La montaña

Frente a la ventana de su dormitorio tenía la vista a la montaña, imponente. Aislada de la cordillera como un cachorro que se quedó atrás de la camada. El invierno se resistía a retirarse aferrándose a las heladas matinales, no había nevado como en un año normal y las temperaturas comenzaban a ser más altas.

Todos los días al levantarse miraba tratando de penetrar las sombras de la noche en movimiento por la entrada del amanecer la figura quieta de la montaña mientras iba descubriendo el blanco de su cumbre y el azul comenzaba a concentrarse en un cielo pálido.

Su trabajo era siempre igual, dar de comer a los animales, cuidar los almendros, regar las hortalizas, tener la suficiente provisión de leña y preparar su alimento. Al atardecer se sentaba frente a la cordillera junto con la brisa y sus travesuras entre las ramas de los árboles hasta que la cima se cubría de penumbras.

La temperatura día a día iba en aumento, los canales de riego crecían en su caudal por los deshielos y sucedió de improviso, la montaña lentamente iba desnudándose de su ropaje de nieve. Quedó paralogizado cuando descubrió la transformación de la capa siempre alba y faltaban muchos días para el otoño, cada mañana miraba con impotencia su paisaje que estaba cambiando, observaba más tiempo de lo habitual como el verano implacable daba más fuerza al sol. Un día quedaba tan solo un pequeño trozo de mancha blanca sobre la cumbre, sabía que al otro día no habría nada, escasamente el recuerdo de una montaña nevada. En su lecho trataba de dormir, pero su pensamiento era un caos, porque tenía que cambiar, si al iniciar las actividades tenía al frente el contraste del blanco frío radiante con un cielo nublado o despejado. De pronto se vio en la cumbre de la montaña aislada, admirando todo el espacio, el cielo más cerca y con poder de juntar las nubes, los vientos para crear copos de nieve grandes silenciosos que absorbían la soledad, se quedaban para fundirse con los siguientes y lentamente el blanco crecía hasta donde la miraba alcanzaba. Era el creador ansioso de continuar recibiendo los cristales de hielo hasta penetrar en ellos y quedar abrazando la cumbre.

 

¡Precioso!
Me ha gustado mucho.
Abrazos.