La he perdido

La he perdido.

No me dejes — le dije— Muy tarde lo has pedido — respondió— Has destrozado mi corazón, Has matado toda ilusión en mi ser.
Se me nubló la mirada, lloró mi corazón, sentí que mi alma salió de mi cuerpo y avanzaba inexorable por un camino sin retorno. ¿Será posible tanto dolor? ¿Será que en este mundo no hay compasión? Hoy mismo se darán cuenta de todo lo que ha pasado. No se crean que es cosa alegre, tendré que apaciguar la pasión con unos cuantos lepentes, para que no crea la gente que es por cualquier cosa que llora el corazón. Y que diga toda esta gente este pendejo es un llorón. Se darán cuenta que llevo bien puesto el pantalón y lo único que me queda es echarle un nudo al corazón y no atragantarme mientras les cuento. Un día conocí una mujer bella, no era alta, era morena con dos volcanes erectos, unas caderas de espanto había que ver aquella caída, a la vez que se movía con una tenue cadencia, que delata la avidez y la poca inteligencia de pensar que semejante criatura, provocaría en mi ser días, semanas y meses una febril pasión, trastornado toda razón embargado todos los sentidos, hasta dejarme imbuido y nostálgico desde que la he perdido. ¿Cuál ha sido la razón de tan gran atropello?, ¡Todavía recuerdo el dolor que me ha causado el haber develado el porqué de todo aquello! ¡Pásame otro trago pa agarrar valor que se hace un nudo la garganta y ver si aguanta este abatido viejo los recuerdos que se le vienen a la mente, se colocan en mis ojos perlas de aquel dolor! Te amo con locura desmedida — me decía— Sos mi vida, en todo momento te pienso, no hay momento del día y de la noche que no estés en mi pensamiento. Cuando estoy contigo soy la mujer más feliz, soy como una flor que se abre a luz del sol por la mañana, esparciendo su aroma e impregnada en tu cuerpo. Soy como el trinar de los pájaros en la madrugada, como la alondra, como el turpial y el zenzóntle. Déjame acariciar con ternura tu pecho de acero, tus brazos que como dos pilares me sostienen contra ti. Déjame amarte con pasión, hasta sentir que el corazón explota y se inunda de humedad la intimidad que delata al éxtasis sublime y convulsivo que estremece todo mi ser. La conocía, yo sabía que no sólo había sido mía, conocía su historia, que de no haberme enamorado no me importaría y hoy no me desgarrarían los celos, celos malditos, infames, bestiales; celos del viento que la acaricia suavemente, de su ropa que la abriga y que toma entre sus manos toda su intimidad. Le dije palabras que destruyeron su vida, hice cosas que la transformaron de ser una dulce mujer en una fiera. Mejor solo estuviera, mejor no haberla conocido, no se hubiese este corazón embelesado y no se debió haber embarcado en esta pasión. Hoy ya no hay más lamento, la he perdido, y si me ven llorar no es porque sea cobarde, es porque después de lustros todavía la recuerdo.

Goliat

 

Gracias Enrique del Toro.

 

Compañero Goliat fue un placer pasar por tu nostálgico escrito

 

Muchas gracias.

 

Después de décadas también.

 

Conmovedor , siempre nos arrebata el recuerdo .
Un placer.