Médico agnóstico

Ese día que viste tus sueños derrumbar,
Dios se murió otra vez en tu pecho.
Se moría dios en tu pecho
cuando mirabas a los buenos morir
cuando sentías la carne de los inocentes doler, o ¿Es que acaso dios no vivió en tu mente alguna vez?
La misma naturaleza te impelía a darte cuenta de que algo grandioso
había detrás de todo
y te postrabas, aun sin querer ante el imponente mar
y te inclinabas ante la majestuosidad de la montaña.
Es en las pequeñas cosas de la vida,
donde puedes observar la mente maestra,
pero hay tanto sufrimiento en el mundo,
todos nos dolemos unos a otros
y lloramos juntos, a veces en un grito,
a veces en un llanto quedito...
Frente a mis ojos la carne cercenada,
y el hedor metálico de la sangre fresca,
no sé que deba imaginar que es todo esto,
no sé si pueda describirlo como una carnicería.
Aquí unen de nuevo los miembros
y los cosen con aguja,
pero alguien debe hacer el trabajo sucio,
alguien tiene que olvidarse de su humanidad
para poder remendar a los humanos,
y decidir a veces quien tiene más oportunidades,
evaluar quien se quedará con el respirador,
pero al final casi todos mueren, con o sin él,
porque la enfermedad no siempre es predecible;
nunca jugamos a ser dios,
nunca tenemos la palabra final
está más que comprobado.
Pero a todo te acostumbras dicen,
a apostarle a la vida y acabar perdiendo,
a amar lo que haces por los pequeños triunfos,
y a odiarlo con los diarios fracasos,
y ya no sabes donde estaba dios,
pero lo sentiste en cada pulsación,
cada impulso de la máquina perfecta,
que a veces falla por el mal uso,
que a veces es aplastada en accidentes,
pero no sabes ya quien muere,
si el paciente o tú,
o si hace tiempo ya no sientes,
porque de sentirlo,
nadie podría soportarlo.

 

Un placer. Me gusta el puem. Lo guardo. Saludos.

 

Eso me alegra Gracia Emp.