios y de insensatos

    si al advertir el peligro

    no tratamos de evitarlo?

    Imperia, la capital

    del mundo civilizado,

    que a todo el orbe ilumina

    como la antorcha de un faro,

    ha de poder defenderse

    de quien quiera hacerle daño.

    ¡Que marchen sobre Marfilia

    todos nuestros legionarios

    y que asalten sus ciudades

    y sus villas y sus campos!

    ¡Que maten a los varones

    en edad de ser soldados

    y cuando ya solo queden

    mujeres, niños y ancianos,

    que los tomen prisioneros

    y los vendan como esclavos!

    ¡Solo entonces en Imperia

    podremos dormir a salvo!

    Quedó Crátulo en silencio.

    Sus palabras provocaron

    un revuelo de aspavientos,

    murmullos y comentarios.

    Entonces alzó la voz

    con tono firme y calmado

    uno de los senadores

    más jóvenes del senado.

    Se trataba de Zenón,

    un tribuno de treinta años,

    que pese a su corta edad

    por todos era admirado

    por llevar a la victoria

    las legiones a su mando

    en las guerras fronterizas

    libradas contra los bárbaros.

    - Vosotros sóis mis amigos,

    vosotros sóis mis hermanos,

    y sabéis que he combatido

    y he sufrido y he sangrado

    y que de nuevo lo haría

    si ello fuera necesario.

    Pero yo he visto la muerte,

    la he tocado con mis manos,

    y no hay gloria en sus lamentos

    y no hay honor en su espanto.

    Ya obtuvimos la victoria,

    no vayamos a ensañarnos

    con los cuerpos aún heridos

    de enemigos derrotados.

    ¿Qué bien hacemos con ello?

    ¿Y con ello, qué ganamos?

    ¿Vamos a mandar legiones

    a batirse en suelo extraño

    contra quienes ayer mismo

    vencimos y avergonzamos?

    ¿Cómo lucha el alacrán

    si se siente acorralado?

    ¿Y cómo luchará un pueblo

    dispuesto a morir matando?

    Si no queréis que Marfilia

    pueda volver a atacarnos,

    haced que fundan sus armas

    y que destruyan sus barcos

    e imponedles un tributo

    que paguen todos los años,

    oro, plata, minerales,

    tapices, sedas y paños,

    sacos de trigo y avena

    y cabezas de ganado.

    Ya veréis como ellos pagan

    el tributo de buen grado

    y cumplen lo que exigimos

    por temor a contrariarnos

    y agradecen la clemencia

    con que les hemos tratado

    y al tiempo que se empobrecen

    también se van resignando,

    que el acero hace enemigos

    y el dinero hace vasallos.

    Calló Zenón y al momento

    un clamor cruzó el senado.

    Los senadores se hallaban

    divididos en dos bandos.

    ¡Es preciso que votemos!

    ¡Es preciso que escojamos

    la clemencia de Zenón

    o la venganza de Crátulo!
     
    #1
    Última modificación: 26 de Septiembre de 2015
    A Luis Adolfo, lluvia de enero y jmacgar les gusta esto.
  2. Maramin

    Maramin Moderador Global Miembro del Equipo Moderador Global Corrector/a

    Se incorporó:
    19 de Febrero de 2008
    Mensajes:
    63.532
    Me gusta recibidos:
    36.698
    Género:
    Hombre
    Bienvenido, Sargón, buen inicio en el Portal compartiendo estos romances con la historia de pueblos guerreros e imperios similares a lo de Roma con buena imaginación y manteniendo el ritmo y y la rima en todo momento.

    [​IMG]

    Sólo en este verso olvidaste un "de" : hijos - Gundar el Bravo. algo que sobresale al leer recitando.
     
    #2
  3. jmacgar

    jmacgar Poeta veterano en el portal

    Se incorporó:
    13 de Diciembre de 2011
    Mensajes:
    12.573
    Me gusta recibidos:
    8.351
    Género:
    Hombre
    Antes que nada darte la bienvenida a Mundopoesía y a este foro de clásica no competitiva.

    Y ahora, permíteme que te muestre mi asombro por este impresionante trabajo poético que has editado, Sargón. Has elaborado un romance épico magnífico del que espero seguir leyendo más pues prometes continuar con la historia. Para su enorme extensión no le he captado error alguno pues salvo el pequeño despiste que te apunta Maramín en ese verso, el resto es impecable, y no solo impecable sino que el relato que nos haces está tan bien narrado que es imposible dejar de leerlo hasta el final. Creo que en ete foro ha entrado un magnífico poeta y tenemos que congratularnos de ello.

    No te quepa duda de que te seguiré leyendo.

    Un saludo muy cordial
     
    #3
  4. lluvia de enero

    lluvia de enero Simplemente mujer

    Se incorporó:
    4 de Septiembre de 2009
    Mensajes:
    6.322
    Me gusta recibidos:
    528
    Bienvenido Sargón, muchas gracias por traer a esta casa tan destacable obra.
     
    #4
  5. Sargón

    Sargón Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    26 de Septiembre de 2015
    Mensajes:
    22
    Me gusta recibidos:
    20
    Género:
    Hombre
    Hola Maramín, gracias por tu bienvenida y por señalarme ese error. Ya está corregido.

    Un saludo.
     
    #5
  6. Sargón

    Sargón Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    26 de Septiembre de 2015
    Mensajes:
    22
    Me gusta recibidos:
    20
    Género:
    Hombre
    jmacgar, gracias por tus palabras. Estoy ahora con la segunda parte, que espero colgar aquí.

    Saludos y gracias.
     
    #6
  7. Sargón

    Sargón Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    26 de Septiembre de 2015
    Mensajes:
    22
    Me gusta recibidos:
    20
    Género:
    Hombre
    Lluvia de enero, gracias por tu mensaje.

    Un saludo.
     
    #7
  8. MARLEN RH

    MARLEN RH Invitado

    O sea que tú eres el de 9 años jeje, hola.
    Interesante que hayas tomado el nik, de uno de sus protagonista de ésta historia medieval, que seguro más adelante repercutirá como uno de los personajes mas importantes ya que es el pequeñín, ya veremos su venganza en fin...
    Y, a ver si al final toman la medio sabia propuesta de Zenón, ya que lo que interesa es no ver más sangre derramada.
    Me he sentido como en el cine, leyendo tu magnifica historia, a parte de que he puesto música para recrear las escenas, bueno ha sido un placer leer vuestras letras.
     
    #8
    Última modificación por un moderador: 26 de Septiembre de 2015
  9. Jorge Lemoine y Bosshardt

    Jorge Lemoine y Bosshardt MAESTRO

    Se incorporó:
    20 de Marzo de 2008
    Mensajes:
    109.938
    Me gusta recibidos:
    53.040
    Género:
    Hombre
    La alta calidad de la poesía excelente, divino, letras brillantes y sublimes, inmensidad de hermosura.
     
    #9
  10. Luis Adolfo

    Luis Adolfo Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    12 de Febrero de 2015
    Mensajes:
    4.460
    Me gusta recibidos:
    4.007
    Género:
    Hombre
    Hola Sargón , mi boca sigue abierta ante este precioso y preciso romance épico que nos presentas y que te califica como un extraordinario poeta.
    Recibe mi aplauso junto con mi admiración
    Un saludo, poeta


     
    #10

Comparte esta página