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La huida (Bruma de los vampiros. Capítulos del VIII al X)

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por I.M.S.T., 23 de Junio de 2020. Respuestas: 0 | Visitas: 553

  1. I.M.S.T.

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    Querido diario:

    Por fin ha llegado el momento de huir de esta locura. Esta mañana acompañé al conde al pueblo para elegir el vestuario de gala para mi cumpleaños. Oculté en mi bolso de mano lo único que me queda en esta vida: La carta de mi madre, el rosario de mi abuela y a ti mi querido amigo y compañero. Como siempre me quedé sola, mientras él arreglaba sus negocios en el banco. En mi mente estaba muy claro lo que deseaba:

    ¡Escapar!.

    Volví a entrar en la tienda de arte.

    Deseaba con todo mi corazón que apareciera el muchacho de la otra vez. Detrás del viejo mostrador del establecimiento apareció una mujer madura que me miró con sus enormes ojos negros y preguntó con voz cascada:

    -¿Necesita algo señorita?

    Le dije que no, que sólo miraba. Ella volvió a sus quehaceres y yo me quedé cerca de la ventana con la mirada fija en la calle, albergando la esperanza de verle aparecer. Me parecieron unos minutos interminables. Por fin le vi cruzar el umbral de la tienda. Me acerqué a él y susurre:

    -¡Por favor ayúdame escapar!.

    Me miró fijamente. No parecía sorprendido. Me tomó de la mano y tiró de mi hacia el exterior del establecimiento. Una vez fuera me llevó detrás del edificio y me preguntó en voz baja:

    -¿Ya lo has descubierto?

    -Sí...le contesté mientras las lágrimas afloraban en mis pupilas.

    -Ven conmigo. Espero que no me echen de menos, pagaría un precio muy alto por ayudarte.

    Me condujo a una especie de granero de madera. Cerca de la entrada del pueblo. En él había algunos caballos atados a un pesebre. El olor a heno era muy intenso. Me ofreció una vieja silla. El tomó asiento a mi lado en una destartalada caja de madera.

    Luego se dirigió a mi con voz pausada:

    -Ahora ya lo sabes. Lo peor está por llegar y no es el conde.

    Después de esas palabras me estrecho la mano y se presento:

    -Me llamó Denis.

    Lo contemplé con el miedo reflejado en las pupilas:

    -Mi nombre es Adelaida. Muchas gracias por tu ayuda.

    -Ahora deben estar buscándome.

    ¿Cuando no me encuentre

    qué ocurrirá?

    El sonrió:

    -Conociéndole no es difícil suponer que pondrá el pueblo patas arriba y buscará hasta debajo de las piedras. Eres demasiado valiosa para dejarte escapar. Pero no te preocupes, procuraré que no te encuentre.

    Lo miré sorprendida:

    -¿Por qué soy tan valiosa para él?

    Denis se quedó pensativo mirando al suelo. Después añadió:

    -Quiere utilizar tu cuerpo para devolver la vida a su hija. Nunca te quiso. Para él sólo fuiste algo que en su momento le serviría para lograr su objetivo.

    -¿Y por qué yo?. Respondí sin poder contener los sollozos, al darme cuenta de que el hombre al que había considerado un padre había traicionado mi cariño.

    El muchacho continuó hablando:

    -El te crió en ese lugar apartada de todos y de todo. Mientras crecías experimentaba contigo, para ver si eras compatible con eso a lo que llama hija. Por lo visto si lo eres. Ella es una muerta viviente. Necesita un cuerpo lleno de vida para regresar. No cualquier cuerpo Adelaida. Necesita el tuyo.

    Llena de terror volví preguntar :

    -¿Por qué el mío?

    El muchacho me miró compadecido mientras hablaba:

    -Durante todo el tiempo que duró el embarazo de tu madre, le inyectaba algo en la sangre, para poder utilizarte al cumplir la mayoría de edad.

    -¿Y tú como sabes todo eso?

    -Mi tía trabaja en el castillo. Es la cocinera. Siempre que baja al pueblo visita a mi madre. En varias ocasiones las escuché hablar sobre el tema.

    Denis miró a su alrededor como si buscara algo:

    -Ahora debes esconderte aquí. Después intentaré ayudarte para que puedas regresar a tu lugar de origen, España.

    Con voz pausada añadió:

    -Ellos vendrán pronto.

    - ¿Quienes son ellos?, pregunté con voz temblorosa.

    -La familia del conde. Están todos implicados en el crimen. Siento decirte esto Adelaida, son vampiros. Todos ellos pasaron por el mismo proceso. No es una enfermedad. Es un pacto diabólico que hicieron hace mucho con el mismo satanás a cambio de la vida eterna. Necesitan sangre y vida nueva cada cierto tiempo para regenerarse y poder seguir en este mundo. Absorben el alma de la persona elegida y está se seca como una flor marchita y muere. Eso es lo que le ocurre a la hija de Andrei. Su madre era mortal como tú y como yo, pero tuvo la desgracia de enamorarse de ese engendro. Cuando nació su hija, lo hizo con la misma, digamos enfermedad. La madre al descubrir la verdad murió de pena. Toda la familia del conde sufre de lo mismo. No fue casualidad que la agencia contratara a tus padres para ese trabajo. Todo fue planeado.

    Los sollozos salían de mi garganta sin control, mientras Denis hablaba . El me acarició la mejilla con ternura y añadió en voz baja:

    -Tranquila, te prometo que no dejaré que te pasé nada. Ahora tengo que irme no quiero levantar sospechas. No abras la puerta ni hagas ningún ruido. Volveré con comida y algunas cosas que los detendrá.

    Después de eso el muchacho agitó la mano en señal de despedida y desapareció tras la vieja puerta de madera.

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    Estoy sola amigo diario en este viejo granero, sin saber lo que me depara el destino. Casi no puedo escribir estas líneas. Las lágrimas nublan mis ojos y la pena ahogan mi pecho. Que dios me ayude.
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    Querido diario:

    Hace horas que marchó Denis y todavía no ha regresado. No quiero pensar que le haya ocurrido algo grave. Es la única persona que ha mostrado interés en ayudarme. Si le ocurriera algo me quedaría demasiado sola.

    El miedo cala mis huesos y me estruja el corazón, apoderándose de mi cuerpo y de mi alma. Temo que llegue la noche y Denis siga sin aparecer.

    De pronto la vieja puerta de madera se abre con un lastimero crujido. Tras ella aparece el muchacho. Se ha cambiado de ropa. Calza unas botas altas de montar y un gorro de lana le cubre parte de la cara. El jersey color turquesa marca su robusto y atlético cuerpo.

    Me mira con la impaciencia reflejada en sus profundos ojos azules:

    -Te he traído ropa y algo de comida. Debemos abandonar el pueblo lo antes posible.

    -¿Qué ha pasado?. Le pregunto con voz temblorosa.

    El me contempla mientras coloca la montura sobre uno de los caballos:

    -El conde te está buscando por todo el pueblo. No tardará en encontrar este lugar.

    Nerviosa tomo la bolsa con la ropa que Denis me ofrece y me dispongo a cambiar mi vestimenta. Antes lo miro algo desconcertada. El comprende mi mirada y se vuelve de espaldas, mientras añade en un ligero tono de ironía:

    -No te preocupes no voy a mirar. Puedes cambiarte aquí mismo. Date prisa. No tenemos mucho tiempo.

    Me pongo el jersey, los pantalones y una chaqueta de cuello alto. Después recojo mi melena con un accesorio que llevo en el bolso y me coloco el gorro de lana que está en el fondo de la bolsa.

    Denis ha preparado uno de los caballos con todo lo necesario. Se dirige a él. Lo toma de las bridas y me pregunta:

    -¿Sabes montar?

    -¡No!. Jamás he montado.

    El esboza una sonrisa:

    -Me lo temía. No te preocupes iremos en el mismo caballo. No te pasará nada.

    La tarde empieza a caer. El sol parece una gran bola de fuego deslizándose tras las altas colinas.

    El me toma de la cintura y me ayuda a subir. Después se sienta sobre la montura y me dice:

    - Agárrate fuerte a mi y pase lo que pase no te sueltes jamás.

    -Sí- contesto cada vez más consciente de la terrible realidad que se nos viene encima.

    El caballo parte al galope. Nos adentramos en el bosque que bordea el pueblo. El sol se oculta tras las colinas. La luna hace su aparición redonda y luminosa, sobre nuestras cabezas.

    Denis acelera el trote del animal hasta llegar cerca de un pequeño riachuelo. Se detiene y me ayuda a bajar. Saca de una bolsa un frasco. Me rocía con él las manos y el cuerpo.

    -¿Qué es?- le pregunto.

    -Es para que no puedan percibir nuestro rastro- Contesta, vaciando parte del frasco sobre sus ropas y cabellos.

    Es una fragancia extraña y empalagosa, desconocida para mi. Luego me entrega un viejo colgante, diciéndome:

    -No Adelaida, no es una cruz. Ellos no temen a las cruces ni al agua bendita. La realidad es muy diferente a lo que cuentan de los vampiros. Ellos sólo temen a algo que no esta escrito en ningún libro. Este colgante lo hizo mi abuelo con un metal que existe donde él nació. Mi abuelo me contó la leyenda de ese lugar. Hace mucho tiempo, antes de que él naciera, unos seres extraños que venían de otro mundo, habitaron allí. Se dedicaban a extraerlo para alimentarse de él. De esos seres no se supo nunca más. Mi abuelo conocía la historia. Sus antepasados la transmitieron de generación en generación. Decían que el metal protege de la maldad a quien lo lleva encima. Así que hizo varios colgantes para proteger a la familia.

    Pero no es momento de hablar de leyendas. Debemos continuar.

    En ese preciso instante algo oscuro y pesado vuela sobre la copa del árbol donde esta atado el caballo. No pudo reprimir un grito de terror.

    -¡Ponte el talismán Adelaida!

    ¡Ya están aquí los malditos engendros!- Grita Denis con todas sus fuerzas.

    Allí esta ella con su cabellera rubia y la piel de hielo. La hija del conde. Lo afilados colmillos brillan bajo la luz de la luna, mientras su voz cavernosa me llama:

    -Ven a mi Katia, te necesito hermanita.

    ¿Por qué quieres huir?.

    ¿No te ha tratado bien nuestro padre, durante todos estos años?.

    Con los ojos inyectados en sangre y voz colérica se dirigie a Denis:

    -¡Maldito niñato entrometido!.

    ¿Dónde crees que te la llevas?.

    ¿Pretendes separar a la familia?.


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    -¿Querida hermanita para que quieres ese feo colgante?

    Denis me mira y me hace señas para que me oculte detrás de un árbol de gruesas ramas.

    Mientras tanto siento los silbidos y aleteos a mi alrededor.

    Ya están aquí. Son muchos. Calculo que una treintena y a la cabeza va Andrei. Su aspecto es lívido y terrorífico.

    Estoy muy asustada Denis no va a poder con todos ellos. Pero él abre la mochila que lleva sobre su robusta espaldas y saca unas botellas de cristal opaca y una especie de lanzallamas.

    Acto seguido grita con rabia y con toda la fuerza que le permiten sus pulmones:

    -Vamos malditos venid por mi.

    Ellos lo miran de forma terrible. Se escuchan las carcajadas y murmullos.

    Lo rodean . Temo que le hagan daño.

    ¡Ya no puedo verlo!. Han hecho un círculo y él está en su interior.

    De pronto una llamarada ilumina el bosque como si fuera de día.

    Siento los gritos desgarradores y el olor a quemado es irrespirable.

    ¡Vamos Adelaida!. ¡Vámonos de aquí!.

    Me toma de la mano y tira de mi con fuerza. Ellos están ardiendo y retorciéndose de forma grotesca. El olor es nauseabundo.

    Por fin hemos salido a un claro del bosque. El horror se ha quedado atrás.

    -No temas Adelaida. Han recibido su merecido. Dentro de poco sólo quedaran cenizas. Era la única forma de acabar con ellos. Las estacas no funcionan. Sólo el fuego pude quemar y purificar las almas malditas.

    Tras varias horas de caminar por el bosque hemos salido a una montañas. A lo lejos se pueden ver las vías de un tren.

    -Mira Adelaida- Dice Denis, señalando en esa dirección:

    -Ese tren te llevara a España. Tenemos que acercarnos a la estación. Tiene una parada aquí mismo.

    Lo miro perpleja y asustada y le digo en voz baja:

    -Vendrás conmigo Denis por favor. No quiero ir sola

    Él me sonríe y responde:

    -Claro que si. No te preocupes tenía ganas de conocer tu País.

    Este tren tiene una particularidad, no para en ninguna estación. Esta es la única parada que tiene. Cuando lleguemos a España tendrás que explicar que tus padres eran españoles y que tú has nacido en Rumanía. Pero no te preocupes que todo se arreglará.

    Por fin hemos subido al tren. No va demasiado lleno. Por lo visto no hay muchos viajeros para España.

    La noche ha transcurridos lentamente. Por fin aparecen las primeras luces de la mañana.

    Denis me mira con ternura y me susurra en voz baja:

    -Aún nos queda un largo trayecto debes, comer algo-

    Denis saca de la mochila varios trozos de pan y de queso y algo de fruta.

    Desde que tomamos el tren han pasado varios días y por fin se vislumbran unas altas montañas a lo lejos.

    Denis las señala con alegría:

    -Mira Adelaida tras esas montañas esta el país de tus progenitores. Pronto vamos a llegar.

    Hemos bajado en la estación. No está demasiado concurrida.

    Es el momento de buscar la dirección que hay en la carta de mi madre.

    Afortunadamente Denis lleva dinero y hemos podido tomar un taxi.

    Al darle la dirección el hombre frunce el ceño:

    -Esto está bastante lejos. Es una granja que hay a las afueras de la ciudad.

    La granja es rustica y hermosa. La casa de piedra se ve a lo lejos con las ventanitas pintadas de verde.

    Al llamar a la puerta nos abre una señora de mediana edad. Tiene un parecido asombroso con la mujer de la fotografía.

    Me mira fijamente con la incredulidad reflejado en el rostro.

    Me dirijo a ella con voz emocionada:

    -Buenos días señora me llamo Adelaida. Mi madre me dio esta dirección.

    Quizás usted haya conocido a mi madre.

    La mujer parece no salir de su asombro. Al fin consigue hablar:

    -Yo tenía una hermana. Me sorprende el gran parecido que usted tiene con ella. No he vuelto a saber más desde que marchó a trabajar a Rumanía con su esposo. Pregunté mucha veces pero me dijeron que había muerto y que no se había podido recuperar el cuerpo.

    Al escuchar estas palabras todo mi cuerpo se estremece y no puedo evitar las lágrimas:

    -Entonces usted es la hermana de mi madre.

    La mujer me mira emocionada y las dos nos abrazamos y rompemos en sollozos

    Denis nos contempla en silencio con la emoción reflejada en las pupilas.

    *****Fin****
     
    #1

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