Canto enfermo II

Lánzate al abismo.


Da ese paso ciego que te separa de lo inexplorado.


Cae dentro de ese pozo


al que tanto has temido.


Devora tu miedo.


Mastica y escupe tu cobardía.


Lánzate al abismo.


Abre una herida.


Sangra.


Purifícate.


Tensa la cuerda,


alimenta las notas de tu canto enfermo.


Llora si quieres, en la oscuridad,


lame tus llagas,


levántate del sepulcro,


contempla esa nueva cruz,


vuelve a caer sobre la cuesta del Gólgota,


empuña el martillo y bendice los clavos.


Suspéndete entre cielo y tierra.


Aplasta tus fracasos,


reposa lo justo y de nuevo resucita.


Lánzate al abismo.


Tal vez no haya manos que te detengan.


Tal vez solo haya dolorosas piedras.


que no te importe la incertidumbre.


Entrégate al vértigo.


Aprende a volar.


Lánzate al abismo, llénate de el.


El esta en ti.


El eres tú.


Contempla el reflejo que proyecta


el lago de tu alma,


cuna de llantos pasados,


cáliz de cantos enfermos,


mudos de tanto gritar.


Arriésgate una vez.


Traza las líneas de batalla


y ve más allá.


Olvida lo aprendido.


Purifícate.


Cae en pedazos, devorado por la fiebre,


arcilla fatigada,


quebradiza en su flaqueza.


Que importe nada.


Purifícate.


Recoge tus pedazos


y aprende a renacer.


Canta un canto nuevo,


arranca tus labios,


quema tu alma y dispersa la ceniza,


polvo enfermo,


delimitando el abismo.


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