Somos un par de cínicos

Permítame llegar hasta usted, ya que mi presencia dejó de ser requerida, a través de estas líneas, que bien sé, finalmente acabará por leer.

Del modo tan violento en que culminó nuestro último encuentro no me voy a referir, pero sí, me permito proseguir por la senda que nos llevó a tal desentace.

Me hallo aquí, plenamente consciente, de que su dominio de sí misma le ha permitido tomar el control de cada una de las últimas situaciones a las que nos hemos visto enfrentados. Precisamente por ello, no me dejaré avasallar por su impronta y evitaré, de paso, desviar mi discurso.

En cuanto, y ya en materia, a lo que no acabé por expresarle aquella noche, ya que su hermetismo y frialdad me lo impidieron, a continuación, prosigo:

Haría muy bien en rehuir, o, cuando menos, tomar cierto recaudo en relación a los preceptos sociales que tan rígida como imprudentemente se enquistan en las moldeables, dóciles e inocentes jóvenes almas de quienes usted se apresura en desvirtuar y corromper. Sabiendo que no encontrará mayor fuente de placer ni semejante número de dichas como las que yo le procuré no consigo entender su obstinamiento en dicho “asunto” y que reniegue de mi de modo tan humillante

Tengo la íntima satisfacción de eximirme de mi falsamente errático proceder, mismo para el que preparo y ensayo una o más extemporáneas y muy bien urdidas respuestas Este tipo de licencias de las que fríamente me valgo ¿no son acaso, pobres reminiscencias en comparación con las de quien, incluso hasta estos días, me las inspira? Llegué a creer que por tácito acuerdo ambos seríamos inmunes a esas demostraciones. Siempre recordaré lo que usted me "instruyó" al respecto: "Queramos nosotros hacerles creer en nuestras torpezas expuestas con disimulo para luego cogerles desprevenidos” ... Adorable.

Usted no sabe de mí como yo si sé de usted, de lo que ambos en nuestras actuales posiciones estaríamos dispuestos a arriesgar y, eventualmente, perder. Créame, el valor está más en el hecho que en la recompensa. En lo personal, no me importa perderlo todo.

Me precio de conservar mis dones, mismos que no tendré el mal gusto de mencionar, pero que bien usted conoce, y estará de acuerdo conmigo, evidenció usted hasta el punto de usufructuar y posteriormente desentenderse de cada uno de ellos sin siquiera un dejo de remordimiento.

Persuadida de enrolarse en empresas que inequivocamente arriban aparejadas a un lastre de insondable y amarga culpa, termino por preguntarme: ¿dónde está la suya? ¿acaso no le corresponde?

Aprovéchose, también usted, de su exigua prudencia al posar sus ojos en "caballeros" de escasas virtudes y numerosos deméritos, sin pensar que la suma de tanta falta comienza del mismo modo en que termina, con la supresión en cualquier grado y forma de todo sentimiento o interés ajeno al propio.

Vuestra conducta desaprensiva constituye sólo una arista más en su intrincado y malogrado quehacer donde conjuga a la perfección su narrativa insidiosa e intrigante con un déspota y depurado cinismo. En cuanto a mí, ni soy partidario de unos ni tampoco reniego de los otros, pero, si veo en esta dualidad, el terreno idóneo para ver robustecida mi tesis de descubrirme y sentirme con cada nuevo día, menos suyo.

Intuyo que ante tal grado de desapego ha debido usted recurrir, en no pocas ocasiones, a la auto compasión. Satisfacer las necesidades del cuerpo y saciar los apetitos de la carne - en el supuesto que conoce la sustancial diferencia entre ambos - es a lo que ha reducido sus prioridades.
Esta pobre alternancia casi me obliga a pensar que no es sino su instinto lo que finalmente le gobierna Y eso la obliga a comportarse, como cualquier otra criatura natural. Mientras más lo pienso menos lo creo.

Su formación intelectual ha sido la mejor que su buena familia le ha podido otorgar, por lo tanto el débito suyo sigue y seguirá siendo moral ¿Puede el mensaje de un sepulcral silencio ser más rotundo? Qué grande terminó siendo la distancia entre vuestro beneplácito y el mío Y allí es, precisamente, donde el quiebre se produjo.

Llegará el tiempo de ausentarse forzosamente de su actual cotidianidad. Para entonces solo la indulgencia de una vejez cansina será la que, injustamente a mi modo de ver, le prive de tanto recuerdo inconexo y que ésta impida cualquier asomo tardío de arrepentimiento.

Notará lo sencillo que resultó cerrar este malogrado círculo, sin ahondar más en sus causas o posibles consecuencias. Los utensilios que ornaban aquella “nuestra” sala de estar ya podrán respirar aliviados. Y en cuanto a mí, el nudo que me oprimía acabó por aflojar.

Desaparezco, pues, prematuramente de su vida como la pretendida, meteórica e insustancial mancha de polvo que usted ha querido hacer de mí. Me despido, finalmente, esgrimiendo una más, acaso la última, de las incongruencias que poco y nada ha merecido.

Permítame seguir siendo de usted en fidelidad y devoción, a su retórica figura, su más ferviente adepto.

 

La destinataria es muuu mala.
Un beso, DESIRE.