Incansable.

Lágrimas de metal, que se arrastran
por las calles solitarias, con el viento
fuerte y grave, se van esparciendo en
el aire, contaminando todo con su
aroma a fierro seco y a sangre.

Las pestañas se amontonan en
el ojo -casi cerrado- sin dinero negro
sin luces rojas, sin camiones con
fantasmas atorados, y detrás de las
cortinas de telas de poca monta, hay
gente desilusionada nadando en el
mar invisible de lo que perdieron en
un río de trizas y riñones pestilentes.

A mi, a veces se me olvida el evento
isquémico, y quiero pretender que por
siempre voy a dibujar con palabras
las sombras, las cosas frías, los universos
y las cucarachas, a mi se me olvida el
accidente del cerebro y quiero creer
que, las lesiones nunca van a despertar
que las neuronas no mueren... Y sigue
oliendo a chile tostado.

-Como lo tuestan en todos los otros sistemas-.

Pero esas mismas sombras cobran vida
y se esquivan entre si, entre tu mirada
revuelta de noches con azúcar aplastada
por canciones que han muerto, pero que sigo
teniéndolas vivas, a las que me aferro, a las
que grito, a mi a veces se me olvida la isquemia
entre las tardes grisáceas, entre los domingos
de la iglesia.

Y tú, con tu voz de lobo, tus caderas afiladas
la parte que me gusta, tus ojos ácidos
tus labios con amargura y todo lo que te rodea
entre las larvas de mi vida y las míseras vísceras
del amor café rojo.

Salen los espantos aturdidos del velo que nos
separa, de donde nos derrumba, salen a roer
faldas y pantalones, frascos de especias, frascos
de papillas, botellas de soda y jugo, se lo beben
comen de la basura, andan caminando y flotando
bajito, entre las calles y tus comisuras.

Y todos los paisajes que he dibujado con acentos
y comas, con puntos y bostezo de luna llena de luna
cuarteada y horrible, todos los dibujos de las palabras
se van a guardar en tu caja de la tapa roja, donde
en tiempos antiguos, de polvo, comíamos sonriendo.

Se meten los espantos, corriendo porque viene
la luz, porque sale el día, porque se apaga la noche
porque la tierra se estremece con los cánticos, con los
poemas que Lucifer recita para apaciguar el alma
para apaciguar todo lo que conoce, en el cálido y en
lo helado.

Incansable el latido éste, que aunque sea nada más
una bola de carne comprimida... Cicatrizada.

incansable la mirada de lujuria entre éstas letras
y la negrura de todos los eventos y de la máquina
del tiempo.

 

Hola EBAN:

Gracias por tu comentario, es un poema menos rudo de lo que acostumbro hacer, es más ligero...Que bueno que lo hayas leído más de una vez...


Saludos.