Entre recuerdos y nostalgias del ayer

Se han quedado atrás los momentos malos, los momentos buenos, las sonrisas, las lágrimas y todas las palabras dichas y por decir. Te quedaste en un recodo del camino madre. Allí donde te esperaba el ocaso del día, que era sólo para ti. En aquel recodo lejano y sombrío, se paró el reloj de tu vida. Padre querido,

no volverás a lustrar más tus botas, ni paseará por el campo contemplando el sol y la lluvia en primavera, respirando la fragancias del trigo maduro y de las adelfas que se inclinan sobre el río de plata.

Se quedaron en las nubes brumosas del pasado las amigas de la infancia. Las que recogían los traviesos cabellos en coletas desafiantes y juguetonas con gomas de colores.

Desaparecieron los días y las noches noches y aquellos sueños realizados y por realizar. Se fueron las esperanzas fallidas y las alcanzadas junto con las horas que recorrieron las manillas del reloj de forma implacable y sin descanso. Se esfumaron las felicitaciones de años nuevos y fines de años y los días soleados de los veranos de agua salada y de mares vistos y por ver.

El horizonte se vislumbra allá a lo lejos y estos pies cansados han de continuar el camino entre piedras y llanos. Pero me siento cansada, muy cansada y se me llena el alma de nostalgias y de horas del ayer, tan lejanas, tan brumosas, que casi no acierto a distinguirlas.

He sido la espectadora del dolor que se queda entre las cenizas de lágrimas rotas y he sido la ceniza del llanto. Mi alma congelada esta exhausta. Se siente incapaz de buscar nuevos sueños de vida. Ella no sabe y se pregunta una y otra vez, si quiere seguir contemplando más gotas de agua salada y de peces de colores, transitando esos mares que están por llegar. Mi camino ha quedado poblado de vivencias blancas y grises. No me arrepiento de lo vivido. Ni de lo bueno, ni de los malo. Todo ello me nutrió de vida y me formó como ser humano. Pero me pesa demasiado el alma y mis ojos miran la noche sobre las montañas. No es la misma noche de antaño. Es más oscura, más fría, más silenciosa. También los recuerdos tienen sus días, sus noches, sus palabras, sus gestos y sus miradas, que se alimentan de los rescoldos y cenizas del pasado. Mi alma sigue escuchando las palabras que ya no están y se pregunta si aún siguen estando en algún lugar escondido y secreto, suspendidas, balanceándose en mi corazón. Quizás ellas sean el motivo de esta nostalgia perfumada de recuerdos que invade todo mi ser
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