Sólo fuimos aves negras

Monje Mont · 8 de Octubre de 2021

SÓLO FUIMOS AVES NEGRAS

Fatigados. El amor había mojado la cama como un niño.
Las hormigas del frío en nuestros cuerpos nos habían despertado.
Yo pensaba en la engañosa inmovilidad del tiempo
y en cómo los edificios, mordiéndose los labios, permanecen quietos.
Pero la noche soltó las primeras aves negras y todo comenzó a moverse.

Las cosas nos miraban como animalillos desde su rincón seguro.
Tú, profeta de eso que algunos llaman rocío,
habías infectado de armisticios cada una de mis guerras
y de colores mis ojos blanco y negro.
Pero tras la agitación de alas se iban revirtiendo los procesos.

Las cigarras de mi lengua nacían, como todas, desahuciadas.
Tuve entonces que entonar en tu cuello el próximo segundo,
porque las agujas del reloj abandonaban ya el suspenso.
Las seis era nuestra hora cenicienta.

Yo quise guardar para el invierno algunas de tus migas.
Quise guardar en la memoria de mis dedos tus medidas,
y entre mis uñas el recurrente petricor de tus contornos.
Quise cuajarte de mis íntimas razones, pero no te descifraba.
No existe lenguaje para cada pixel que hace tu nombre.

Me quedaron siempre los márgenes en blanco
y más allá de las ventanas, tanta gente.
Recuerdo que rugían los motores y recuerdo los pasos de un diluvio,
y a los paraguas que nacidos en las testas zaherían el silencio
con el miedo a aguas extrañas. Hubiera preferido, del mar, sus improperios,
o los sorbos de espuma que a Alfonsina le hacen recordar,
su trayecto hasta ese punto. Demasiado para un día.
…Y esa pandemia de rostros que jamás habíamos visto.

“¿Es sólo sexo?” Preguntaste, y conteste preguntándote lo mismo.
“Es sólo sexo”, confirmábamos en coro,
mientras eyaculábamos las dudas que intentaban delatarnos.

Había en el ambiente esa mezcla de vino y mirra que lo seda todo,
mientras por los lados opuestos al punto seguido de otro encuentro,
abandonábamos el tálamo. Un nuevo párrafo
quizás nos hubiera deparado hasta una historia.
Pero ya sedados, fuimos dos cobardes en un duelo,
pidiéndonos perdón el uno al otro por cada vida arrebatada.

La exhumación hubiera sido mejor que “cada uno por su lado”.
Pero nacimos bajo las sombras de Hiroshima estampados en los muros,
donde nuestros cuerpos se volvieron radiactivos.
La noche siguiente volveríamos a extirparnos de todas las paredes,
y la siguiente a sembrar megatones en todas las orillas.
Desde luego, y ambos estábamos al tanto, así jamás seríamos.

La verdad: recolectábamos maná apegados a las reglas.
Mientras, se pudrían las raciones que excedían nuestros cuerpos.

Y hoy sabemos que cuando el ave negra se pose en el álamo
de todos los presagios, el argento en el revés de cada hoja
pintará de lunas nuestros nombres. Luego dejaremos los Avatares
en el lecho, para encontrarnos bajo el sol con el aliento entrecortado,
diciéndonos como viejos conocidos: “Pero ayer éramos tan jóvenes…
¿Por qué perdimos tanto tiempo?”.

Iván Terranova Cruz · 8 de Octubre de 2021

Un encuentro de otra dimensión... en donde los amantes transforman toda su realidad circundante y la elevan hacia ese cosmos profundo e íntimo que brota desde el silencio de sus cuerpos y sus corazones convulsionados. Excelente poema, saturado de incríbles imágenes; algo que logra un todo fenomenal.
Afectuosamente:

Maramin · 8 de Octubre de 2021

Orgásmica evolución que en el descanso se transforma en lírico viaje por el cosmos maquillando con vívidas imágenes un recorrido exhaustivo por todos los lugares presentidos.

Darkness.cl · 8 de Octubre de 2021

Un recorrido nostálgico inmenso querido amigo... preciosas imágenes...
Un gusto siempre...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

angelcesar · 9 de Octubre de 2021

Monje Mont dijo: ↑

SÓLO FUIMOS AVES NEGRAS

Fatigados. El amor había mojado la cama como un niño.
Las hormigas del frío en nuestros cuerpos nos habían despertado.
Yo pensaba en la engañosa inmovilidad del tiempo
y en cómo los edificios, mordiéndose los labios, permanecen quietos.
Pero la noche soltó las primeras aves negras y todo comenzó a moverse.

Las cosas nos miraban como animalillos desde su rincón seguro.
Tú, profeta de eso que algunos llaman rocío,
habías infectado de armisticios cada una de mis guerras
y de colores mis ojos blanco y negro.
Pero tras la agitación de alas se iban revirtiendo los procesos.

Las cigarras de mi lengua nacían, como todas, desahuciadas.
Tuve entonces que entonar en tu cuello el próximo segundo,
porque las agujas del reloj abandonaban ya el suspenso.
Las seis era nuestra hora cenicienta.

Yo quise guardar para el invierno algunas de tus migas.
Quise guardar en la memoria de mis dedos tus medidas,
y entre mis uñas el recurrente petricor de tus contornos.
Quise cuajarte de mis íntimas razones, pero no te descifraba.
No existe lenguaje para cada pixel que hace tu nombre.

Me quedaron siempre los márgenes en blanco
y más allá de las ventanas, tanta gente.
Recuerdo que rugían los motores y recuerdo los pasos de un diluvio,
y a los paraguas que nacidos en las testas zaherían el silencio
con el miedo a aguas extrañas. Hubiera preferido, del mar, sus improperios,
o los sorbos de espuma que a Alfonsina le hacen recordar,
su trayecto hasta ese punto. Demasiado para un día.
…Y esa pandemia de rostros que jamás habíamos visto.

“¿Es sólo sexo?” Preguntaste, y conteste preguntándote lo mismo.
“Es sólo sexo”, confirmábamos en coro,
mientras eyaculábamos las dudas que intentaban delatarnos.

Había en el ambiente esa mezcla de vino y mirra que lo seda todo,
mientras por los lados opuestos al punto seguido de otro encuentro,
abandonábamos el tálamo. Un nuevo párrafo
quizás nos hubiera deparado hasta una historia.
Pero ya sedados, fuimos dos cobardes en un duelo,
pidiéndonos perdón el uno al otro por cada vida arrebatada.

La exhumación hubiera sido mejor que “cada uno por su lado”.
Pero nacimos bajo las sombras de Hiroshima estampados en los muros,
donde nuestros cuerpos se volvieron radiactivos.
La noche siguiente volveríamos a extirparnos de todas las paredes,
y la siguiente a sembrar megatones en todas las orillas.
Desde luego, y ambos estábamos al tanto, así jamás seríamos.

La verdad: recolectábamos maná apegados a las reglas.
Mientras, se pudrían las raciones que excedían nuestros cuerpos.

Y hoy sabemos que cuando el ave negra se pose en el álamo
de todos los presagios, el argento en el revés de cada hoja
pintará de lunas nuestros nombres. Luego dejaremos los Avatares
en el lecho, para encontrarnos bajo el sol con el aliento entrecortado,
diciéndonos como viejos conocidos: “Pero ayer éramos tan jóvenes…
¿Por qué perdimos tanto tiempo?”.
Haz clic para expandir...

Hermosísimo poema donde prima el romance y el amor mientras alrededor todo es borroso y frío. Un placer leerte, Monje. Mis aplausos.
Abrazo fraternal.

tribuZen · 9 de Octubre de 2021

Monje Mont dijo: ↑

SÓLO FUIMOS AVES NEGRAS

Fatigados. El amor había mojado la cama como un niño.
Las hormigas del frío en nuestros cuerpos nos habían despertado.
Yo pensaba en la engañosa inmovilidad del tiempo
y en cómo los edificios, mordiéndose los labios, permanecen quietos.
Pero la noche soltó las primeras aves negras y todo comenzó a moverse.

Las cosas nos miraban como animalillos desde su rincón seguro.
Tú, profeta de eso que algunos llaman rocío,
habías infectado de armisticios cada una de mis guerras
y de colores mis ojos blanco y negro.
Pero tras la agitación de alas se iban revirtiendo los procesos.

Las cigarras de mi lengua nacían, como todas, desahuciadas.
Tuve entonces que entonar en tu cuello el próximo segundo,
porque las agujas del reloj abandonaban ya el suspenso.
Las seis era nuestra hora cenicienta.

Yo quise guardar para el invierno algunas de tus migas.
Quise guardar en la memoria de mis dedos tus medidas,
y entre mis uñas el recurrente petricor de tus contornos.
Quise cuajarte de mis íntimas razones, pero no te descifraba.
No existe lenguaje para cada pixel que hace tu nombre.

Me quedaron siempre los márgenes en blanco
y más allá de las ventanas, tanta gente.
Recuerdo que rugían los motores y recuerdo los pasos de un diluvio,
y a los paraguas que nacidos en las testas zaherían el silencio
con el miedo a aguas extrañas. Hubiera preferido, del mar, sus improperios,
o los sorbos de espuma que a Alfonsina le hacen recordar,
su trayecto hasta ese punto. Demasiado para un día.
…Y esa pandemia de rostros que jamás habíamos visto.

“¿Es sólo sexo?” Preguntaste, y conteste preguntándote lo mismo.
“Es sólo sexo”, confirmábamos en coro,
mientras eyaculábamos las dudas que intentaban delatarnos.

Había en el ambiente esa mezcla de vino y mirra que lo seda todo,
mientras por los lados opuestos al punto seguido de otro encuentro,
abandonábamos el tálamo. Un nuevo párrafo
quizás nos hubiera deparado hasta una historia.
Pero ya sedados, fuimos dos cobardes en un duelo,
pidiéndonos perdón el uno al otro por cada vida arrebatada.

La exhumación hubiera sido mejor que “cada uno por su lado”.
Pero nacimos bajo las sombras de Hiroshima estampados en los muros,
donde nuestros cuerpos se volvieron radiactivos.
La noche siguiente volveríamos a extirparnos de todas las paredes,
y la siguiente a sembrar megatones en todas las orillas.
Desde luego, y ambos estábamos al tanto, así jamás seríamos.

La verdad: recolectábamos maná apegados a las reglas.
Mientras, se pudrían las raciones que excedían nuestros cuerpos.

Y hoy sabemos que cuando el ave negra se pose en el álamo
de todos los presagios, el argento en el revés de cada hoja
pintará de lunas nuestros nombres. Luego dejaremos los Avatares
en el lecho, para encontrarnos bajo el sol con el aliento entrecortado,
diciéndonos como viejos conocidos: “Pero ayer éramos tan jóvenes…
¿Por qué perdimos tanto tiempo?”.
Haz clic para expandir...

Excelente repertorio de reflexiones y metáforas, en ese encuentro de dos personas, y como la historia entre la pasión y el desasosiego... un excelente poema, una joya de la palabra querido amigo Monje Mont. Enhorabuena por tu sustancioso arte! Un abrazo, con mis mejores deseos siempre.

goodlookingteenagevampire · 9 de Octubre de 2021

Monje Mont dijo: ↑

SÓLO FUIMOS AVES NEGRAS

Fatigados. El amor había mojado la cama como un niño.
Las hormigas del frío en nuestros cuerpos nos habían despertado.
Yo pensaba en la engañosa inmovilidad del tiempo
y en cómo los edificios, mordiéndose los labios, permanecen quietos.
Pero la noche soltó las primeras aves negras y todo comenzó a moverse.

Las cosas nos miraban como animalillos desde su rincón seguro.
Tú, profeta de eso que algunos llaman rocío,
habías infectado de armisticios cada una de mis guerras
y de colores mis ojos blanco y negro.
Pero tras la agitación de alas se iban revirtiendo los procesos.

Las cigarras de mi lengua nacían, como todas, desahuciadas.
Tuve entonces que entonar en tu cuello el próximo segundo,
porque las agujas del reloj abandonaban ya el suspenso.
Las seis era nuestra hora cenicienta.

Yo quise guardar para el invierno algunas de tus migas.
Quise guardar en la memoria de mis dedos tus medidas,
y entre mis uñas el recurrente petricor de tus contornos.
Quise cuajarte de mis íntimas razones, pero no te descifraba.
No existe lenguaje para cada pixel que hace tu nombre.

Me quedaron siempre los márgenes en blanco
y más allá de las ventanas, tanta gente.
Recuerdo que rugían los motores y recuerdo los pasos de un diluvio,
y a los paraguas que nacidos en las testas zaherían el silencio
con el miedo a aguas extrañas. Hubiera preferido, del mar, sus improperios,
o los sorbos de espuma que a Alfonsina le hacen recordar,
su trayecto hasta ese punto. Demasiado para un día.
…Y esa pandemia de rostros que jamás habíamos visto.

“¿Es sólo sexo?” Preguntaste, y conteste preguntándote lo mismo.
“Es sólo sexo”, confirmábamos en coro,
mientras eyaculábamos las dudas que intentaban delatarnos.

Había en el ambiente esa mezcla de vino y mirra que lo seda todo,
mientras por los lados opuestos al punto seguido de otro encuentro,
abandonábamos el tálamo. Un nuevo párrafo
quizás nos hubiera deparado hasta una historia.
Pero ya sedados, fuimos dos cobardes en un duelo,
pidiéndonos perdón el uno al otro por cada vida arrebatada.

La exhumación hubiera sido mejor que “cada uno por su lado”.
Pero nacimos bajo las sombras de Hiroshima estampados en los muros,
donde nuestros cuerpos se volvieron radiactivos.
La noche siguiente volveríamos a extirparnos de todas las paredes,
y la siguiente a sembrar megatones en todas las orillas.
Desde luego, y ambos estábamos al tanto, así jamás seríamos.

La verdad: recolectábamos maná apegados a las reglas.
Mientras, se pudrían las raciones que excedían nuestros cuerpos.

Y hoy sabemos que cuando el ave negra se pose en el álamo
de todos los presagios, el argento en el revés de cada hoja
pintará de lunas nuestros nombres. Luego dejaremos los Avatares
en el lecho, para encontrarnos bajo el sol con el aliento entrecortado,
diciéndonos como viejos conocidos: “Pero ayer éramos tan jóvenes…
¿Por qué perdimos tanto tiempo?”.
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Al final se pierde todo y unas cosas duelen más que otras. Un abrazo, Monje.

Cecilya · 9 de Octubre de 2021

Monje Mont dijo: ↑

SÓLO FUIMOS AVES NEGRAS

Fatigados. El amor había mojado la cama como un niño.
Las hormigas del frío en nuestros cuerpos nos habían despertado.
Yo pensaba en la engañosa inmovilidad del tiempo
y en cómo los edificios, mordiéndose los labios, permanecen quietos.
Pero la noche soltó las primeras aves negras y todo comenzó a moverse.

Las cosas nos miraban como animalillos desde su rincón seguro.
Tú, profeta de eso que algunos llaman rocío,
habías infectado de armisticios cada una de mis guerras
y de colores mis ojos blanco y negro.
Pero tras la agitación de alas se iban revirtiendo los procesos.

Las cigarras de mi lengua nacían, como todas, desahuciadas.
Tuve entonces que entonar en tu cuello el próximo segundo,
porque las agujas del reloj abandonaban ya el suspenso.
Las seis era nuestra hora cenicienta.

Yo quise guardar para el invierno algunas de tus migas.
Quise guardar en la memoria de mis dedos tus medidas,
y entre mis uñas el recurrente petricor de tus contornos.
Quise cuajarte de mis íntimas razones, pero no te descifraba.
No existe lenguaje para cada pixel que hace tu nombre.

Me quedaron siempre los márgenes en blanco
y más allá de las ventanas, tanta gente.
Recuerdo que rugían los motores y recuerdo los pasos de un diluvio,
y a los paraguas que nacidos en las testas zaherían el silencio
con el miedo a aguas extrañas. Hubiera preferido, del mar, sus improperios,
o los sorbos de espuma que a Alfonsina le hacen recordar,
su trayecto hasta ese punto. Demasiado para un día.
…Y esa pandemia de rostros que jamás habíamos visto.

“¿Es sólo sexo?” Preguntaste, y conteste preguntándote lo mismo.
“Es sólo sexo”, confirmábamos en coro,
mientras eyaculábamos las dudas que intentaban delatarnos.

Había en el ambiente esa mezcla de vino y mirra que lo seda todo,
mientras por los lados opuestos al punto seguido de otro encuentro,
abandonábamos el tálamo. Un nuevo párrafo
quizás nos hubiera deparado hasta una historia.
Pero ya sedados, fuimos dos cobardes en un duelo,
pidiéndonos perdón el uno al otro por cada vida arrebatada.

La exhumación hubiera sido mejor que “cada uno por su lado”.
Pero nacimos bajo las sombras de Hiroshima estampados en los muros,
donde nuestros cuerpos se volvieron radiactivos.
La noche siguiente volveríamos a extirparnos de todas las paredes,
y la siguiente a sembrar megatones en todas las orillas.
Desde luego, y ambos estábamos al tanto, así jamás seríamos.

La verdad: recolectábamos maná apegados a las reglas.
Mientras, se pudrían las raciones que excedían nuestros cuerpos.

Y hoy sabemos que cuando el ave negra se pose en el álamo
de todos los presagios, el argento en el revés de cada hoja
pintará de lunas nuestros nombres. Luego dejaremos los Avatares
en el lecho, para encontrarnos bajo el sol con el aliento entrecortado,
diciéndonos como viejos conocidos: “Pero ayer éramos tan jóvenes…
¿Por qué perdimos tanto tiempo?”.
Haz clic para expandir...

Por eso es imperioso amar, para que ningún reloj pueda jactarse del tiempo transcurrido. Para que nunca sea tarde.
Es una gran obra, una historia rica y profunda. La leo y la pienso también como prosa poética por su cadencia y extensión.
Un lujo de trabajo, pura calidad.
Un abrazo y muy feliz fin de semana.

Monje Mont · 10 de Octubre de 2021

Iván Terranova Cruz dijo: ↑

Un encuentro de otra dimensión... en donde los amantes transforman toda su realidad circundante y la elevan hacia ese cosmos profundo e íntimo que brota desde el silencio de sus cuerpos y sus corazones convulsionados. Excelente poema, saturado de incríbles imágenes; algo que logra un todo fenomenal.
Afectuosamente:
Haz clic para expandir...

Muchas gracias estimado amigo Iván por tu visita y la motivación de tus palabras. Me alegra que te gustara el poema. Un honor contar con tu apoyo. Que estés bien poeta. Un abrazo.

Ansel Arenas · 11 de Octubre de 2021

Hermosas y creativas líneas . Un gusto pasar amigo Monje.

LUZYABSENTA · 11 de Octubre de 2021

Monje Mont dijo: ↑

SÓLO FUIMOS AVES NEGRAS

Fatigados. El amor había mojado la cama como un niño.
Las hormigas del frío en nuestros cuerpos nos habían despertado.
Yo pensaba en la engañosa inmovilidad del tiempo
y en cómo los edificios, mordiéndose los labios, permanecen quietos.
Pero la noche soltó las primeras aves negras y todo comenzó a moverse.

Las cosas nos miraban como animalillos desde su rincón seguro.
Tú, profeta de eso que algunos llaman rocío,
habías infectado de armisticios cada una de mis guerras
y de colores mis ojos blanco y negro.
Pero tras la agitación de alas se iban revirtiendo los procesos.

Las cigarras de mi lengua nacían, como todas, desahuciadas.
Tuve entonces que entonar en tu cuello el próximo segundo,
porque las agujas del reloj abandonaban ya el suspenso.
Las seis era nuestra hora cenicienta.

Yo quise guardar para el invierno algunas de tus migas.
Quise guardar en la memoria de mis dedos tus medidas,
y entre mis uñas el recurrente petricor de tus contornos.
Quise cuajarte de mis íntimas razones, pero no te descifraba.
No existe lenguaje para cada pixel que hace tu nombre.

Me quedaron siempre los márgenes en blanco
y más allá de las ventanas, tanta gente.
Recuerdo que rugían los motores y recuerdo los pasos de un diluvio,
y a los paraguas que nacidos en las testas zaherían el silencio
con el miedo a aguas extrañas. Hubiera preferido, del mar, sus improperios,
o los sorbos de espuma que a Alfonsina le hacen recordar,
su trayecto hasta ese punto. Demasiado para un día.
…Y esa pandemia de rostros que jamás habíamos visto.

“¿Es sólo sexo?” Preguntaste, y conteste preguntándote lo mismo.
“Es sólo sexo”, confirmábamos en coro,
mientras eyaculábamos las dudas que intentaban delatarnos.

Había en el ambiente esa mezcla de vino y mirra que lo seda todo,
mientras por los lados opuestos al punto seguido de otro encuentro,
abandonábamos el tálamo. Un nuevo párrafo
quizás nos hubiera deparado hasta una historia.
Pero ya sedados, fuimos dos cobardes en un duelo,
pidiéndonos perdón el uno al otro por cada vida arrebatada.

La exhumación hubiera sido mejor que “cada uno por su lado”.
Pero nacimos bajo las sombras de Hiroshima estampados en los muros,
donde nuestros cuerpos se volvieron radiactivos.
La noche siguiente volveríamos a extirparnos de todas las paredes,
y la siguiente a sembrar megatones en todas las orillas.
Desde luego, y ambos estábamos al tanto, así jamás seríamos.

La verdad: recolectábamos maná apegados a las reglas.
Mientras, se pudrían las raciones que excedían nuestros cuerpos.

Y hoy sabemos que cuando el ave negra se pose en el álamo
de todos los presagios, el argento en el revés de cada hoja
pintará de lunas nuestros nombres. Luego dejaremos los Avatares
en el lecho, para encontrarnos bajo el sol con el aliento entrecortado,
diciéndonos como viejos conocidos: “Pero ayer éramos tan jóvenes…
¿Por qué perdimos tanto tiempo?”.
Haz clic para expandir...

Extensa y cadenciosa obra donde desde la profundidad se analiza esa dimension
amorosa que es capaz de transformar la realidad y crear asi esa bonanza que
se eleva desde la intimidad de los amantes. bellissimo.
saludos amables de luzyabsenta

Monje Mont · 12 de Octubre de 2021

Maramin dijo: ↑

Orgásmica evolución que en el descanso se transforma en lírico viaje por el cosmos maquillando con vívidas imágenes un recorrido exhaustivo por todos los lugares presentidos.

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Muchas gracias estimado poeta Maramín por tu visita y por tu profundo comentario. Un lujo encontrar tu huella motivadora en este escrito. Que estés bien. Un abrazo hasta tu patria.

Monje Mont · 13 de Octubre de 2021

Darkness.cl dijo: ↑

Un recorrido nostálgico inmenso querido amigo... preciosas imágenes...
Un gusto siempre...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy
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Nancy, amiga, muchas gracias por tu lectura y tu comentario amable y motivador. Un lujo encontrar tu huella. Que estés bien. Un abrazo..

Monje Mont · 15 de Octubre de 2021

angelcesar dijo: ↑

Hermosísimo poema donde prima el romance y el amor mientras alrededor todo es borroso y frío. Un placer leerte, Monje. Mis aplausos.
Abrazo fraternal.
Haz clic para expandir...

Estimado poeta, te agradezco mucho tu visita y tu amable comentario. Un honor tu apoyo. Que estés bien. Un abrazo.

MARIANNE · 16 de Octubre de 2021

Monje Mont dijo: ↑

SÓLO FUIMOS AVES NEGRAS

Fatigados. El amor había mojado la cama como un niño.
Las hormigas del frío en nuestros cuerpos nos habían despertado.
Yo pensaba en la engañosa inmovilidad del tiempo
y en cómo los edificios, mordiéndose los labios, permanecen quietos.
Pero la noche soltó las primeras aves negras y todo comenzó a moverse.

Las cosas nos miraban como animalillos desde su rincón seguro.
Tú, profeta de eso que algunos llaman rocío,
habías infectado de armisticios cada una de mis guerras
y de colores mis ojos blanco y negro.
Pero tras la agitación de alas se iban revirtiendo los procesos.

Las cigarras de mi lengua nacían, como todas, desahuciadas.
Tuve entonces que entonar en tu cuello el próximo segundo,
porque las agujas del reloj abandonaban ya el suspenso.
Las seis era nuestra hora cenicienta.

Yo quise guardar para el invierno algunas de tus migas.
Quise guardar en la memoria de mis dedos tus medidas,
y entre mis uñas el recurrente petricor de tus contornos.
Quise cuajarte de mis íntimas razones, pero no te descifraba.
No existe lenguaje para cada pixel que hace tu nombre.

Me quedaron siempre los márgenes en blanco
y más allá de las ventanas, tanta gente.
Recuerdo que rugían los motores y recuerdo los pasos de un diluvio,
y a los paraguas que nacidos en las testas zaherían el silencio
con el miedo a aguas extrañas. Hubiera preferido, del mar, sus improperios,
o los sorbos de espuma que a Alfonsina le hacen recordar,
su trayecto hasta ese punto. Demasiado para un día.
…Y esa pandemia de rostros que jamás habíamos visto.

“¿Es sólo sexo?” Preguntaste, y conteste preguntándote lo mismo.
“Es sólo sexo”, confirmábamos en coro,
mientras eyaculábamos las dudas que intentaban delatarnos.

Había en el ambiente esa mezcla de vino y mirra que lo seda todo,
mientras por los lados opuestos al punto seguido de otro encuentro,
abandonábamos el tálamo. Un nuevo párrafo
quizás nos hubiera deparado hasta una historia.
Pero ya sedados, fuimos dos cobardes en un duelo,
pidiéndonos perdón el uno al otro por cada vida arrebatada.

La exhumación hubiera sido mejor que “cada uno por su lado”.
Pero nacimos bajo las sombras de Hiroshima estampados en los muros,
donde nuestros cuerpos se volvieron radiactivos.
La noche siguiente volveríamos a extirparnos de todas las paredes,
y la siguiente a sembrar megatones en todas las orillas.
Desde luego, y ambos estábamos al tanto, así jamás seríamos.

La verdad: recolectábamos maná apegados a las reglas.
Mientras, se pudrían las raciones que excedían nuestros cuerpos.

Y hoy sabemos que cuando el ave negra se pose en el álamo
de todos los presagios, el argento en el revés de cada hoja
pintará de lunas nuestros nombres. Luego dejaremos los Avatares
en el lecho, para encontrarnos bajo el sol con el aliento entrecortado,
diciéndonos como viejos conocidos: “Pero ayer éramos tan jóvenes…
¿Por qué perdimos tanto tiempo?”.
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El lado oscuro de la historia es que siempre hay algo de misterio en todo ...

Grato leerte

Monje Mont · 17 de Octubre de 2021

tribuZen dijo: ↑

Excelente repertorio de reflexiones y metáforas, en ese encuentro de dos personas, y como la historia entre la pasión y el desasosiego... un excelente poema, una joya de la palabra querido amigo Monje Mont. Enhorabuena por tu sustancioso arte! Un abrazo, con mis mejores deseos siempre.
Haz clic para expandir...

Te agradezco mucho estimado amigo Tribuzen tu visita y tu amable y motivador comentario. Tu apoyo es importante para mí, compañero de letras. Que estés bien. Un abrazo.

Monje Mont · 18 de Octubre de 2021

goodlookingteenagevampire dijo: ↑

Al final se pierde todo y unas cosas duelen más que otras. Un abrazo, Monje.
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Gracias estimado poeta por tu lectura y tu comentario. Me motiva tu visita. Que estés bien amigo. Un abrazo.

Monje Mont · 20 de Octubre de 2021

Cecilya dijo: ↑

Por eso es imperioso amar, para que ningún reloj pueda jactarse del tiempo transcurrido. Para que nunca sea tarde.
Es una gran obra, una historia rica y profunda. La leo y la pienso también como prosa poética por su cadencia y extensión.
Un lujo de trabajo, pura calidad.
Un abrazo y muy feliz fin de semana.
Haz clic para expandir...

Te agradezco mucho estimada amiga Cecilya tu lectura siempre profunda y tus comentarios inteligentes y motivadores. Un lujo contar con tu apoyo. He estado ocupado en otras cosas y mi actividad en el foro ha sido mínima, pero buscaré el espacio para visitarte y a otros que como a ti, también admiro y aprecio. Un abrazo.

Monje Mont · 21 de Octubre de 2021

Daniel Villatoro Bardales dijo: ↑

Hermosas y creativas líneas . Un gusto pasar amigo Monje.
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El gusto es mío estimado amigo Daniel. Gracias por dejar tu amable huella en estas letras. Que estés bien poeta. Un abrazo.

Luis Á. Ruiz Peradejordi · 23 de Octubre de 2021

Monje Mont dijo: ↑

SÓLO FUIMOS AVES NEGRAS

Fatigados. El amor había mojado la cama como un niño.
Las hormigas del frío en nuestros cuerpos nos habían despertado.
Yo pensaba en la engañosa inmovilidad del tiempo
y en cómo los edificios, mordiéndose los labios, permanecen quietos.
Pero la noche soltó las primeras aves negras y todo comenzó a moverse.

Las cosas nos miraban como animalillos desde su rincón seguro.
Tú, profeta de eso que algunos llaman rocío,
habías infectado de armisticios cada una de mis guerras
y de colores mis ojos blanco y negro.
Pero tras la agitación de alas se iban revirtiendo los procesos.

Las cigarras de mi lengua nacían, como todas, desahuciadas.
Tuve entonces que entonar en tu cuello el próximo segundo,
porque las agujas del reloj abandonaban ya el suspenso.
Las seis era nuestra hora cenicienta.

Yo quise guardar para el invierno algunas de tus migas.
Quise guardar en la memoria de mis dedos tus medidas,
y entre mis uñas el recurrente petricor de tus contornos.
Quise cuajarte de mis íntimas razones, pero no te descifraba.
No existe lenguaje para cada pixel que hace tu nombre.

Me quedaron siempre los márgenes en blanco
y más allá de las ventanas, tanta gente.
Recuerdo que rugían los motores y recuerdo los pasos de un diluvio,
y a los paraguas que nacidos en las testas zaherían el silencio
con el miedo a aguas extrañas. Hubiera preferido, del mar, sus improperios,
o los sorbos de espuma que a Alfonsina le hacen recordar,
su trayecto hasta ese punto. Demasiado para un día.
…Y esa pandemia de rostros que jamás habíamos visto.

“¿Es sólo sexo?” Preguntaste, y conteste preguntándote lo mismo.
“Es sólo sexo”, confirmábamos en coro,
mientras eyaculábamos las dudas que intentaban delatarnos.

Había en el ambiente esa mezcla de vino y mirra que lo seda todo,
mientras por los lados opuestos al punto seguido de otro encuentro,
abandonábamos el tálamo. Un nuevo párrafo
quizás nos hubiera deparado hasta una historia.
Pero ya sedados, fuimos dos cobardes en un duelo,
pidiéndonos perdón el uno al otro por cada vida arrebatada.

La exhumación hubiera sido mejor que “cada uno por su lado”.
Pero nacimos bajo las sombras de Hiroshima estampados en los muros,
donde nuestros cuerpos se volvieron radiactivos.
La noche siguiente volveríamos a extirparnos de todas las paredes,
y la siguiente a sembrar megatones en todas las orillas.
Desde luego, y ambos estábamos al tanto, así jamás seríamos.

La verdad: recolectábamos maná apegados a las reglas.
Mientras, se pudrían las raciones que excedían nuestros cuerpos.

Y hoy sabemos que cuando el ave negra se pose en el álamo
de todos los presagios, el argento en el revés de cada hoja
pintará de lunas nuestros nombres. Luego dejaremos los Avatares
en el lecho, para encontrarnos bajo el sol con el aliento entrecortado,
diciéndonos como viejos conocidos: “Pero ayer éramos tan jóvenes…
¿Por qué perdimos tanto tiempo?”.
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El universo nos envuelve y en su abrazo nos hace partícipes de la historia y lo que nos rodea. Somos pulsos del tiempo que se nos va en cada instante mientras nos creemos eternos.
Magníficos versos, de una poesía atribulado y rebelde. Un cordial saludo.

Monje Mont · 24 de Octubre de 2021

LUZYABSENTA dijo: ↑

Extensa y cadenciosa obra donde desde la profundidad se analiza esa dimension
amorosa que es capaz de transformar la realidad y crear asi esa bonanza que
se eleva desde la intimidad de los amantes. bellissimo.
saludos amables de luzyabsenta
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Muchas gracias mi estimado amigo por tu profunda lectura y tu amable y motivador comentario. Un lujo siempre encontrar tu huella en mis trazos. Que estés bien. Un abrazo.

Monje Mont · 25 de Octubre de 2021

MARIANNE dijo: ↑

El lado oscuro de la historia es que siempre hay algo de misterio en todo ...

Grato leerte
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Gracias amiga por tu visita y comentario. Grato encontrar tu huella. Que estés bien. Un abrazo.

Anamer · 26 de Octubre de 2021

Cuando somos tan jóvenes no sabemos del amor y de la vida, pero todo tiene dos caras
y poco a poco lo vamos descubriendo, quizás eso hace más satisfactorio esos encuentros.
Placer inmenso de lectura Monje, una gran historia nos desgranas en tu poema.
Besitos cariñosos vuelen a tus mejillas.

Monje Mont · 26 de Octubre de 2021

Luis Á. Ruiz Peradejordi dijo: ↑

El universo nos envuelve y en su abrazo nos hace partícipes de la historia y lo que nos rodea. Somos pulsos del tiempo que se nos va en cada instante mientras nos creemos eternos.
Magníficos versos, de una poesía atribulado y rebelde. Un cordial saludo.[/QUO

Muchas gracias estimado amigo Luis por tu lectura y tu comentario siempre amable y profundo que enriquece mi escrito. Grato encontrar tu huella poeta. Que estés bien. Un abrazo.
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Monje Mont · 27 de Octubre de 2021

Anamer dijo: ↑

Cuando somos tan jóvenes no sabemos del amor y de la vida, pero todo tiene dos caras
y poco a poco lo vamos descubriendo, quizás eso hace más satisfactorio esos encuentros.
Placer inmenso de lectura Monje, una gran historia nos desgranas en tu poema.
Besitos cariñosos vuelen a tus mejillas.
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Muchas gracias estimada poeta Anamer por tu paso amable y tu comentario profundo que mucho me motiva. Siempre un lujo encontrar tu huella. Que estés bien. Un abrazo sincero.

Monje Mont · 28 de Octubre de 2021

Muchas gracias Riolita por tu lectura y por el "me gusta" que has dejado en este escrito. Que estés bien. Un abrazo.

Monje Mont · 29 de Enero de 2022

Muchas gracias estimada amiga por el "me gusta" que has dejado en este poema. Me alegra que te gustara. Que estés bien. Un abrazo.

Monje Mont · 1 de Febrero de 2022

Muchas gracias estimada poeta Riolita por el "me gusta" que has dejado en este escrito. Que estés bien. Un abrazo.

Monje Mont · 2 de Febrero de 2022

Muchas gracias estimada poeta Medusa por el "me gusta" que has dejado en este escrito. Que estés bien. Un abrazo.

Monje Mont · 5 de Febrero de 2022

Muchas gracias estimada poeta Medusa por el "me gusta" que has dejado en este escrito. Que estés bien. Un abrazo.

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