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El jardinero - relato corto

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Manolo Martínez, 14 de Enero de 2019. Respuestas: 2 | Visitas: 343

  1. Manolo Martínez

    Manolo Martínez Poeta fiel al portal

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    El jardinero


    I


    No recuerdo si activé la alarma del reloj despertador, simplemente sé que debo madrugar y levantarme a las seis. Fueron tantos, que ya no recuerdo cuántos años pasaron desde aquel primer trabajo que tuve de jardinero; tampoco cuándo me tocará jubilarme. Sólo sé que el reloj me sonará a las seis, como siempre a las seis y llegará como todas las mañanas el muchacho alto de barba crecida, al que no le sé su nombre, pero al que yo llamo “Paco”, que viene a acompañarme en mis tareas.


    Lo extraño es que ya es de noche y mi querida Amanda no viene a acostarse todavía. No importa, aún no tengo sueño, por lo que la esperaré hasta que me venza el cansancio; en cualquier momento se desocupa de sus quehaceres y viene.

    II

    Los años pasan imperceptibles cuando se trabaja duro y sin descanso. Lo que sí percibo constantemente es que a veces me canso, me duele muchísimo la espalda, mis piernas no me responden como debieran y en ocasiones escupo sangre; también, que he dejado de ver a varias personas amigas que su sola compañía me resultaban gratas. No sé dónde estarán; a veces las extraño.

    También están las otras, las que por una cuestión u otra me humillaron y me hicieron mucho daño sin yo merecerlo. Pero en todos los trabajos es igual: encuentras personas buenas y malas.

    III

    Ahora, hasta que me reintegre nuevamente a mis actividades habituales, estoy desempeñando otras funciones en mi hogar; sólo tengo que coordinar mis tareas con dos o tres operarios, entre ellos, los dos muchachos que siempre están, ya sea de mañana o de tarde. Uno, realiza tareas de mantenimiento; el otro, provee los insumos y las herramientas. Así, de esta forma, yo trabajo tranquilo sin que nadie me esté gritando ni ande mandoneando. Soy el jefe de mí mismo y trabajo solamente hasta que me canso.

    IV

    Ya se fue el muchacho que viene de mañana, el que tiene la barba crecida al que yo llamo “Paco” y ha llegado el otro joven, el que es más petiso y usa lentes como yo, al que yo lo llamo “Pepe”. Siempre me pregunto a mí mismo quién será… pues, después de saludarme, entra y sale del comedor, me mira de reojos y de tanto en tanto se me acerca a preguntarme si necesito algo.

    Este muchacho, siempre viene por las tardes, a eso de las tres y se queda a acompañarme. Luego de limpiar sus lentes, prende el televisor, trae revistas, cocina comidas ricas para la cena, se lleva mi ropa a lavar y hasta me ayuda a veces a tender la cama. Supongo que luego debe entregar todas mis prendas para que mi Amanda las lave, ya que ella siempre se encarga de esos quehaceres.

    Me sorprende ver que, todo lo que el tal “Pepe” hace en esta casa, absolutamente todo, lo realiza con mucha dedicación y esmero. Al verlo yo trabajar así, no me animo a preguntarle nada y me quedo simplemente callado. Me pregunto quién será este muchacho; por las noches se queda a dormir en el cuarto de al lado y por las mañanas temprano se va después de desayunar, cuando llega nuevamente el otro muchacho, el de la barba crecida y espesa, al que yo llamo “Paco”.

    V

    Este otro muchacho, el tal “Paco”, parece que también maneja las llaves de esta casa pues llega muy temprano, casi al alba, para después de saludarme, despacito dirigirse directamente a la cocina a preparar café. Pone como siempre el mantel, los individuales, tres tazas, saca pan o bizcochos de una bolsa y sirve el desayuno para todos.

    Ninguno de los dos, ni el tal “Pepe” ni el tal “Paco” sospechan o saben que me aprendí sus rutinas: que uno llega y al momento el otro se va. Yo, para no incomodarlos con preguntas, como los veo tan atareados, no les digo nada, solamente “gracias muchacho” a uno y “gracias muchacho” al otro. Yo me quedo tranquilo y parece que ellos también.

    VI

    Tiempo atrás, según lo que recuerdo, antes de que vinieran estos dos muchachos, venían otras personas, otros operarios, los cuales apenas si me saludaban, además parecía que no les gustaba la jardinería por lo que me trataban un poco mal. Por eso, a estos dos muchachos que se preocupan tanto les agradezco todo y se los hago saber cada rato.

    Me preocupo por mi Amanda; no sé por qué se tarda tanto y no ha llegado todavía. Me gustaría que ella, quien es muy agradable y sociable, conozca a estos dos muchachos que son tan buenos y atentos; que también ella pruebe esos desayunos y esas comidas sabrosas que ellos preparan que, por cierto, tienen un gusto muy similar a las que ella prepara. Seguro que en algún momento mi Amanda los conocerá...

    VII

    Ha vuelto el muchacho que me acompaña por las tardes trayéndome, según él, mis lentes. No sé para qué los trajo si no voy a leer. Me dijo que me los había olvidado en su departamento. Debe ser que alguna vez conocí su casa y no recuerdo. Yo pienso, por la forma y la libertad en la que se maneja, que conocía cada parte de esta casa y sabe que yo soy el jardinero o encargado aquí. Algún día le preguntaré sobre este tema que me tiene medio desconcertado: mis lentes, su departamento… me quedé pensando…

    VIII

    Lo único que hago por las tardes en mi hogar es mirar este extenso patio sembrado de espeso pasto, el cual está rodeado de paredes pintadas de blanco, varios faroles, con verdes enredaderas que trepan por ellas y canteros con plantas y flores hermosas.

    Al fondo, hay una galería con techo de madera color cedro; cuando me quedo solo por las tardes, la frecuento para buscar herramientas o sentarme a esperar a mi Amanda, a quien espero a veces durante muchas horas.

    “Qué pasa amor que no llegas y tardas tanto” …

    IX

    El muchacho alto, el que viene por las mañanas y yo llamo “Paco”, me nombró el jardinero oficial de este jardín; yo acepté el cargo gustoso, pero le aclaré que sería hasta el día que me reintegre a trabajar porque no tendría ya tiempo de cuidar las rosas que le gustan a mi Amanda. Él aceptó.

    ¿Para qué serán los lentes? ¿Desde cuándo uso yo lentes?... si para trabajar en el jardín sólo necesito un par de guantes, una palita, un rastrillo y la manguera con el regador. El pasto lo corta el muchacho que viene a quedarse conmigo por las tardes y me deja todas las demás tareas para mí. El fondo de esta casa lo siento como mío. Allí la espero a mi Amanda, la cual tarda en llegar, pero que en cualquier momento viene y se queda a compartir esta tarde conmigo…

    X

    Ha llegado la señorita que siempre me visita. A ella no le puse ningún sobrenombre. Siempre se cruza y dialoga con los dos muchachos que se turnan de mañana y de tarde. Es muy apuesta y cordial. Llega siempre todos los fines de semana o a veces también los días miércoles por la tarde.

    Cada vez que la señorita viene, me regala algo. Es asombroso, como si le dijera lo que me faltase. Siempre me obsequia algo: una camisa, un par de medias, una loción… y justo, ¡qué casualidad!, ese regalo es de mi necesidad.

    Esta vez me trajo un enterizo azul y me dijo que lo compró en la tienda, sección indumentaria de trabajo, tipo mameluco, de los que yo uso siempre, con muchos bolsillos para colgar herramientas y mis pañuelos de papel por si se me da por llorar; pareciera que ella ya sabe que me pongo triste cuando espero a mi Amanda y misma no llega…

    XI

    La señorita que me visita siempre sabe de mis gustos; en especial, todo lo relacionado con la ropa de trabajo. Parece ser, que se pone de acuerdo con el muchacho encargado de la proveeduría, el que llega de mañana. Por cierto, no sé cómo andarán con el tema presupuesto, por lo que no me animé a pedir que me compraran nuevos guantes ni tampoco nuevos floreros, como los que están en la mesa redonda de la galería, para allí poner las rosas rojas que tanto le gustan a mi Amanda.

    Como hago siempre con los muchachos, a ella también le digo: “gracias señorita”.

    Ella se queda mirándome un ratito largo y se despide con un beso y un abrazo.

    XII

    Parece que estos dos muchachos conocen a Amanda. Al pasar, me dijeron que me quedara tranquilo, que ellos le llevaron flores de mi parte. A mí me pareció muy raro puesto que yo nunca les mencioné el día del cumpleaños de mi Amanda, fecha que aún no ha llegado; y ellos le regalan flores… y más aún ¿de mi parte?

    Tal vez fue ella la que les contó, que yo para su cumpleaños le regalo únicamente flores, que representan el inmenso amor que le tengo.

    Pero si no la conocen a mi Amanda… o tal vez sí y no me lo habrán dicho… cómo será todo esto…

    XIII

    La señorita que siempre me visita los miércoles y fines de semana, el otro día me llevó en su auto. Me dijo que iríamos al médico por el tema de mi espalda. Yo acepté agradecido puesto que en el otro trabajo donde me desempeñaba, a ellos no les importa si te duele algo o estás enfermo; lo único que les interesa es que uno trabaje sin descanso, aún en inferioridad de condiciones físicas.

    Iba manejando un señor bien gordo, que cuando llegó a buscarnos me abrazó tan fuerte que casi desarma mis huesos. La señorita me lo presentó como su esposo. También iba en ese breve paseo, además de la señorita sentada en el asiento del acompañante, en el asiento de atrás y al lado mío, el muchacho de barba crecida que llega por las mañanas, que también usa maletín; parece que se conocía muy bien con el señor gordo que manejaba, porque charlaron todo el viaje y se ofrecieron cigarrillos y chicles; los tres hablaban del tema de un médico y de un señor que siempre nombran; debe ser alguna persona que debe estar muy enferma, porque por momentos cambiaron la cara. No sé por qué, pero de un rato a otro se pusieron serios y hasta apagaron muy rápidamente sus cigarrillos.

    XIV

    Los dos muchachos, el “Paco” y el “Pepe” como yo los llamo, y la señorita que me visita los días miércoles y fines de semana, hoy cambiaron sus rutinas. Para mi sorpresa, se presentaron juntos muy temprano y expresaron el deseo de acompañarme.

    Me dijeron que iríamos a la clínica. Unos momentos antes, prepararon un bolso con mis pertenencias y luego cerraron la casa con llave. Lo curioso es que mi Amanda, quien no ha llegado todavía, como si fuese en sueños, anoche me indicó el lugar donde dejé guardado todos mis documentos y carnets; me dijo que me esperaría en el sanatorio, que ella estaría allí. Fue un sueño tan clarísimo que aún lo recuerdo…

    XV

    Al llegar a la clínica, unos de los muchachos, el de barba crecida, llenó todos los papeles relacionados con mi internación y luego, entre todos, me dijeron que me despreocupara del tema.

    Allí me sacaron sangre, me hicieron análisis y estudios de todo tipo y, ahora que todo esto pasó, me estoy dando cuenta realmente que me encuentro enfermo porque no me siento nada bien.

    Lo que no quería contar a nadie para no preocupar lo terminaron sabiendo: cada vez escupo más sangre y me duele todo el pecho; por este motivo me van a internar. Me puse a pensar y decidí que voy a tener que pedir disculpas puesto que se quedarán por un tiempo sin operario en jardinería; con lo complicado que es conseguir una persona que quiera el jardín y las plantas como yo…

    XVI

    Y fue como me lo dijo anoche en sueños: ¡por fin llegó mi Amanda, por fin llegó! Valió la pena esperarla todo este tiempo; se presentó toda bella y arreglada, con su vestido blanco con flores azules y verdes, el mismo que vistió en la Oficina del Registro Civil el día de nuestra boda. Está muy contenta. Me dijo que tenía todo preparado. Que también me había extrañado todo este tiempo. Ella, como siempre, tan previsora y pendiente de mí.

    XVII

    Me llegan tantas sensaciones… el rocío de la mañana, el susurro del viento por la tarde… la melancolía de los otoños pasados… las heladas y las podas del invierno… el milagro del brote en primavera… la lluvia y el granizo del estío…

    La veo clarita y bella; mi preciosa Amanda está paradita al lado de la ventana y me pidió que no dijera nada de su presencia.

    XVIII

    No me hace falta ser médico para darme cuenta que las cosas no están bien y que me queda muy poco tiempo de vida; me basta sentirlo en el cuerpo. Por ese motivo, mientras mi Amanda me espera paradita al lado de la ventana, he querido llamar a estas tres personas para agradecerles por haberme atendido tan gentilmente durante estos últimos años, me refiero a los dos muchachos y la señorita.

    XIX

    Amanda, desde el costado de la ventana, como hace tiempo no la veía, se ríe con una alegría sin igual; junta sus manos, mira a estos tres chicos que me trajeron hasta aquí y ríe… no deja de reír…

    No comprendo aun lo que pasa, como tampoco ese destello de luz que pasó recién tan de repente por mi mente; lo que sí percibo, es que me dejó el alma llena de paz y tranquilidad…

    XX

    ¿Por qué se sorprendieron?, ¿por qué lloran?, no lo sé… lo único que hice fue llamarlos por sus nombres; sí… la única forma de llamar a mis angelitos es, como debe ser, por sus nombres.

    Ellos, mis tres pequeños retoños que convirtieron mi vida en una eterna primavera junto a mi Amanda, se encuentran en estos momentos a mi lado…

    XXI

    Veo cada tallo, cada hoja, cada flor… el bebedero y los gorriones… los insectos, las luciérnagas, las hormigas… me veo allí podar, allí sembrar, allí regar… sí… sí… siento las fragancias, veo los colores, el agua clara… tanta vida secreta y silenciosa contenida en mi jardín…

    No sé por qué aún siguen llorando al escucharme, si tan sólo les he pedido que se acercaran a mi cama como lo hacía yo en las suyas cuando pequeños.

    Se los pedí de esta forma para decirles lo que siento en mi interior en este momento: “que Amanda y yo los amamos mucho, muchísimo, que siempre estaremos con ellos y que ella me esperaba ya desde hace algún tiempo”.

    Se han quedado en silencio, quietos, ubicados alrededor de la cama, casi sin respirar; con una mezcla de sensaciones reflejada en cada uno de sus rostros; rostros que empezaron a comprender junto con sus ojos llenos de lágrimas el sentido de mis palabras. Me acaban de besar con esa ternura que nunca perdieron… y yo a ellos…

    Amanda se les ha acercado y soy yo el único que se percata de ello: los está abrazando, a cada uno, suavemente…

    Mis niños, mis tres pequeños niños que, junto con mi Amanda, son las flores más hermosas que perfuman mi vida…

    XXII

    Minutos después…
    Camila, con la misma belleza de su madre Amanda cuando joven, tomó la mano derecha del jardinero; Joaquín, la izquierda; unos segundos después, ante la presencia del médico encargado, Daniel le cerró suavemente los ojos…


    A través del ventanal, el viento de la tarde soleada llenó la habitación de azahares frescos, los mismos que aquel viejo había disfrutado durante tantos momentos de su vida.

    Ellos, estando juntos aun, sintieron en un primer momento que se habían quedado solos, para luego percibir en el interior de sus seres sentirse cubiertos de abrazos, esos que traspasan el estado de la materia y que por su esencia son puro amor…

    En el fondo de sus corazones sabían que no estaban solos, que estarían por siempre acompañados…

    “Ahora con Amanda, en las suaves tardes de sol, caminamos entre ellos y cuidamos sus jardines” …

    jdme
     
    #1
    Última modificación: 20 de Febrero de 2022
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  2. Sigifredo Silva Rodríguez

    Sigifredo Silva Rodríguez Poeta adicto al portal

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    Triste final; los dos chicos y la chica se quedaron solos, aunque espiritualmente acompañados de sus padres que desde algún lugar los protegen y cuidan de su jardín. Lo que me dejó intrigado fue la muerte del jardinero, el padre, botaba sangre por la boca; ¿murió de alguna úlcera o de un cáncer? Su amanda ya había muerto pero él la veía en su mente en su imaginación. Lectura sencilla y agradable. Siempre es un placer pasar por tus escritos. Suerte.
     
    #2
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  3. Manolo Martínez

    Manolo Martínez Poeta fiel al portal

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    Gracias, Sigifredo por dedicar tu tiempo para leerme. Ahora se puede entender la precuela del relato que leíste anteriormente (cuando ellos eran pequeños).

    El jardinero murió de un cáncer a los pulmones, pero no detallé, me faltó eso.
    Y a Amanda la podía observar sólo él, ya entrando en trance previo a su muerte; eso tampoco lo aclaré bien.
    Son detalles que debo ir aprendiendo. :(

    Gracias, amigo por todo. Te envío un gran abrazo. :)
     
    #3
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