La sombra

No recuerdo cuándo ni cómo llegué, pero al abrir los ojos me he encontrado en la cabaña nefasta y nebulosa del doctor de mi madre. El doctor recomendó tenerla en un lugar aislado para ayudarla con sus problemas psicológicos. Mi madre sufre de unos casos extremos de parálisis del sueño. Muchas hipótesis se han hecho sobre el caso. Algunos expertos afirman que la parálisis del sueño le ocurre a todos al menos una vez en la vida. y que lo que pasa es que el cuerpo despierta antes que el cerebro le haya mandado el mensaje; por efecto, el cuerpo queda paralizado y lo único que se puede mover son los ojos. Por otra parte los espiritistas y religiosos, dicen que esto es obra de espíritus malignos que tratan de llevarse las almas para tener un cuerpo en el mundo humano. Algunos han dado testimonio de haber sentido una sombra sentarse en su pecho inmovilizándoles el cuerpo. Pero el verdadero problema con esto no es que le ocurra a mi madre con frecuencia, el verdadero problema es que siempre sucede luego de haber tenido un sueño lúcido. Volviéndola incapaz de diferenciar realidad y sueño.

Tan solo el entorno de esta cabaña despierta mis más oscuras pesadillas. A través de la única ventana de la cabaña, se ven únicamente árboles negros, como si hubieran crecido con las ramas secas y puntiagudas. Alrededor de la cabaña se escuchan estas ramas tocar las paredes, porque están tan pegadas a la cabaña que parecen abrazarla. Y la neblina es tan sólida que da la ilusión de una pared entre los árboles. El primer piso está adornado solo por una mecedora que se encuentra al frente de la ventana. El doctor ha dicho que los objetos pueden ser la causa de sus visiones. En el segundo piso está el cuarto de mi madre y en el lado opuesto está el baño.

Desde su ventana, Mi madre me apuntó con su dedo índice, flaco y largo como una rama.

—Hijo, ven acá por favor

— ¿Qué pasa madre?

—No sé qué me pasa, creo estar volviéndome loca.

—No madre, el doctor lo dijo, eso le pasa a todo el mundo.

—No entiendes hijo, es real, yo lo sentí…. Lo vi; una sombra.

— ¿Una sombra?

—Sí, estaba….

Se escucharon golpes que venían de la puerta.

¿Quién se aventuraría a este lugar? —pensé.

Caminé hacia la puerta, la abrí, sentí una fuerte brisa de afuera acompañada por la neblina que se metió con el paso del visitante. Era el doctor.

Hola—le dije.

Me ignoró y caminó directamente hacia la mecedora en la que mi madre estaba sentada. Intenté ver hacia afuera, pero las ramas me impidieron ver y cerré la puerta.

-¿Cómo se encuentra? —preguntó el doctor a mi madre.

—Doctor, una sombra, la he visto.

— ¿Una sombra dice?

—Así es

El doctor rio y dijo —Créame señora, esas son alucinaciones. De seguro su cerebro no se ha acostumbrado a este lugar vacío y todavía sigue viendo objetos de su antiguo hogar inconscientemente.

—Pero es que esta vez fue peor, mucho peor.

— ¿Oh sí? ¿Qué le sucedió?

-Cuando estaba soñando me encontraba en un parque. Era verano. El lugar estaba más verde que la palabra y el viento más fresco y limpio que agua en cristal. Luego vi un unicornio que se dirigía hacia mí, se detuvo al lado mío, bajó su cabeza en señal de que lo montara. Cuando lo iba a montar, caí viendo en una milésima de segundos el arrebol y luego desperté. Desperté una vez más a mi pesadilla de parálisis del sueño. Una roca hubiera tenido más agilidad de movimiento que yo en aquel momento. Miré alrededor y vi una sombra que se arrastraba entre las paredes. Cerré los ojos mientras mi cuerpo temblaba. Luego sentí su presencia moverse lentamente entre los dedos de mis pies por debajo de la sabana. Luego las rodillas, el ombligo y finalmente el pecho. Abrí los ojos para enfrentarlo; sudaba y el corazón golpeaba el pecho para que se moviera, pero era inútil. Luego sentí un frío invernal en mis orejas y unos susurros en un lenguaje definitivamente inhumano. Hablaba muy rápido y sus palabras, si palabras eran, no contenían ningún abecedario que yo haya escuchado. Luego pude moverme, como si la sombra me lo hubiera permitido.

Cuando mi madre termino de contar su sueño, noté que esto la afectaba mucho más de lo que pensaba. Una mujer de setenta años se hubiera visto más joven que ella si la hubieran puesto al lado; estos sueños y la parálisis le estaba robando la juventud, la salud, el alma.

Debo decir —empezó el doctor—que lo que me ha contado es… fantástico, pero debe creerme, son ilusiones. Tenga estas pastillas, la ayudarán a dormir mejor.

Gracias, doctor —le dije.

-El doctor caminó hacia la puerta, se despidió y se marchó, perdiéndose de vista tan pronto como dio tres pasos fuera de la cabina.

-Ves madre, te pondrás mejor.

-No creo hijo…. Ven, ayúdame a ir a la cama.

-La guie hacia las escaleras, la ayudé a subirlas y luego la llevé a su cuarto, se acostó. Tomó dos pastillas de las que el doctor le había dejado.

-Nos vemos…. Espero que esto ayude- dijo y cerró sus ojos.

Salí de su cuarto en dirección al baño para lavarme las manos. Abrí la llave del agua. Recordé la escena de Pilatos, cuando se limpiaba las manos de la sangre de Cristo. Tomé una toalla, me sequé las manos, levanté la cabeza, enfocando la mirada en el espejo. Grité con todas las fuerza de mi garganta. Lo que vi era inefable. Corrí hacia el cuarto de mi madre, pero ya no estaba, no ahora. Ahí comprendí que ella no mentía, que ella no estaba loca, que yo estaba equivocado, que era una ilusión, una sombra.

 

Gratas letras.

 

Muy interesante y con sonido de leyenda. Tu obra es envolvente y realista, mágica y concreta.
s constantemente por ambos planos, y por eso se hace totalmente surrealista.
Un saludo.
Rodrigo del Río

 

gracias por sus comentarios.