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Pequeño ejercicio vocálico Parte V U

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Asklepios, 24 de Junio de 2022. Respuestas: 0 | Visitas: 291

  1. Asklepios

    Asklepios Digamos que a tientas

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    ¡Uaaa!, gritaron al unísono las huestes del rey Litortes y del rey Garulier mientras avanzaban al encuentro del ejército del zar quien, mientras permanecía atento a su avance, observaba con cierta melancolía el ubérrimo terreno que se extendía alrededor del inminente campo de batalla ubicado frente a los llamados Montes del Diablo, en la frontera norte de los terrenos del zar.

    Por un capricho inexplicable del zar, que ordenó un nuevo ucase con el que se empeoraban aún más las pésimas condiciones de vida de los campesinos, el pueblo se vio obligado al levantamiento. Los reyes Litortes y Garulier apenas contaban con los suficientes medios como para afrontar con unas mínimas garantías de éxito la batalla que en breve iba a tener lugar. Habían pedido ayuda a todo aquel que tenía opciones y motivos para auxiliarlos pero la respuesta resultó rotundamente inexistente. Aun así, el mariscal Frenulio del ejército de Litortes y el general Proserdia del ejército del rey Garulier, tenían depositadas sus esperanzas en un arriesgado planteamiento del choque que propuso un joven ucubitano que hacía apenas dos años decidió asentarse en aquellas tierras tras verse obligado a abandonar su pequeña propiedad en la lejana España.

    Unas lluvias excepcionalmente intensas habían dejado prácticamente inundado a todo el país que ya antes, sufría de una profunda crisis económica a la que se sumó una severa escasez de productos básicos. Así las cosas, los dos ejércitos frente a frente, sufrían los inconvenientes de las inclemencias del tiempo y las dificultades para desplazarse los ejércitos en el campo de batalla. El detalle que inclinó la balanza a favor de los sublevados fue la magnífica utilización que hicieron de un artefacto tan simple como es el udómetro. Gracias al provecho que sacaron del uso de sus datos pudieron adelantarse tácticamente a sus enemigos y lograr la victoria más importante jamás conseguida y de la que jamás se permitieron ufanarse lo más mínimo. Y fue algo que, desde luego, sí que hicieron bien.

    Además de las ventajas relacionadas con el udómetro, tras la victoria surgieron una gran cantidad de extraños comentarios sobre extraños animales que ayudaron a la victoria, o sobre sucesos que forman parte de lo que más tarde se denominó la ufología,- ciencia, por entonces, apenas por nadie conocida, a excepción de un peculiar grupo de ugandeses verdaderos propulsores y divulgadores de todo lo relacionado con lo extraterrestre-, que a la realidad.

    Al término de la batalla, se eligió como lugar para la firma de la rendición de las tropas del zar, el palacio de Volisnetika, instalación con la suficiente categoría como para albergar un acontecimiento tan relevante. Se hizo gala de una excelente organización, resaltando el buen hacer de todos y cada uno de los ujieres que fue impecable.

    Un detalle curioso donde los haya fue que, entre los diversos espectáculos que se ofrecieron a los asistentes con la finalidad de hacer lo más ameno posible un evento de significación claramente oficial, fue una de entre las muchas actuaciones musicales que se ofrecieron: la interpretación de una obra para ukelele, extraño instrumento por nadie conocido y que entusiasmó a todos por su novedad y agradable sonoridad. Añadiré que, a ambos lados del escenario estaban dispuestas, una fila a cada lado de ulanos rusos vestidos de gala y que alguno de ellos, con el mayor disimulo no pudo evitar mover los pies al ritmo de la música, olvidándose de su obligación marcial de no moverse y permanecer en posición de firmes.

    De entre los muchos invitados a tan importante ceremonia asistieron entre otros, los cónsules de todas las potencias europeas y americanas, relevantes personalidades de los países árabes y también alguno de los ulemas más influyentes del momento. Uno de ellos, poco acostumbrado a terrenos tan uliginosos como aquellos, demostró su asombro por ello de manera poco adecuada e infantil por demás, dejándose demasiado vergonzosamente en ridículo al acompañar su conducta de un ulular tan estridente como desagradable que, afortunadamente, no tardó en desaparecer entre los umeros con los que estaban delimitados los jardines. Con el tiempo, todo se quedó en un apunte sin la menor importancia.

    En el desarrollo de la firma de un tratado de paz como es el caso, de preguntar si el hecho de conseguir crear una atmósfera de equilibrio y mutuo respeto está entre los objetivos más importantes, la respuesta afirmativa sería, sin duda, unánime. Y éste coincidir en una valiosa herramienta gracias a la que se unen voluntades que, haciéndose suma, ayudan con su aportación a fortalecer el sentido de universalidad tan necesario para la humanidad. El uno y el todo no dejan de ser lo mismo. Son uña y carne que no deben de dejarse cincelar con uñetas, escoplos y lo que hiciese falta para mantener la tensión vital, cuidar de que uñir la energía siga siendo posible…

    No debemos, no podemos dejar de preocuparnos por upar sin descanso nuestros horizontes; cualquier descuido puede llegar a ser tanto o más radioactivo que el uranio.

    Imagina que se infecta nuestra urea y nuestro ácido úrico se dispara y el urólogo que nos trata, -no recuerdo ahora mismo el nombre ese famoso especialista uruguayo-, es incapaz de normalizar su funcionamiento, incluso se usen o no las más avanzadas técnicas disponibles poniéndolas en manos del más respetado usía capaz de hacer el mejor uso posible de cualquier cosa y/o técnica, incluso permitiéndole usurpar cualquier utensilio, el que fuera necesario, útil o no, utópico o no… nos valdría cualquier supuesto con tal de hallar la mejor solución a lo aquí expuesto que, ahora mismo ya siento totalmente diluido entre todas estas palabras que, poco a poco, se han ido encaminando a éste, tan peculiar sinsentido que está quedando.

    Llegados a este punto y consciente de lo poco que me queda para llegar al objetivo que me marqué al inicio, dueño y señor de lo que escribo, me permito hacer uso del absurdo para así poder concluir la presente invención.

    Casi a punto de no saber por dónde seguir, el recuerdo de una curiosidad ha tenido a bien venir a mi rescate. Es tal su insignificancia que no veo ninguna otra anécdota mejor con la que culminar lo hasta aquí hecho. Así pues:

    Nos hicieron pasar a un enorme salón en el que habían dispuesto tres largas mesas en fila repletas de generosas fuentes, todas repletas de una inimaginable variedad de frutas. Creo que ninguno de los presentes fuera conocedor de la variedad al completo que allí se nos ofreció. Al principio todos teníamos la típica cara de asombro del turista recién llegado que ve algo por primera vez. No quiero ser más que nadie pero he de decir que no me eran desconocidas tantas frutas como imaginé en un primer momento. Así, al estar menos tiempo bajo el influjo del asombro que muchos otros, sin ser mi intención me vi entreteniéndome observando al resto de invitados. No imaginé que fuera tan divertido eso de observar al otro. Aún tengo en el archivo de mi memoria una buena cantidad de caras diferentes con muy variadas expresiones, casi todas ellas con ese significado que ofrece la inocente jocosidad.

    Sucedió que justo a mi lado vi como un hombre de rasgos esquimales dirigió varias veces su mirada, primero hacia una fuente repleta de uvas y después hacia mi persona, como queriendo saber algo. Al menos así lo entendí y me acerqué a él. Tras unos breves momentos de caos, ambos entendimos que, mal que bien, esforzándonos un poco, podríamos llegar a comunicarnos gracias al inglés a pesar de nuestro penoso, por casi inexistente nivel básico del, por desgracia, único idioma del que los dos algo sabíamos articular. Creo que nos resultó más fácil comunicarnos de lo que en principios cabía imaginar al ser los dos conscientes de nuestras limitaciones. Paradójicamente, esa limitación nos facilitó el uso de otras técnicas comunicativas basadas en los gestos, la mímica y demás.

    Al tiempo que todo esto sucedía y cada cual era consciente de su parte, también se me pasó por la mente ser consciente de mi suerte al no tener que esforzarme en intentarle explicar la diferencia entre la be (b) y la uve (v) en castellano. A esto me llevó el hecho de que nuestro diálogo se inició a causa de las uvas que fue la fruta que, al parecer, había asombrado a mi contertulio.

    Gracias a tan peculiar encuentro el derrotero de nuestro dialogar, de haberlo querido, se pudo uviar hasta donde hubiésemos querido que llegase. No sé por qué, finalmente, no fue así. Y eso resultó que fue una pena. Abrimos sin querer una espectacular ventana a través de la cual, disfrutamos juntos de vivencias a estrenar, intercambiamos datos, conocimientos, compartimos, imaginamos, nos dimos la oportunidad de ser confidentes el uno del otro.
     
    #1

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