Navegar en la Puesta de Sol

No todos los días navegas en la puesta de sol.

De hecho, puede ser
que nunca has navegado.

En cuyo caso podrías encontrar
un lugar al anochecer frente al horizonte;
y como los suaves dedos del sol,
rozar la curva de la noche.

Podrías cerrar los ojos
y estar donde estás.

Un testigo agradecido,
Que con marineros cansados,
recoge el calor menguante del día
como conchas marinas
en una mano ahuecada suavemente
por algún tiempo después.

 

Yo lo hice una vez. Recuerdo el brillo que hería los ojos metido entre las variaciones del agua. Recuerdo delfines divirtiéndose. Recuerdo vidrios que cargaba encajados en el pecho del corazón y que no se iban ni siquiera con los peces voladores, ni con el sol que se iba lejos, indiferente, ni con el arrullo incesante del mar. Recuerdo vidas que reían en el rostro, alrededor. Recuerdo luces silenciosas y costeras, recuerdo la noche abierta, inmensa. Apenas si recuerdo cosas y el amanecer terrible de un ciclo místico.

Y tuve miedo por las vidas de los jóvenes que llevaban sobre sus hombros aquel barco mal armado. Jóvenes callados... como monjes.


Es un hermosísimo poema, Perla.

Gracias por colocarlo para nuestros ojos. Que estés bien.

 

Una gratísima experiencia que vale la pena vivir, y tu lo describes con gran
belleza destreza de tu pluma, gracias por tu maravilloso compartir. Besitos
apretados en tus mejillas.

 

Maravillosos recuerdos César... vidas que reían en el rostro a la vida... Hermoso, ah? Gracias por tomarte el tiempo de leer y comentar. Un abrazo.

 

Gracias querida Anamer. Qué bien que haya logrado pintar algo para tí. Un abrazo!!

 

Merecidísimo galardón que celebro contigo Perla.
Gracias por regalarnos la generosidad de tu pluma.
Besitos cariñosos apretados en tus mejillas.

 

Wow! Que grata sorpresa! Muy agradecida!!