Ojiazul.

La joven dama se localizaba en uno de sus cuartos lejanos a la torre, la historia detrás de su preciado lugar era extensa. Éste cerrado sitio hoy día era cómplice de sus más profundos y solemnes pensares. Creció en un mundo voraz, guardando cada golpiza y alta voz en mente. Su único escape era vía escrito, y aquellas cuatro paredes amarillentas eran partícipes de sus melancólicas letras y pequeños dibujos. Pero más que melancolía era un escurridizo rencor y rabia interna. Ella misma sabía de manera perfecta que no era justo. Pero aún siendo presente en ello, otros factores hacían que aquella alma severamente rota, fuera feliz por momentos.
Poseía un sin fin de imaginación, a su corta edad había presenciado crueldades absolutas y comportamientos inhumanos, algunos hacia su persona pero eso no era impedimento de su propia felicidad. Buscaba el lado positivo a la situaciones y a su vez estaba agradecida por lo que hoy día tenía.
Veía lo bello en lo más ignorado, creaba arte con las manos y plasmaba belleza en lienzos y finas paredes. La habitación estaba repleta. Cajas por doquieres, con miles de papeles, pinceles, crayolas, lápices y mantas verdosas.
Tomó asiento en un pequeño sofá desgastado y colocó una libreta sobre su regazo. Comenzó a dibujar nuevamente. En ésta podía observarse un conjunto de personas. ¿Cuál era su principal razón de felicidad? Imaginación, imágenes que ella misma recreaba. En aquel dibujo asomaba un atardecer como fondo, pequeñas gaviotas adornando el cielo, el mar abrazando los pies de aquél conjunto. ¿Quiénes eran? Nada más y nada menos que su familia. Ella y su familia. Éste era uno de sus más preciados y grandes sueños. Era habitual, había creado un sin fin de dibujos como ellos. Solo deseaba pasar una tarde feliz, sin preocupaciones, sin voces alzadas, sin hematomas, sin caras de terror, sin miedo pleno. Y eso la mantenía feliz por instantes, porque aún se encontraba existente un pedazo de esperanza. Aquella alma de ojos azules como el mar soñaba, esperaba y sonreía ante aquél deseo. Pero aún con ello, no evitaba sentir un revoltijo interior y meditaba. Jamás había tenido un momento similar con ellos, ni sonrisas ni alegrías, no había paz.
Solo mantenía la espera y hacía escenas de su tan esperado sueño. Ponía en manos del gran élite que su deseado día llegase. Que por extrañas razones supernaturales en la mente de sus dadores de vida, le otorgasen un momento de felicidad a carne propia. No más imaginación, escritos o dibujos. Quería presenciar.
Y sin más, por milésima vez, la pequeña ojiazul lloró.

 

Maravillosa prosa fixadestiny, es el encierro de tanta gente sufrida, maltratada y vejada pero en medio de ese aislamiento existe la esperanza y alegría en su interior, ese es el punto al que hay que sacarle provecho en la vida, otra cosa importante es que la joven dama "ojiazul" cultivo su espíritu creando arte con sus manos como bien describes, escribir es la comunicación con el alma, las otras artes es un desahogo por igual en comunión con mundo que imaginamos y tal vez anhelamos.
Te dejo mi saludo y admiración por tus escritos

 

Nuestro interior es un universo que nos permite disfrutar momentos agradables. Un placer leer tu trabajo. Saludos cordiales.