Carrusel De Historia

Fugaces como el tiempo mis labios se desvanecen ennegrecidos por la aurora misteriosa de su encanto, postrada en la blanca estela de sus ojos negros, la noche cae sobre el día muerto y a lo lejos las campanas retumban el silencio de sus palabras que como dagas se incrustan en el cielo gris, desangrándolo, de él caen atroces bienaventuranzas que como suaves caricias se clavan firmes sobre mi pecho y sin piedad sus brazos me atan mientras que en el viento palpitan las condenas de sus anteriores muertos, ataviados de mil lamentos reclaman la pureza de su alma en el averno reluciente donde danzan los amaneceres ensangrentados de sus lágrimas y la desesperanza camuflada de amor.

Su boca destrozada se mese en batallas perdidas aniquilando con desesperadas esquirlas las horas de calma, suaves sus manos se esconden en la oscuridad de los engaños como si la frontera entre la piedad y la crueldad fuera la misma, desencaja su cuerpo contorsionándose y alargando sin cesar el hilo del que cuelga ciega y atada a cadenas que carcomen su cuerpo enterrando los miedos y la avaricia de amantes enloquecidos por la sangre que se derrama de su esbelto cuello.

Fija esta la hora del funeral ya los cuervos revolotean sobre la cimera de mi cabeza que se pierde en fugaces destellos de estrellas que brillan en las rasgadas vestiduras de su indumentaria negra, de carmín sus ojos cubren el cielo que palpita cada vez más lento aguardando la historia que jamás se ha marchado, se desangran mis sueños y en el altar su cuerpo se torna frio disimulando las falsas promesas que creyó verdaderas, las espinas del camino han marcado sus pies descalzos y han desprendido su carne, los fieles gusanos de la astucia han envuelto sus heridas de vendas remojadas en sal.

El amor se perdió en la hoguera del infierno mientras mi corazón latía por sus sueños, jamás olvidare el semblante oculto tras los golpes ni las fugaces aventuras que se colgaron en el cielo, pues su alma libre a preferido ser encadenada por voraces tormentas que arrebatan su vida y la cubren del dulce veneno que los sueños derrumbados desprenden de sus heridas.