Esperando a destiempo.

Espero por nada.
Sigo esperando a que el reloj sobre la pared,
me indique que deje de esperar.
Y que las agujas que se mueven en círculos,
me confirmen en qué lugar es que debe doler.
Si,
las huellas que dejaron aquellos que me lastimaron.
O simplemente,
las manchas rojo carmesí que se figuran sobre la almohada,
y que la tos molesta se encarga de dibujar.

Espero por todo lo que no va a volver a ser.
Porque el dolor me acompañó,
inclusive en aquel primer amor,
cuando creí ver al amor de mi vida,
y sus besos falsos resultaron ser como las mariposas.
Que nacen para morir en tan solo un día.

La muerte me espera de pie al lado del ropero,
mientras que el espejo al costado de la cama,
reclama sonrisas falsas que dejaron de testificar en mi rostro.
Una se cansa de la realidad,
pero suele ser el teatro de cada día el culpable,
de que quiénes creí que me amaban,
hayan decidido que el adiós es mejor que un hasta pronto.
Al segundo nunca lo dije.
O quizás lo memorizo para saber decirlo en mi propio funeral?

Espero por nada,
mientras los cerámicos que surcan los suelos de mi habitación,
susurran en cantos acompasados,
que me calle la boca porque las palabras ahogan.
Y las sábanas en las que vivo escondida,
suelen dejarme sin oxígeno.
Estoy en medio de un océano color verde manzana,
mientras el sol intenta colarse por la ventana.
Yo no lo dejo entrar.
Leí en una noticia que los reflejos que éste emite,
logran ser terapéuticos y enriquecen a la salud mental,
actuando en el cerebro con efectos parecidos a los de un sedante.
Y no me gusta estar dormida,
quiero ver todos los grises y negros que me rodean.

La necedad a la depresión,
es esa relación de amor/odio,
en la que a diario me repito que la cura está en otro libro.
Entre las páginas de alguna que otra novela de amor,
de esas convencionales que siempre les recomendé,
a mis ex amores amargos como el té verde que bebo a diario.
Recordar olvidar a quiénes me hicieron sentir como la mierda.
Es lo primero que tacho,
en la lista que hago en el teléfono y que suena con cada alarma.
Dan las 12:00 y la vibración que retumba sobre la mesa de luz,
me redirige a la misma opción.
Aplazar o posponer?
Qué cosa me pregunto yo.
La tristeza o la esperanza?

 

tambien lo pienso...

un placer leerte poeta.
saludos.