Porque te odio

Odiaba aquel viejo por muchas razones, lo odiaba de una forma visceral, desde sus entrañas. Porque, cuando recordaba, aún sentía cómo lo violaba de niño en el despacho de aquel internado masculino que el viejo dirigía como dueño y director. Lo odiaba, lo odiaba profundamente. Porque aún recordaba el sonido del llanto de sus compañeros más pequeños cuando volvían de su despacho, ya muertos en vida, rotos por dentro, gimoteando y con la mirada vacía. Realmente lo odiaba.

Y es que, desde niño, el viejo le había arrancado cualquier otro sentimiento, sólo odio sentía, nada más. Razón que le llevó a convertirse en un peligroso asesino a sueldo. Y, dos décadas después, decidir ir a buscar al viejo para matarlo mirándolo a los ojos, haciéndole saber quién era y porqué moría. Quería hacerlo sufrir como el niño violado que era, quería que recordase y se arrepintiera.

Por ello se coló una noche en la casa del viejo, aún vivía pegado al colegio, que llevaba cerrado ya hacía más de diez años. Entró en silencio en la casa, la cual se hallaba visiblemente desordenada, y se lo encontró solo viendo la televisión en el salón, sentado en un sillón.

Se quedó por unos largos momentos mirándolo sin que el viejo se percatara de su presencia. Lo observó detenidamente, era él, sin duda, pero ya no era aquel hombre grande y autoritario, ahora era un simple viejo, flaco, con muy poco pelo y una dentadura postiza que movía en su boca con su lengua, de una forma involuntaria.

Al cabo de esos largos momentos carraspeó para que el viejo lo mirara y, cuando éste lo miró, el viejo le preguntó. “¿Qué quiere?” Y, justo en el momento en que se disponía a contestarle al viejo que había venido para hacerlo sufrir y matarlo mientras lo miraba a los ojos, porque lo odiaba, porque lo odiaba profundamente, porque lo había matado por dentro siendo niño, porque mató a muchos niños que se convirtieron en adultos como él, sin nada dentro. Cuando le iba a decir todo aquello, el viejo le dijo. “¡Ah! Tú eres el chico de la compra. Ve, déjala en la cocina.” Y se volvió a quedar mirando el televisor, como sin verlo, moviendo una parte de su dentadura postiza con su lengua.

De eso hace casi un año, ahora limpia la casa, le da la papilla al viejo, le cambia los pañales, lo lava, le cura las escaras para que no se le infecten, lo abriga a la noche y le ventila la habitación a la mañana. Pero lo hace todo sin quitar la vista de sus ojos, estudiando siempre su mirada, por un profundo odio, para matar al tipo que lo violó, en cuanto regrese, por un momento, de la demencia.

 

que condena, tan perversa.
hecha a medida.
saludos.