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La Confesión

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por RaquelLainez1980, 8 de Julio de 2018. Respuestas: 0 | Visitas: 1078

  1. RaquelLainez1980

    RaquelLainez1980 La palabra es una forma más de poder

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    Mujer
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    -¡Ah, ahí estas!. Perdón por llegar tarde, Laura. Había mucho tráfico en la calle principal, no sabes los malabares que tuve que hacer para ganar tiempo y llegar hasta aquí.

    -¡Vaya, vaya, Laura!. No se te escapa nada, solo llego aquí y ya tengo servido el café, mi favorito, un capuchino con una cucharada de azúcar. Te conozco demasiado así como tú me conoces muy bien a mi.-dio el primer sorbo al café.

    -¿Dime porque me citaste en esta cafetería, Laura?-le sonrió-. ¿Sucede algo?

    Laura no dejaba de ver a través de la ventana a las personas que pasaban cerca de la cafetería. Comenzaba hacer frío afuera, sabía que faltaba un mes para la llegada del invierno. Aunque detestaba esa estación del año por no poderse adaptar rápidamente a ese clima. Clavó sus hermosos ojos verdes color esmeralda en su taza de café y suspiro varias veces para sí misma y sonrió.

    -No me sucede nada. Simplemente estoy muy distraída, eso es todo.

    -Te conozco muy bien Laura y tu no estas distraída. No sabes mentir bien. Te conozco desde siempre. Desde la infancia. Y a mi no me vengas con esos cuentos. Sé que eres una mujer que el hermetismo sentimental es tu fuerte. ¡Pero venga mujer no pongas esa cara! Todo tiene solución en esta vida, ¡ánimo!-le guiñó.

    -Ya te dije que no me pasa nada. Solo tuve un día muy pesado en el trabajo. Cada día mas me elevan las metas en ventas y estoy planeando ir a visitar a unos nuevos potenciales clientes fuera de la ciudad. Pero mira que no te has terminado aún el café, tómatelo rápido que se te va a enfriar-le sonrió.

    -jajajaja me encargaras otro, Laura.

    -Tal vez, si te terminas ese primero. Esta cafetería es mi favorita, me encanta el café que sirven aquí. Como tu sabes, todas las tardes después de salir del trabajo vengo aquí para descansar un poco de mi día tan ajetreado- clavó fijamente sus ojos verdes en ella.

    -Lo sé, lo sé. Aunque tu me hables de tu trabajo yo sé que la cita de hoy no es para hablar de eso, sé que te preocupa algo, por eso estoy aquí.

    El murmullo de la gente en la cartería hizo que Laura centrara su atención en ellos. En la mesa de la esquina, una pareja conversaba amenamente, en la próxima; una anciana recortaba una revista guardando los recortes en su cartera un poco desgastada, en un extremo, un mesero servía café a tres mujeres que se reían entre sí. Pensó para sí misma lo hermoso que es ese lugar, un lugar donde las personas se reúnen para conversar de todo o simplemente para cavilar un poco. Se sonrió. Observó detenidamente cada uno de los cuadros de pinturas que daban énfasis al mismo lugar, algunos cuadros con anuncios de los años 50 y 80, y varias caricaturas de famosos cantantes tomando café, ese aroma que a lo largo de los años han hecho que las personas se enamoren más de ese grano y sea predilecto en el paladar de muchos. Cerró sus ojos. El aroma a café no solamente le daba esa sensación, sino algo más. Pensó en él.

    -¡Laura, Laura! ¡Dime por dios santo que te pasa! Porque estas tan triste. Han pasado tantos años y no creo que aun sigas pensando en él.

    -Tan bien me conoces, a ti nunca te puedo engañar-se le quebró la voz.

    - Siempre fuiste así desde pequeña, te comprometes mucho con las personas, te entregas demasiados a ellas, no eres capaz de no decir no. Siempre ves el lado bueno a vida, amas demasiados a las personas y te da miedo cuando estas se van. Nada es para siempre. Nada es eterno, Laura.

    Con ambas manos sostuvo su taza de café, observó detenidamente el color ébano de su café inhaló fuertemente el aroma, ese aroma tan estimulante como deliciosa que hizo que Laura se mordiera los labios. Recordó en las ocasiones que venía con él. Se sentía feliz solo estar a su lado. También esa cafetería era su lugar de encuentro. Su Idilio. Recogió su cabello y se hizo un moño, se sentía incomoda y pensativa, hacia varios años que trataba de olvidarlo. Trató de arreglarse el flequillo de su frente para disimular su tristeza.

    -Aun no puedo creer que sigan con eso-suspiró. Te escucho.-la vio con ojos de madre. Siempre sabes que puedes contar conmigo.-Se inclinó hacia Laura y con ambas manos tomo las de ella. Sabía que tenía miedo, se le veía en esos hermosos ojos verdes. Entendía que Laura siempre seguiría siendo esa niña soñadora e ingenua pero con un gran corazón.

    La primera vez que la vio estaba sentada en un columpio, sola y triste. Era una niña de pocos amigos, los únicos amigos eran los personajes de sus libros, de héroes y princesas, de honor y lealtad, de hadas y duendes. Personajes míticos y fantásticos. Una fantasía que para ella era realidad. Al verla ahí, sentada y sola, observó más detenidamente a la hermosa niña de cabello castaño claro, de mejillas redondas y rojas; de labios dulces y rosados y un verde esmeralda que enmarcan sus ojos grandes y profundos como el bosque en plena estación primaveral. Se acercó a ella de forma tan sigilosa para no asustarla. Al verla, Laura levantó su rostro triste y sonrió. Laura nunca pensó que vería a un ser tan hermoso como ella. Emanaba un aura tan misterioso como en sus cuentos en los libros. Pensó que era una princesa o un hada, pero no importaba, porque ella la necesitaba.

    -Ya te dije Laura, te escucho-mientras le daba el último sorbo a su café.

    -Tienes toda la razón, aun no lo puedo olvidar. Aunque haya pasado varios años, aun sigo amándolo. Aunque me haga la fuerte, aunque pienses que soy indiferente, me es difícil de olvidar.

    -¿Quieres volverlo a ver?

    -No

    -¿Y entonces? Aun no te entiendo Laura.

    -¿Cómo volver a ver a alguien que te causo daño?-masculló.

    -Más por eso ya te habrías olvidado de él.

    -Ni yo misma me entiendo, es un meollo en mi cabeza. En ocasiones consigo por un momento quitármelo de la cabeza, pero por las noches me hace falta su presencia, su calor y sus besos. Abrazo fuertemente mi almohada para fingir que es él. Me hace falta ver su sonrisa, verlo animado con sus trabajos, me acostumbré a sus manías, a sus cambios de humor, y a las largas caminatas por el parque y a sus famosísimos emparedados de pavo.-se sonrió.

    -No tienes remedio, Laura-suspiró.

    -Lo sé, lo extraño, no lo puedo negar. Ya te dije, me hace falta.-estrujó la servilleta. Aunque debo aceptar que pase buenos momentos a su lado. No fueron perfectos. Pero fueron hermosos. Esos momentos siempre seguirán dentro de mi.

    -¡Vaya! parece que te dejó buenos recuerdos.

    -Sí, pero a veces pienso que él aparecerá. Parece loca la idea, pero es así. En mis sueños aparezco como una eterna primavera despierta en mi ventana. Acurrucada en el ventanal observo detenidamente a una niña desojando la noche en la espera impaciente de la llegada de la aurora. El viento trae consigo un desfile de flores de cerezos y sin más; su silueta esbelta comienza a parecer, me sonríe y luego se va. Trato de alcanzarlo, pero al tocarlo, se desvanece como el humo y me quedo repitiendo su nombre como una letanía.

    -¿Qué es lo que más extrañas de él?

    -¡uf! Son tantas cosas. ¿Quieres otro café?

    -No, gracias Laura. Con este esta bien. Pero dime cuáles son esas tantas cosas.

    -Extraño verlo a los ojos. Son realmente hermosos como el color del café, aunque a él no lo haya creído así. Son muy grandes y expresivos, a través de ellos podías ver la profundidad de su alma tan cálida, pero también podías ver su orgullo y vanidad, que en muchas veces se dejaba influenciar por ellos.

    -jajajaja ¿solamente extrañas sus ojos?

    -No solamente eso, sus labios-suspiró. Cada beso que me daba, era como quemar mis labios contra los suyos, sentía que me cortaba el aire, tan delicados pero a la vez con una fuerza tan arrebatadora e insolente totalmente tolerante de placer.-rozó sus dedos entre sus labios.

    -¡Vaya! Lo recuerdas muy bien-sonrió con picardía.

    -Por supuesto que lo recuerdo bien. Fui volcán estando en sus brazos. Fui corazón encendido cuando él me llamaba. Quiero confesar que me dejo mil caricias en mis manos. En sueños me escapa con él, me hacía viajar a otros lugares fantásticos, aparecía como niña desnuda que venía de algún lugar jugando y podía palpar cada cosa dicha por él. Pero un día se marchó-presionó su mano contra su pecho.

    -¿Por qué se marchó? ¿Qué pasó Laura?

    -Aun no lo sé con certeza, pero me prometió volver.

    -¿Y no lo hizo, verdad?

    -¡No!-sus ojos se llenaron de lágrimas.

    -¿Y alguna vez intentaste buscarlo?-la miró inquisitivamente.

    -Sí

    -¿Por qué lo hiciste, Laura?

    -Porque quería saber si aún había algo que rescatar de lo nuestro. Si aún sentía algo por mi. No quería darme por vencida de que todo haya terminado. Quería saber si tenía alguna oportunidad. Si quedaba algo.-sollozando cubrió su rostro con sus manos.

    -Así que lo buscaste y lo encontraste. ¿Comprobaste algo en tu viaje?

    -Quise arriesgarlo todo. Hice el viaje. Nos encontramos y…-mordió sus labios.

    -¿Y que, Laura?

    -Sus ojos me dijeron adiós.-se abrazó fuertemente para no gritar. Sus manos pronunciaron su olvido y mi corazón se quebró. Su beso tan frío en mi frente me dijo que ya no me amaba. Era otro hombre que estaba parado frente a mi. Me dolió tanto su abrazo porque era la señal que nunca más lo volvería a ver. Ahora sé porque nunca el vino por mi.

    -¿Era por otra mujer?

    -No

    -¿Porque entonces?

    -Porque él nunca me amo. Creo que lo idealicé demasiado. Una ingenua al amar. Puse todo lo que tenía, puse mi corazón en su pecho y mi cuerpo en sus manos. Debo de confesarlo, creo que me equivoqué.-apartó la taza de café hacia un lado.

    -¿Te arrepientes?-tomó a Laura por la barbilla.

    -¡No!

    -¡Así se habla!. Ya es hora que vayas aprendiendo muchas cosas de la vida y en el amor. Las experiencias son muchas, no hay buenas ni malas, al final lo que te deja; es una cátedra de todo. Así que las decisiones que tomes en el futuro serán más sabias y precavidas. El tiempo será tu maestro. Sé que saldrás adelante Laura. Ya no existen los héroes y princesas de tus cuentos, al final; son solo fantasías en tus libros. Así que no vuelvas a idealizar a alguien, si lo haces es porque está en tu imaginación, no existe, nunca será una verdad. Ya no hablemos más de él, porque si sigues así, esta conversación no existió.

    Laura se levantó de su silla y se aproximó hacia un mesero. Regresó a su mesa y se sentó. Tomo su bolso, saco un espejo; al verse en el espejo se sintió avergonzada, se le había corrido el maquillaje por tanto llorar. Comenzó a maquillarse para borrar lo corrido de sus lágrimas. Pensó que ya era tarde. Observó por la ventana que ya era de noche, vio su reloj de mano, marcaban las 07:30pm. Cerró sus ojos y comenzó a cavilar la conversación. Una voz la desconcentró, asustada giró su cabeza hacia él. Era el mesero.

    -Disculpe señorita, aquí tiene lo que me encargó.-le entregó una bolsa y un café para llevar.

    -Gracias, cuanto es la cuenta.

    -Me encargó un café para tomar aquí, dos roles de canela y un café para llevar. Son 120 lempiras.

    -Aquí tiene joven, gracias por todo. ¡ah! Otra cosa, a que hora cierran hoy.

    -A las 08:00pm señorita-le sonrió el mesero.

    -Gracias joven.

    -Estamos para servirle señorita.

    Se dispuso a salir de la cafetería. Vio a los lados ya no había nada de gente en las calles. Se abotonó bien su abrigo. Y se maldijo por no soportar el frío. Observó hacia arriba y vio lo reluciente de las estrellas. El cielo estaba despejado. Las lámparas de las calles alumbraban los caminos de los transeúntes.

    -Odio el frío-se dijo a sí misma.

    -Aunque las estrellas dan luz en esta noche tan negra, aun pienso que la oscuridad no es lo mío. Odio la noche, me hace sentir muy triste y sola.-sacó un cigarrillo de su bolso y lo encendió. Hace poco comenzó a fumar Laura, desde que él la dejó.

    Su silueta se reflejaba mientras caminaba al pasar cerca de las lámparas. Sabía que no quería caminar sola a su casa. No había nadie quien la esperara en casa. Laura se detuvo, se sonrió, pues le daba gracia el sonido de sus zapatos al caminar. Siguió cavilando sumergida en sí misma, en sus propios pensamientos, ya no tenía un rumbo fijo, pues el camino que tomó, no la llevaría a su casa, pero no le importó. Siguió caminando ya que había perdido su propio camino hace mucho tiempo.
     
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    Última modificación: 9 de Julio de 2018

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