Una plaza, una fiesta y un final.

“El desencanto alivia las penas de amores”.


Partió de allí.
De una esquina de cualquier calle
donde los grises no cambian.

Huyó de vivir una fiesta,
que no era la suya,
a encontrarse cara a cara
con la realidad de enfrentar al Dios,
que creía sabía espantar
sus demonios.

Las calles se estrechaban cada vez más,
oprimiendo el bombeo de su corazón.
Corazón que había dejado seco.

Llegó la noche
con su perversa oscuridad,
dejando neutros sentimientos
de desencantos vitales.
Son noches frías,
noches de hielo.

Amanece…
Tocan a duelo campanas de plata.
Silencio y más silencio.
Tiempo y espacio
logran su tregua.

Llueve un buen día
en el que se bañan los gatos.
Ya todo es diferente.
Se difumina el amor
con sólo un trazo de carboncillo
en el lienzo de la vida.

Ella creció.
Fortaleció su corazón
con amores sinceros.
​

 

Sabia reflexión proponen tus versos, Antares, en realidad el desencanto tiene siempre consecuencias ineludibles e inevitables, me gustó tu forma de ir describiendo el texto. Un saludo!

 

Muchas gracia Ben. Encantada de leer tu comentario. Buen fin de semana.

 

Hola Rosmary. Un verdadero placer recibirte en mis versos. Gracias por tu amable comentario. Saludos y buena tarde de domingo.

 

Los tiempos de lluvias tienen el efecto de aflorar los sentimientos más descuidados.
No son solo los que hayan sido muy importantes antes y hoy venidos a menos.
Ni únicamente aquellos que producen desasosiego y tratamos de condenar al olvido premeditado.
O exclusivamente aquellos que que sentimos tan diarios que se han vuelto una rutina.
Son todos ellos juntos los que el petricor y el sonido del agua cayendo y golpeando en ecos les dan un soplo de vuelta.

Al fin y al cabo, la lengua no les basta por completo a los gatos para limpiarse.

Saludos cordiales Antares.

 

Agradable tu comentario. Saludos dragón-ecu.