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Y es que hay días...

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Pessoa, 23 de Noviembre de 2020. Respuestas: 0 | Visitas: 262

  1. Pessoa

    Pessoa Moderador Foros Surrealistas. Miembro del Equipo Moderadores

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    Y ES QUE HAY DIAS...

    Unas tumultuosas, broncas y desagradables reuniones en el despacho me hicieron aflorar nostalgias casi olvidadas, las de aquellos días en los que yo tenía un hogar. Naturalmente nostalgias ahora iluminadas con los brillantes colores que deja vivos la memoria. Esa memoria selectiva que tan pronto acentúa como borra aquellas facetas del recuerdo, beneficiosas o dañinas en esas ocasiones en las que se hacen presente. Y ésta era una de ellas. La situación en el trabajo era propicia para que aflorasen los recuerdos agradables, como equilibrio y compensación a la violencia y crispación de las tensiones que vivía laboralmente.

    Se deberían borrar, entonces, en esta ocasión las broncas casi diarias con la que entonces era mi esposa. La falta de intimidad en una vivienda repleta de hijos, amigos de los hijos, las madres de los amigos de mis hijos, amigas a su vez de mi esposa. Y aquella suegra, hierática y perversa, sentada, como de costumbre en mi sillón favorito. Una calamitosa convivencia, una total falta de sintonía familiar que nos iba convirtiendo en extraños bajo el mismo techo.

    Y sin embargo, hoy el día había sido tan borrascoso, tan lleno de dificultades de todo tipo que me hizo añorar aquellos tiempos. Entonces, al menos de vez en cuando, pequeños remansos de paz como burbujas iridiscentes y juguetonas que, como las cuentas de vidrio a los ingenuos salvajes, me proporcionaban placeres elementales, ausencias momentáneas de la angustiosa cotidianeidad y esa precaria y falsa sensación de felicidad que se tronchaba como rama en vendaval, a la menor crispación, a la más nimia irregularidad en aquella convivencia tan irregular. Eran espaciadas dosis de papaverina para calmar los dolores de un cáncer en fase terminal. Pero hoy, aciago día, mi memoria selectiva aceptaría un reencuentro con el pasado.

    Estamos en pleno mes de abril, llueve a cántaros y tengo mi coche en revisión. Los transportes públicos, naturalmente, van abarrotados de gentes cansadas, de miradas torvas y ceñudas, que hacen desistir cualquier bienintencionado intento de facilitar cortésmente el acceso al autobús a los desgraciados que, como yo, esperamos bajo la marquesina de la parada. Una provisional ley del más fuerte nos unificaba a todos y hacía rebrotar nuestra agresividad. Un taxi malintencionado pasó velozmente con su satisfecha carga y vació el charco que se había formado frente a nosotros. Gritos, palabras soeces, algarabía confusa con la que se pretendía secar el agua abundante que nos salpicó indecentemente.

    Pensé en mi casa actual. Puede ser el prototipo de casa de hombre solo. No me gusta el desorden ni la suciedad; pero seguro que mi ex-esposa la calificaría de zahúrda. Ella era muy suya en las descalificaciones. Me encontraré, si acaso, un plato de fiambre en el frigorífico pero no me gustaría tener que comer en el “chino” de la esquina. Aunque un plato de sopa de alas tiburón, calentita y reconfortante, siempre es preferible al consomé de sobre. Con un poco de suerte la calefacción funcionará. Un piso pequeño y antiguo tiene esos inconvenientes. Y la horrenda televisión. Claro que podría aprovechar para tratar de escribir algún relato en el foro amigo. Pero, así, de tan mal humor...

    Llegué por fin al, por lo menos pacífico, hogar. El ascensor no funciona. Una vez más las lluvias han averiado el sistema eléctrico. ¿Habrá electricidad en casa? La maldita calefacción, la cocina eléctrica inutilizada... Un montón de correspondencia: facturas, publicidad ramplona. Y una notificación de la Agencia Tributaria: un aviso de inspección fiscal para los próximos días.

    Y es que hay días...
     
    #1
    Última modificación: 23 de Noviembre de 2020

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