No valgo nada.

Me acuso de haber pecado,
de haber pisado las flores,
de haber roto el silencio,
de profanar el llanto de un niño,
de darle la espalda al viento,
y huir de la lluvia en primavera.
Y es falso, ¡nunca robé la luna!
fué mentira; y, por si fuera poco,
¡me vendo por un beso!,
por un beso de mujer.
¡No valgo nada!

 

Yo sí valgo. Por lo menos, un millón de dólares americanos.
Es como varios pianos, juntos.
¡ Muchos pianos !

 

Se despertarán al alba, y sus cánticos levantarán el vuelo, hacia una jungla de misterio, con sus árboles, su casita de chocolate, sus arroyuelos, su cielo azul..., buscando un director de pianos que ponga orden en tanto blanco y negro, en tanto amor y en tanto desengaño, en tanta osadía y en tanto miedo..., en tanto vibrar y en tanto silencio. ¡¡Brindemos por los pianos!!

 

¡Ay, si fuésemos capaces de saber lo que valemos! Pero eso no está a nuestro alcance, solo Él lo sabe.
Un placer haber pasado por tus versos, querido Manuelo.
Abrazos.
Salva.

 

Gracias por compartirlo!

 

Gracias Luz. El Creador ha puesto tanta belleza a nuestro alrededor que ni la vemos, o la despreciamos. Un abrazo.