Y una noche de fieras enfurecidas

Y una noche de fieras enfurecidas
los niños treparon a los pechos

de sus madres
​

mientras las vírgenes brillaban
como luciérnagas
a la orilla del río de la vida
cruda y fría que los acompaña,

manadas de mentiras
cabalgan por sus mejillas
junto a sus lágrimas amargas,

Ana, lo más chiquilla,
llegada de no sé qué
isla fantástica
(ella dice que americana)

vende su alma a cambio
de un poco de agua
y unas migajas de pan de cebada.

Una noche de fieras enfurecidas.

 

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