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Duele /Capítulo 1 /Una flor

Tema en 'Leyendo en voz alta, solo prosas' comenzado por Anaros, 9 de Diciembre de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 820

  1. Anaros

    Anaros Poeta recién llegado

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    Suena el mar, su vaivén relajante con una cadencia serena, infinita. Va y viene la mar trayendo consigo pequeños peces que, atrapados entre las rocas, quedan a merced de los pájaros de plumaje blanco que caen empicados con un apetito voraz y mortal.



    Suena ella risueña con risa nerviosa, irónica e inmensa que le llena de dicha a él, que ve cómo una flor es lanzada a las olas desde la gigantesca roca. La flor vuela en una espiral suave e lenta hasta caer en el agua junto al acantilado, demasiado cerca para escapar. La corriente se muestra rabiosa y golpea la flor contra las rocas.



    Él la mira a ella, que a su vez mira a la flor que antes fue cometa en el cielo, y piensa que el rojo es más bonito cuando baila encima de las olas del mar. Él la observa y se siente nervioso por lo cerca que está del precipicio. A veces medita sobre ello, en cómo se ha convertido en un esclavo atrapado en su voluntad, melancólico y menguado como un niño que se aferra a un recuerdo de algo que le sucedió y que le acercó irremediablemente a la madurez. Mira cómo su cabello rizado cae sobre sus hombros; su nariz diminuta que sujeta unas lentes que le dan cierto aire sabelotodo; su boca grande, tan grande como esos sueños de los que no cesa de hablar, su mentón ligeramente pronunciado y cortado en dos. Son líneas de un rostro suave que forman una perfecta armonía.



    La cruz que dibujan los rayos del sol le ciega y le hace girar el rostro. Es un día plácido, típico del estío, de esos serenos que sólo son interrumpidos por el chapoteo de algún pez que sale a la superficie. A lo lejos ve humo; lejos, al final de la bahía. Se pregunta qué puede ser. “¿Quizás un marinero ahumando pescado?, ¿quizás dos enamorados que están de acampada junto al mar?”.



    Sea lo que sea, le llena de ensoñaciones que hacen el atardecer más ameno. Se siente creador de mundos cuando la tiene a ella, ahí, cerca de Él. Ella está hecha a imagen y semejanza, perfecta desde que nació; perfecta. Y ambos, unidos por el destino desde el primer día.



    Vienen nubes negras, un rayo descarga a lo lejos, las olas se embravecen, se levanta y silba el viento, mientras alza con un remolino su vestido. Entonces él le pide que se acerque. Ella no duda en caer entre sus brazos, mientras observa cómo las olas del mar se vuelven violentas y rompen contra las rocas elevándose, provocando una espuma blanca que todo lo cubre, que todo lo traga.



    "Nos vamos", dice él. "Siempre podemos regresar", responde ella, al tiempo que sonríe con una especie de mueca que sugiere un juego indefinido. La mira, no dice nada. El silencio se apodera del tiempo. "Nada dura eternamente", se dice a sí mismo. Y ese pensamiento le entristece pues su voluntad se obstina en que su amor sea infinito. Ambos se cogen la mano, entrelazan sus dedos, se van.
     
    #1
    Última modificación: 6 de Enero de 2018

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