Las horas perdidas

Las horas perdidas

¿Ha llegado ya?

No, aún no ha llegado.

Ya debería estar aquí.

Algo debe haber sucedido.

¿No habrá sonado el teléfono
mientras estábamos en el jardín?

Suena el teléfono...

Sí ,dígame...

Escucha, llegaré en unas dos horas; he tenido un imprevisto. Son las nueve, sobre las once estaré ahí.

Al colgar el teléfono comprobó su reloj... Eran las once y un minuto.

Llamaron a la puerta...

Una señora pasaba con una bolsa de basura a la que acompañaba un niño corriendo escalera abajo.

Perdone, son cosas de niños.

Al cerrar la puerta vio colgado sobre el perchero un sombrero viejo de color hueso con una cinta negra y unas letras impresas que decían: "Tus hijos y nietos no te olvidan".

Mamá, la uña está muy dura.

Cómetelo todo hijo.

En el comedor, un niño comía lo que al parecer estaba sobre el plato: un dedo lleno de sangre con su uña medio arrancada. Volvió a mirar hacia la puerta pero el sombrero había desaparecido. En su lugar había un traje de etiqueta colgado del perchero. Encendió un cigarrillo, pero la falta de costumbre, (tan solo habían pasado dos horas), impidió sostenerlo por faltarle el corazón. Cayó el cigarrillo sobre la alfombra y se prendió fuego. Intentó apagarlo, pero se consumió en su traje todo su cuerpo, menos un dedo.

¿Aún no ha llegado? -preguntaron los muertos.