La droga

Me gustaría honrar sus conciencias
A tenor de la inconciencia en sus vidas
Y afianzar que el verdugo no me alcance
Por sentir que el precedente me lo impida.

Quiero ansioso ser capaz alguna vez
De superar este tormento sin ayuda
Con el respeto del que conoce ese infierno
Y el sentimiento de quien ama a su familia.

Y en unos años verme entero y sin repudio
Otra vez enamorado de la vida
Otra vez sin la atadura de este vicio
Que sepulta mi discurso cada día.

No hay refugio que te esconda los problemas,
Sino
Un socavón que embarra los sentidos,
Una trinchera que con lluvia se hace lodo y, como todo,
Cede al peso del tiempo sobre la herida.

 

La higiene es amor propio.
La salud.
Y la limpieza.
La organización.
La intendencia, y el economato.


Las adicciones son una muestra de amor propio, sucio.
Viciado.
Vicioso.
Torcido.
Encorvado.
Malévolo.


Pero son amor propio, también. Substitutivo de un bienestar que no ocurrió.


O sea, sufriste una decepción.
No fuiste titular, sino suplente.
Fuiste personaje secundario.
Prescindible.


Y eso te supo mal.

 

Gracias Maramin, por tu bienvenida.
Respecto a Nommo, me resulta muy curiosa tu reflexión sobre mis letras, tanto por las pinceladas de certeza y coincidencia que asomas, como por la firmeza y seguridad con que supones mi circunstancia. Sólo consigo darle sentido a tanto casual imaginando que tienes cerca el ejemplo, o en ti mismo.
Gracias por vuestro tiempo

 

Es que fumo tabaco, compañero. Y es superior a mis fuerzas.