El sueño del alma perdida

No sé si fue un hombre, o una mujer.
Hoy sobre su tumba no hay lapida, ni epitafios; y la tierra,​

antes apilonada, se desmigaja en polvillo que se lleva el viento.

El tiempo es como el hambriento que se come lo que el otro olvida​

y su hambre es eterna, va y viene, devorando lentamente los recuerdos,
aquellos que la vida olvida porque no se convirtieron en huellas.

La brisa fría se cuela entre los mausoleos y cruces, y en el horizonte
el sol ardiente, ahora, es un ocaso.
—El tiempo nunca duerme —dijo el celador
—Así es, y sus muelas están hechas de un poderoso basalto —le respondí
Luego nos dirigimos a la salida, y mientras marchábamos, hablamos de​

la tumba olvidada

Ahora de él, o de ella, no quedaba nada, solo el vacío de lo que una vez fue.​

 

Así funciona el ciclo de la vida. Para mañana sólo seremos un recuerdo. Saludos.

 

Saludos Joblam y gracias por comentar

 

Bécquer dijo: "¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!", y olvidados, y sin memorias y sin quién los recuerde...
Un gusto leerlo. Saludos.

 

Gracias Medusa...Abrazos

 

simple y llanamente . Parece un consuelo, al final.
me ha gustado.
saludos.

 

Gracias, Sr Nudo. Saludos

 

Saludos Marlene. Un abrazo cordial