Soberbia, envidia. Herramientas del Ego

Si de algo estaba seguro, es que ya existía mucho antes de su nacimiento. Me estoy refiriendo al EGO.

También estaba seguro de que, ser consciente de su presencia no es lo mismo para todos. Tampoco lo es el momento en el que aparece en nuestras vidas, ni su intensidad e influencia en las mismas.

Han pasado muchos años desde entonces, desde que fue consciente de su existencia, y. aun así, apenas pudo hacer algo para deshacerse de su compañía. Compañía, -me es necesario recalcar-, en absoluto, supongo, agradable para nadie.

Eso sí, si algo pudo aprender, si algo tuvo cada vez más claro según fue pasando el tiempo, fue llegar a descifrar cuáles eran sus herramientas. Si no todas, sí algunas de ellas.

De las que primero llegó a percatarse fueron de la soberbia y de la envidia. El EGO, desde siempre, las ha utilizado con una maestría y una sutileza envidiables. Sin tiempo para tener idea de qué son, el EGO con su habilidad consigue hacerlas parte de nuestro ser, de instalarlas en nuestro comportamiento, en nuestra esencia, de tal manera que no las llegamos a percibir como algo suplementario. Es la suya una manera muy simple de conseguir que basemos, al menos en parte, nuestra identidad, en el engaño de su influencia.

Cuando al EGO se le antoja interferir en nuestra mente provoca la intervención en ella de cualquiera de sus herramientas,- la más adecuada según el caso-, cambiando así el desarrollo de los sucesos habitualmente para mal. Lo mejor debiera ser que continuaran por el camino que llevaban antes de la injerencia.

En lo más primitivo de nosotros, siendo lo natural apreciar, compartir y disfrutar de la igualdad de todos, enseguida el EGO incita a la soberbia para que aparezca y rompa todo equilibrio. Ruptura que no tarda en obligar al uno a sentirse superior al otro y comportarse en consecuencia: despreciando y manipulando todo lo que no sea su yo, mientras lo que está haciendo en realidad es ocultar su autoestima y su inseguridad, alejándose así de los demás al creer que no son iguales a él, por lo que ni si quiera ya los tolera. Lo más triste es que lo único que consigue es despertar el rechazo en los demás y quedarse, al final, solo.

Algo parecido, pero de una manera diferente sucede cuando, por mucho que sea de incierto e indiferente el día, el EGO no olvidará de provocar a la envidia para que no deje de desestabilizarnos. Su intervención, si se observa con atención, se delata en lo forzado del lenguaje no verbal y en la absurda y algo violenta dedicación por apagar las ilusiones ajenas.

Tanto una, la soberbia, como la otra, la envidia, por siempre serán muy difíciles de domesticar. Y es de lo más llamativo que, aun sabiendo que lo único que provocará la soberbia será la soledad más dura y solitaria y, la envidia, el más amargo y largo de los sufrimientos, seguimos siendo incapaces de dar ese paso adelante que nos permita, cuando menos, igualar un poco más esta absurda partida.

 

Lo paso al foro de prosa por estar escrito en este formato.

 

No lo he bajado al foro de filosofía en prosa?

 

Estaba en el de poesía pero no hay problema, ya está cambiado.

Aprovecho para releer con más calma y disfrutar de esta puesta en escena tan clara sobre esos demonios tan comunes en el carácter humano

Saludos,

Palmira