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Amante tardía

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por ivoralgor, 1 de Diciembre de 2015. Respuestas: 4 | Visitas: 427

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Nadie está preparado para las malas noticias y menos cuando se trata del amor. No estaba en mis planes tener una amante; las cosas se dieron irremediablemente. Los largos cabellos de Charlotte reposaban en la cama. Su aroma llenaba la habitación. Sonreía cuando le tomé la última foto que tengo de ella. Llevaba quince años de casado cuando la conocí. Jugueteaba con las sábanas de satén blanco. No enciendas el cigarro, dijo suavemente. Se deslizó sigilosamente hacia mí. Me besó en los labios agresivamente. Sin dolor no hay placer, le solía decir cuando estábamos en los juegos eróticos. Recorrí su piel a mordiscos. Gemía delicadamente y arqueaba la espalda de placer; temblaba en mis manos, ahogando un “te amo” profundo. Por qué no te conocí antes, dijo. Me encogí de hombros y continué con las caricias.

    Charlotte tenía veintitrés años cuando la conocí. Escuchaba música estridente en un rincón del comedor, era su manera de revelarse del mundo. Así soy libre, decía, la música me hace sentir viva. Mi matrimonio con Itzel no andaba mal, ni mucho menos; pero uno no elige a quién amar. Solíamos platicar en el comedor, tenía una plática inteligente. Prefiero platicar con gente más grande que yo, replicaba, ya saben a lo que le tiran y no se andan con niñerías. Era feliz a su manera. Decía que jamás había amado a nadie, pero siempre hablaba de Ben, su primer novio, con quien perdió su virginidad. Después de todo, me confesó, era un imbécil, sólo quería cogerme. A veces le daba consejos para aceptar a los demás, incluyendo a esos imbéciles, como ella les decía.

    Para sus cumpleaños le regalaba libros, era mi manera de acercarla a mi mundo: el cuento. Nos poníamos a discutir sobre los mismos, sobre los autores y de más. Cuando cumplí los cuarenta años, me regaló un estuche con una pluma fuente con mi nombre grabado. Es por todos esos libros, me dijo, espero escriba algunos cuentos con ellos. No fue difícil hacerlo. Su sonrisa me acompañaba a todas partes; el hormigueo de estar con ella fue creciendo día a día. Una noche tuve un sueño húmedo con ella, cosa que no me sucedía desde hacía ya bastantes años. Imaginaba su piel morena erizada, los pezones pequeños con areolas cafés pálido, la estrechez de su sexo, el aroma juvenil de su pubis.

    Un viernes de diciembre, fuimos a la presentación de un libro de un amigo mío. El teatro Felipe Carrillo Puerto estaba lleno. Nos pusimos a platicar de cosas inverosímiles. Una voz femenina empezó a leer un extracto de la novela. Sentí como, en la oscuridad, las manos tibias de Charlotte se aferraban a las mías. Suspiré largamente. Después de la presentación, tomar un par de copas de vino y comer bocadillos, salimos del teatro. Te llevo a tu casa, le propuse. Asintió con la cabeza. No dijimos nada camino al estacionamiento público que estaba a dos calles del teatro. Nos subimos al carro. No quiero que me lleves a mi casa, dijo nerviosa. ¿Entonces a dónde?, pregunté de pronto. Lo he pensado mucho, contestó, quiero que me lleves a un motel. ¿Estás segura?, dije sin más. Hace mucho que quiero hacerlo contigo, continuó, no lo ves, pero estoy muy húmeda y eso me pasa cuando pienso en ti. Te confieso que me he masturbado leyendo tus cuentos. Mis manos empezaron a temblar. Salimos del estacionamiento y nos dirigimos a las afueras de la ciudad, en busca de un motel. Esa noche supe que la amaba. Ella me condujo a su desnudez, a la humedad que manaba de su sexo, a las caricias que guardaba en su boca, al sudor que escondía bajo la piel. Ese fue el primer encuentro que tuvimos.

    Se puso de espaldas y levantó las caderas. De un solo golpe, ordenó. No sé de dónde agarré fuerzas para hacerlo. Los años no pasan en balde, ya me sentía cansado. Terminé fuera de ella y caí exhausto a su lado. Era la segunda vez que lo hacíamos en un par de horas. Se abrazó a mi cuerpo. ¿En realidad me amas?, preguntó a quemarropa. No había recobrado el aliento cuando le respondí: más de lo que te imaginas. Empezó a llorar. La abracé con fuerza. ¿Por qué lloras?, pregunté preocupado. Esto se acabó, dijo. Un largo silencio acompañó sus sollozos. Me dio un beso lánguido y se vistió con rapidez. No hubo un adiós, simplemente se fue. Recuerdo haber llorado mucho ese día. Estuvo un par de meses más en la compañía antes de renunciar. Tenía razón: por qué no nos conocimos antes. No sé que duele más: un amor tardío o uno que se muere con la monotonía.

     
    #1
    A MP y joblam les gusta esto.
  2. luna roja

    luna roja Princesa de fuego

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    Muy bueno! me encantó!!!!!
     
    #2
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  3. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Aprecio tu sinceridad.

    Saludos.
     
    #3
  4. joblam

    joblam Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Extraordinario relato que hace parte al lector del protagonismo y lo envuelve en la trama erótica y a pesar del final, quedan las ansias de revivir las emociones. Un placer leer tu trabajo y dejar mis cordiales saludos.
     
    #4
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  5. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Es un honor que dejes tu huella en mis letras.

    Saludos.
     
    #5

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