Epílogo

He llegado a unas cruces sin nombre
en campo abierto
y cómo las miro, el cielo se pregunta si llover
o dejar a la vista sus cementos.
Es un aire de otro siglo, el que ahora respiro
y en mis pulmones parece que también hay cruces sin nombre.
¡Cuántas miradas aguantó su madera!
Son memoria desacostumbrada al llanto.
La carcoma, mensajera de los dioses,
esculpe la materia que ya no concibe
primaveras.

Hay un tren
con sus ventanas polvorientas
en el que un día nos vamos a subir
atados al impúdico instinto de manotear
como si llevaramos lejos
las heridas que no caben en el cuerpo.
Hay una guerra que aún se da entre las cruces
y los campos respiran la melodía
de los cadáveres que retornan.

 

Efectivamente, existe un lugar sagrado, remoto... que cuando jugamos a vivir, se nos
olvida que, ha dicho lugar tenemos que retornar; por que "las heridas ya no caben
en nuestros cuerpos" Y luego, claro tomaremos ese tren... Aunque yo prefiero irme
caminando... porque eso es lo que hacemos "caminar" por la vida.

Un gusto haberlo leído. El Gitano

 

Muy bello, saludos.

 

Uffffff eres tremendo poeta, te admiro infinitamente prisi.
Abrazos

 

Me ha gustado mucho, bello e inquietante, ciertamente lo inevitable siempre está presente aunque a veces, la mayoría, nos olvidemos de ello. Un abrazo amigo prisionero. Paco.