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El muy cabrón

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Alan Cuadrado, 8 de Marzo de 2018. Respuestas: 2 | Visitas: 1187

  1. Alan Cuadrado

    Alan Cuadrado Poeta fiel al portal

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    Todas la mañanas eran más frías de lo que puedo sentir en el presente y es que en realidad al despertarme para ir a la escuela, al lavarme la cara el agua se sentía tan intensamente fría, que podía sentirme como un papel, sensible al tan denso frío del agua, la rutina era tan sencilla, mi madre me despertaba y a veces despertaba a mi madre, aseo, desayuno, uniforme escolar y un camino a la escuela con el recorrido del pueblo acompañado de quienes asemejaban comenzar su rutina y de los gallos cantando, la imagen que causa deslumbro cuando apenas se asoma una punta del sol y alrededor de él una leve neblina que se esfumaba con la vereda de pavimento paralelo a las vías del tren, poco a poco se acercaba el amanecer mientras caminaba, era exhalar vapor que se filtraba por la bufanda, las manos juntas hechas una bola de temblorina, alguno de esos días me tocaba educación física en la primer clase, desde luego la clase para variar la impartía una señora obesa, de mal aspecto pero de implacables exaltaciones imperantes para ordenar los ejercicios de la clase, recuerdo a mi amigo Rubén, siempre hablábamos sobre imaginar al mundo de otras maneras, de imaginar los problemas de casa desaparecer, quizás Santa Claus nos regalara menos pleitos para navidad, menos discusiones, menos gritos, siempre estuve de acuerdo con Rubén en ese sentido, sólo una vez discutí con Rubén, no recuerdo el motivo pero le vacié encima la torta de longaniza con huevo que llevaba para el recreo y pronto se hizo una rueda de niños señalando, riendo y yo con un golpe en la mejilla ya con el coraje invertido en risa, ese día la directora de la escuela me llamó la atención y me dirigió con la madre superiora, la madre me jaló de la oreja y me llevó hasta la fuente del patio trasero a unos cincuenta metros de distancia aproximadamente, la fuente tenía a la virgen María abriendo sus brazos y alrededor unos rosales que me espinaron al atravesar el camino, la madre me dijo que rezara cincuenta aves marías y cincuenta padres nuestros y que pensara bien en lo que había hecho, aún recuerdo que los niños sabían que estaba en la fuente y al regresar al salón de clases mi profesora tenía una cara de pena y lamento, pues sabía que no era un niño complicado después de todo, entonces apenas caminaba hacia mi pupitre y puedo recordar cómo lentamente me iba acercando a mi asiento y todos los niños del salón me miraban y seguían mi paso girando la mirada hasta sentarme, entonces vi a Rubén que se sentaba cerca de mí y a duras penas podíamos evitar carcajearnos de risa, ese momento lo puedo recordar con un tono de humor pero el día que comenzó con la clase de educación física lo recuerdo con un humor de otra índole, pues recuerdo que el último ejercicio para finalizar la clase era dar vueltas por todo el patio comenzando desde un punto y se denominaba a un ganador quien era el primero en realizar cinco vueltas, era un patio grande y a esa edad yo le veía realmente inmenso, la carrera comenzaba desde una línea amarilla pintada justo en frente de una resbaladilla de cemento montada en una figura de pirámide cuadrangular, en medio de uno de los cuadro lados que tenía el perímetro del patio, recuerdo que en ese recorrido se podía pasar por un árbol de limón, un árbol de tamarindo, por una pingüica de la cual había la leyenda que si comías el fruto rojo podrías morir, al menos esa leyenda era muy mentada entre los niños que también decían que se sabía mucho del caso de un niño que quedó loquito por comer unos cuantos frutos de la pingüica, también se pasaba por una plataforma de vidrio templado donde se hacían los ensayos de la clase de danza y nunca faltaba escucharse el huapango de Moncayo reproducido desde una grabadora, también el lado que pasaba a lo largo de la cancha de básquet ball, ahí se hacían los eventos, incluso ahí recibía mis medallas por estar dentro de los tres mejores promedios del salón, ahí también el maestro Gerónimo nos daba clases de música, que en estricto sentido consistía en escucharlo cantar acompañado de su guitarra canciones cómo; el ropavejero, negrito sandía, el ratón vaquero y más, todas ellas de Francisco Gabilondo, al fondo siendo el tercer lado del perímetro se encontraba el lado baldío donde ya no alcanzaba a haber pasto verde, un pedazo de terracería y un muro de ladrillo rojo y al otro lado la autopista con su orquesta majestuosa de camiones y autos, el último lado tenía una variedad de juegos de jardín, resbaladillas, sube y bajas, aros, pasamanos, al pasar todos ellos había un árbol enorme y comenzaba de nuevo el recorrido que también daba frente a los salones, así que dando varias vueltas en alguna de ellas me tropecé en la pirámide, caí de frente, tuve cerrado los ojos mucho tiempo pecho tierra y sentía que el golpe me cortó la respiración con una dolorosa y rasposa sensación en la nariz, me estaban hablando y sólo una niña se acercó a mi me ayudó a levantarme y con preocupación me llevó al salón, iba con la nariz apretada, llevaba una camiseta blanca que se ensució de tierra y mis tenis ya podía ver unas gotas de sangre que se habían chorreado en el camino, esa niña llegando al salón me dio unos pañuelos de papel que sacó de su mochila justo donde se encontraban los estantes donde estaban todas las mochilas, me hizo sentir mejor y esa atención es un gesto que no olvido de mi niñez, entonces salió del salón y me quedé solo esperando a que todos regresaran, pero entonces sucedió aquel inoportuno encuentro, llegó un niño que no recuerdo su nombre, muy degadito de cabello risado, de ojeras profunas con sus ansías pronunciadas y moradas, riendo como gárgola y entonces comenzó a decirme mal habladas como acostumbraba, pero naturalmente yo sabía muy bien ignorarlo así que el muy cabrón agarró las mochilas y comenzó sacar las loncheras de algunos de los niños, pero justó se le ocurrió sacar la caja de pañuelos de la niña que me ayudó a detener mi sangrado, y lo arrinconó en una esquina y comenzó a orinarlas, le dije que dejara de hacer eso que lo iba a acusar con la profesora pero el muy cabrón comenzaba a reírse más y más, estaba por comenzar a hacer lo mismo con las loncheras cuando escuchamos que venían los demás niños, yo comencé a guardar algunas loncheras en las mochilas y justo en ese momento abrieron la puerta para entrar y el muy cabrón dijo – ¿ya vieron lo que hizo él?, se orinó en la caja- en ese momento entré en shock, de la impotencia y del coraje no supe reaccionar y defenderme, la niña que me había ayudado vio los pañuelos y de inmediato volteo a verme, la profesora tenía una cara de decepción y sabía en el fondo que ese niño mentía sin embargo no pude decir nada, así que nos llevaron a la dirección y ahí estaba con ese cabrón esperando el designio de nuestro castigo, el ave maría y el padre nuestro son las oraciones que más recuerdo y creo ciertamente que ese mismo día fue cuando no olvidé ningún detalle de esas oraciones, las dije tanto tiempo que pensaba que no entendía su significado y siendo sincero, aun no entiendo sustancialmente su significado, me pusieron una nota con un recado de la profesora exponiendo el caso a mis padres y del cual me sugerían que mi padre era quien tenía que firmar el recado, del cual me advirtieron que si tenía una nueva incidencia de mala conducta tendrían que citar a mis padres, entonces ese día al llegar a mi casa marchitado, comiendo moscas en la tristeza del camino y el sol radiando sin poder quitar el frío que había sembrado mi mañana, conté a mi madre lo que había sucedido a lo cual mi madre hizo muchas preguntas surrealistas, en las cuales me dejaba muy en claro que no me había escuchado, entonces opté por ya no explicarle, fui directamente con mi padre a que me firmara el recado de la profesora y mi padre totalmente ebrio firmó sin preguntar nada, quizás sin entender y recordar que le había llevado un recado, al día siguiente seguía la polémica entre los niños, incluso unos padres fueron a armar un revuelo sugiriendo que expulsaran a “los niños que se orinaban en las cosas”, que buscaran a un psicólogo eran cosas que se escuchaban cuando la profesora los atendía fuera del salón, a mi sólo me quedaba estar, sin sentir, sin opinar, sin defenderme, ahí estaba presenciando los prejuicios y las burlas de los niños, entonces entregué el recado y de inmediato recibí la llamada de atención de la profesora, esta vez adjudicando que había falsificado la firma de mi padre, nuevamente sin recurso alguno defendí la verdad pero tampoco dije la verdadera razón por la cual la firma salió tan pésima, entonces defendí lo indefendible, me volvieron a poner el recado y nuevamente fui con mi padre a que firmara el recado, esta vez ya pudo firmarlo bien se lo di y ni siquiera lo leyó pensó que se trataba de los acostumbrados citatorios por falta de pago de la colegiatura, entonces ahí quedo estacionada esa mala experiencia en mi niñez, sólo recuerdo también que un día no sé como pero aquel cabrón se trepó arriba de los salones y todos los niños le estaban aventando cosas desde abajo, le aventaban basura e incluso un niño con una escoba le estaba alcanzando para golpearlo, ese día me dieron tantas ganas de arrojarle una piedra pero sólo me quedé mirando, al poco rato llegaron profesores y la directora, ese mismo día fueron sus padres no recuerdo que más sucedió pero al día siguiente ya no estaba en la escuela y se decía que lo habían expulsado, el otro día salí a comprar unos clavos de concreto al súper y en la caja para pagar antes de mi turno estaba un sujeto hablando de cristo y de pastorales cristianos, era una plática muy intensa y a leguas se notaba que era uno de esos sujetos que les gusta que escuchen lo que hablan, dios tiene un momento para ti, te está esperando, yo acepté a Jesús en mi corazón, palabras más, palabras menos entonces se dio la media vuelta y pude ver que se trataba de aquel niño meón, no me reconoció así que siguió hablando con su tono de merolico vendedor de pomadas, y pensé – cambió de religión el muy cabrón-.
     
    #1
  2. GEORTRIZIA

    GEORTRIZIA ♥Niña de los besos rosas♥

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    No pos wao... Así son los ciertas personas... Dicen una cosa de los dientes para afuera y por dentro piensan otra cosa... Así igualito que tu
     
    #2
    A Alan Cuadrado le gusta esto.
  3. Alan Cuadrado

    Alan Cuadrado Poeta fiel al portal

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    :/ ok
     
    #3

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