Les palmeretes

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Había comenzado el otoño pocos días atrás, pero la temperatura era aún cálida, parecía cualquier día de verano, aunque cierto es, que la brisa ya venía con su aroma otoñal. Se respiraba en el ambiente, el aroma a azahar. Después de haber salido de aquél pequeño pueblo, se dirigieron hacia la costa. Apenas tenían diez o quince minutos de trayecto en coche y el sol aún permanecía destellante.
Él, ya tenía planeada esa visita a la playa, sabía que ella se iba a emocionar al llegar a aquél lugar, dónde había pasado largas temporadas en su niñez. La llegada a ese paseo de cemento, con grandes palmeras en los bordes, edificios altos y pequeñas casas decoradas con motivos marinos, llegaba hasta la orilla del mar.
Le había dado un vuelco el corazón, al verse de nuevo allí, después de tantos y tantos años. Las emociones, los recuerdos, los dulces momentos allí vividos, le saboteaban fuertemente su mente y corazón.
Por unos instantes, se volvía a sentir como aquella niña que jugaba en los alrededores, la niña que tanto disfrutó de aquel mar, del cual, jamás le importaba si estaba en calma o enfurecido, simplemente sentir el salitre, le era suficiente.
Al final del paseo, había una avenida que cruzaba todo el acceso a la playa. Ésta, en su estado más puro, con su propio silencio, con su rugir de olas, se encontraba solitaria. Apenas se veía a lo lejos, un par de ancianos paseando por la orilla, mojándose los tobillos y un hombre sentado en una hamaca, tomando los últimos rayos de sol, mientras un niño jugaba construyendo castillos de arena. Serenidad, transportaba ese ambiente.
Anduvieron muy pocos pasos, cuando se quedaron los dos, con la vista perdída, ante esa inmensidad azul marina. Tras sus espaldas, un edificio de ocho alturas, parecía recobrar vida. Seguía ahí, exactamente igual que ella lo recordaba desde hacía décadas. Pintado en otro color más oscuro, pero sus ladrillos tenían aún grabadas aquellas risas de la infancia que para ella, aún lejanas, eran percibidas como si fueran de ayer.
La brisa, húmeda pero con ese aroma marino que a ella tanto le gustaba, se enredaba en su cabello, se sentía arropada por ese viento tan familiar que le había acompañado hasta su juventud...
La calma. El silencio que se respiraba, tan sólo el murmullo de las olas y el suave soplo del viento permanecían latientes en ese ambiente.
Ahí, en ese lugar, ellos habían vivido su enamoramiento, su historia de amor aún perdurable. Todo amor tiene un comienzo y esa avenida había sido testigo voluntario del delirio activo de ambos. ​

Volver ahí, tomados de las manos con todo lo que el tiempo les había echo cargar sobre sus espaldas.... se sentía con fuerzas, con el ansia, la vitalidad suficiente de resurgir como lo hacen las olas, siempre irrompibles, y no dejarse vencer jamás. Una lucha constante. Un amor verdadero que nació con el sonido del mar, en una juventud inocente... Ahora, en este otoño maduro, las ansias de amor... seguían en pie.

ONICE
a mi sesi

 

Qué bueno amiga, eso de recordar momentos como esos.Esta prosa te ha salido bordada ONICE, , ojala nos regalaras mas vivencias y recuerdos como este.De vez en cuando es bueno recordar para ordenar ideas y pensamientos, compartelos con los demás, que a muchos como yo, nos gusta leerte.BESOS Y ABRAZOS A MILLARES te quiero mucho niña.

 

Hola,
Excelente historia,
tantas palabras tan familiares,
me identifiqué con tu escrito.
Grato leerte
Saludos y estrellas
¡SONRIE

 

Andaluza, a ti que te voy a decir.... si todo lo que escribo, siempre tú le encuentras el lugar idóneo, y le sacas todo el jugo..... siempre fiel a mis letras..... muackss... sabes de sobra, que si esto está aquí publicado, es por tu tenacidad conmigo. Me subes el ánimo.
Mujer bonita...... me alegra que te hayas identificado, no escribo prosa, para mi es muy complicado, y la prueba de ello está jajajaj.... pero sabiendo que al menos ha llegado a dos personas, bien merecido es para mi, el que estes aqui. de agradecer enormemente.
besos a las dos.

 

Les Palmeretes, El perelló, El perellonet; camí del Saler y L'albufera. Buen marco para enamorarse y revivir cualquier historia de amor, entre la huerta y el mar. Perfecta localización, fiel descripción del ambiente y de los sentimientos de los protagonistas. Me ha gustado mucho el resultado.
Un fuerte saludo.

 

No entiendo porque no comentan esta prosa, verdad es que todos tenemos recuerdos como este¿porque no se decidiran a publicar y comentar prosas como esta? bueno alla ellos , ellos se lo pierden jajaj besos niña, y sigue con estos recuerdos que me fascinan leerlos.ABRAZOS Y BESO GRANDE

 

Emotivo reencuentro en el espacio y en el tiempo. Un placer la lectura.

Saludos.


Pd: (hay un par de errores gramaticales)

 

Esta claro que conoces la zona, Alonso, sorprendida gratamente... y encantada de que te haya gustado.

Andaluza.... tu tienes todos los derechos para ir, venir, decir, callar, dar caña o no jaaj... incondicional en todos mis escritos..... eres grande oju!!

Upbar.. gracias por pasar por este escrito, algo inusual en mi. Revisaré la gramática.

besos a todos.
muacks.

 

Me imagino como cantaba GARDEL, yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno, nostálgico relato el cual lo he acompañado con ese famoso tango.
Un placer y feliz semana.

 

que bosquejo tan hermoso hast tallado en tu prosa mala madre hahahahaha, me gusta cuando te pones así de delicada y dulce, mil besos mi bella madre terca, así te quiero

 

Una narración muy intensa, con buena prosa, que se lee con mucho gusto y se disfruta en su plenitud. Paseo por esa playa que resulta de lo mas grato. Mis saludos.

 

Buena manera de leer, escuchando a Gardel y viendo ese parpadeo- Gracias Gavase por tu grato comentario.

Baby.. tu ya eres de casa!!! no te digo na de na jaja... muackssss.

Luis, me alegra hayas percibido con intensidad esta prosa, que hayas sentido el salitre.

Un abrazo.

 

siempre que paso por esta prosa, me gusta pararme en su comentario... Seguramente por lo cercano por conocer toda esa zona y su hábitat.... Por el hecho de ubicar esta historia de amor en aguas valencianas. Un saludo

 

¡Lo encontré de nuevo! Les Palmeretes. Solemos ir una vez al año a comer al Palmar y a dar una vuelta en barca por la Albufera. Aunque vivimos a unos cincuenta quilómetros se ha convertido en una tradición familiar.
Y cuánta similitud guardan tu relato y mi poema.
Un abrazo de este agricultor entre azahares.

 

Excelente maravilla divina y valiosa.

 

Tal vez, esa similitud, Alonso, es porque las vivimos bajo el mismo embrujo de nuestra tierra. Para mi es muy gratificante, encontrar aqui, no solo a los lectores que se adentran en la lectura, sino el encontrarte, en este caso, y saber situar todo el escenario de la historia. Y nuestro palmar y albufera, que decir, si han sido testigos de tantas y tantas historias . Gracias de nuevo, por releer. Un abrazo.

Jorge, gracias por su visita. Me alegro le haya gustado.
Un saludo.

 

Divinidad del arte maravilloso de las perfectas palabras de soberbia calidad.

 

Gracias Jorge por volver a pasar por esta prosa, rescatarla y releerla.
Un saludo.