Inmaculada

Inmaculada

Es su mirada la que denota la alegría inmensa en su interior,
es justamente la persona descrita por los cuentos de hadas,
solo que un poco más extravagante, es la pasión hecha mujer,
el éxtasis en carne viva, su pudor la convierte
en alguien sencillamente incomparable.

Es su sonrisa el puñal atravesado en corazones mansos,
bravíos, indoloros, es el hechizo que embruja los
cerebelos ególatras, es la razón de todos,
pero solo dueña de uno.

Escondida en una portentosa emoción de penumbras pasadas,
es como alfiler a los recuerdos perniciosos tolerados por
el afán de proseguir sin importar, ella es el sol de la media noche,
la luna del medio día, el despertar de los transeúntes, es la fiera
envuelta en lana, el arcoíris en cielo despejado.

Las olas de un mar tranquilo es el reflejo que borda la figura
inocua de aquella silueta, subyacente misterio se encuentran
en sus pupilas cuando caen los corazones a sus pies, cuan terremoto
encontrado en aquellos cuerpos deseosos por un poco de su cáliz;
ella es la confusión entre hechos que nunca empiezan si es su
trayectoria la que indica que solo lleva un camino a la vez.

Intentar subsistir en un espacio foráneo con la esperanza de poder
tirar el ancla es el tiempo perdido de la más infame metáfora
creada por un ambiguo pensamiento herrado en su raíz.
Sus puertas solo están abiertas para un ente, si es el fracaso
de los transitorios el resultado de esta mujer devota.

Tan brillante como el sol...
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Autor:
Edwin Vargas​