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Unidad Omega

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por xantos123, 6 de Agosto de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 832

  1. xantos123

    xantos123 Poeta recién llegado

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    El rayo destructor alcanzó la superficie perlada del vehículo blindado, el agujero lo atravesó de parte a parte antes que una explosión lo destruyera por completo. Nadie dijo nada, los gritos apagaban cualquier discusión sobre la táctica que se debía emplear ahora. Después de dos días en espera, la unidad estaba estancada entre las ruinas de un viejo almacén que en otros tiempos mejores había sido a todas luces una prospera industria de ensamblaje de velocímetros. La situación era desesperada, habían destruido el objetivo pero el enemigo rodeaba el perímetro y ahora, después del disparo, conocían su localización. El teniente tomó una decisión, dividir la unidad, por señas ordenó a García que le siguiera, mientras el resto de la unidad se arrastraba por la ruta de escape intentando sortear a las unidades enemigas. Varias granadas de gas hipnótico fueron lanzadas en todas las direcciones, al tiempo que el teniente se ponía a los mandos del aerovolador. En unos segundos el aparato se elevó unos metros del suelo y con un brusco giro salió disparado hacía el cielo en dirección a la línea del frente oriental. Todos sabían que era un suicidio, pero todos sabían que para salvar a la unidad debía existir un señuelo que atrajera la atención del enemigo. Pronto los disparos llovieron sobre el aparato, ligero como una avispa y también veloz, se remontó sobre la ciudad destruida y empezó a coger velocidad. García a la izquierda del teniente se encargaba de disparar las armas del aerovolador intentando que ningún misil se acercara a la nave. El blindaje sirvió durante los primeros minutos, pero no podía durar, esquirlas de balas y rayos chocaban contra ella deformando poco a poco el metal. Pronto uno de los motores de fusión empezó a fallar, el aerovolador empezó a descender, el teniente presionó el botón de los amortiguadores magnéticos intentando estabilizar la nave, pero sólo logró hacer más lenta la caída. El ruido era ensordecedor, luces y truenos bailaban sobre el cielo encapotado del atardecer mientras el aparato avanzaba sobre las líneas enemigas, cada vez a menos altura, cada vez más cerca de las baterías enemigas, cada vez más próxima a su irremediable destrucción. Entonces, García tuvo una idea, el teniente la oyó a través del implante mental que los conectaba y lo más rápido que pudo la puso en práctica. Podía funcionar. Al momento desactivó los amortiguadores magnéticos y lanzó el aerovolador en picado sobre una posición despejada del terreno, en el último segundo antes del impacto activó los amortiguadores a toda la potencia del motor de fusión y el resultado fue el esperado. La nave pareció rebotar sobre el terreno sin ni siquiera tocarlo, salió disparada hacía arriba remontando el vuelo durante unos minutos preciosos que le permitieron llegar sobre su objetivo. La columna enemiga formada por una hilera de vehículos y soldados avanzaba entre los cascotes de las ruinas de la ciudad en dirección al frente. El teniente no lo dudó, el aparato ya no daba más de sí, era un milagro que aún volara y poco faltaba para que se estrellara o explotara. Pero el teniente ya sabía que vendría antes, cumpliendo el último cometido de su misión suicida, enfiló el aerovolador hacía la columna enemiga y se estrelló contra ella, al tiempo que gritaba: ¡Muerte, al enemigo!. El motor de fusión explotó provocando una onda expansiva que destruyó todo lo que había a un radio de varios kilómetros y el hongo nuclear se elevó sobre la ciudad e iluminó las ruinas de la antigua capital del Imperio. El resto de la unidad divisó el espectáculo escondida entre las ruinas y el júbilo reinó entre ellos como una descarga electrizante, revitalizante, o eso creyeron, pero muy bien podía deberse a los estimulantes que absorbían a través de la piel y que sus trajes protectores les proporcionaban regularmente para eliminar el cansancio, subir la moral y desdeñar el miedo. Estaban vivos. La luz de la bomba cegó los visores de sus trajes en un instante y unos segundos después sintieron la onda expansiva que barrió las calcinadas ruinas, la temperatura debería haberlos matado al momento, pero no lo había hecho. La radiación sólo era un pequeño inconveniente, la zona ya estaba contaminada desde mucho antes y sin sus trajes de combate habrían muerto hacía años. La unidad se acomodó entre las ruinas de otro edificio para descansar y comer algo, sabían que habían obtenido una gran victoria. Apenas pudieron disfrutar del descanso, el nuevo teniente recibió una orden a través del implante que luego transmitió a sus subordinados, una antena de comunicaciones enemiga había sido localizada y tenían que destruirla. Muy pronto se dieron cuenta que desconocían quienes habían sido los pilotos de aquel aerovolador, aquellos héroes que se unirían a una larga lista de desconocidos y grandes patriotas. Sólo sabían que combatían a las órdenes de su teniente y que seguirían haciéndolo hasta que el último de ellos muriera. Todos estaban ansiosos por dar la vida por la causa, aunque hacía tiempo que habían olvidado cual era esa causa, cada cierto tiempo el implante les recordaba sus obligaciones y sus objetivos y para ellos eso era suficiente. Así había sido a lo largo de las últimas décadas desde que las guerras de control mental habían empezado, claro que ellos no lo sabían. El mundo agonizante en el que vivían era una cáscara vacía, un erial de ruinas y contaminación, la antigua vida antes de la hecatombe nuclear había sido borrada de sus mentes hacía mucho tiempo atrás. Ahora, su vida era el combate, la supervivencia, la muerte, una lucha ininterrumpida de años y años que no tendría fin hasta que el último de ellos dejara de existir. Sus mentes esclavizadas anhelaban la liberación que sus cuerpos drogados les impedían alcanzar, nunca lo admitirían pero la agonía que sentían era un tormento inhumano. ¿Cuándo fue la última vez que comieron, bebieron, durmieron realmente?. La máquina les dominaba, eran simples herramientas en el eterno juego de esta guerra. Fue un error crear la máquina, pero sus creadores se dieron cuenta demasiado tarde, justo cuando la máquina los destruyó haciéndose con el control del juego.
     
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