Fanal

Luego de una ducha tengo decidido recostarme en el viejo banco del fondo, aquel que le regaló Graciela a Rosa hace tres veranos. Tengo como premisa llevar el MP4, los auriculares, los anteojos y el celu que puse a cargar apenas llegue a casa.

Me deposito acomodándome de manera perfecta para conectar con la música y las imágenes que dispare la mente como de costumbre.

Cierro los ojos de inmediato y, el pequeño personaje no deja ver su rostro, parece haber encendido la linterna del celular, camina hacia a mí de manera muy pausada, se deforma su imagen mientras avanza. Parece algo familiar su modo de desplazarse, no logro verlo por completo, pero puedo imaginarlo sonriente, casi perverso.

Alguien ha llamado a comer con una voz lejana, me cuesta incorporarme, siento un dolor intenso en la cintura, prisionero de mi relajación absoluta. Cuando me he dormido sobre el banco del fondo.

Por cierto se ha apagado la imagen de mi sueño como la pantalla del televisor, hasta logré ver la línea delgada en el centro del fanal.

Es poco probable, pero guardo la añoranza de que en algún otro descanso me vuelva a visitar el tipito de la siesta.