El adiós

En mi tierra, febrero es un mes de contrastes. Tan pronto vienen unos días con sabor a primavera, como llegan jornadas invernales a más no poder.

Uno de esos días en los que la niebla se queda prendida de las copas de los árboles y sopla un viento frío que parece atravesar las orejas con agujas de hielo, uno de esos días, me desperté inquieto. No sabría deciros cuál era la razón, pero si que cierto remusguillo me recorría y tenía la sensación de que algo de cierta importancia me reclamaba. Pero nada más. No sabía a ciencia cierta cuál podría ser la causa de mi sentimiento.

Decidí entonces dejarme llevar, de manera que me duché, desayuné, me vestí y salí a la calle sin rumbo fijo. Me puse a caminar y fue de esas veces que uno lo hace sin pensar, un paso detrás de otro y la cabeza en otra parte con imágenes y pensamientos que uno no alcanza a entender.

Mis pasos me condujeron a las afueras de la ciudad. Cuando quise darme cuenta, caminaba por el Sendero del Monte, habiendo cruzado el río por el Puente Estrecho, como así llamábamos al viejo puente de piedra. Entré en el bosque que cubre todo el Monte Castro y poco a poco me dirigí hacia un rincón perdido al que yo llamaba la Nozalera, pues era una cárcava escondida donde habían crecido unos grandes y hermosos nogales.

Llegué ligeramente fatigado, pues había caminado un buen trecho desde mi casa y el frío que atenazaba mis piernas me había obligado a caminar con buen paso. Cuando llegué, desapareció mi inquietud. Era como si lo que debía hacer, efectivamente estuviese cumplido. Me senté a descansar sobre un viejo tocón.

Entonces fue cuando pude oírlo. Era un canto suave, casi un murmullo. Me recordaba al rumor de la brisa entre las ramas de los árboles. Fue subiendo en intensidad, pero siempre en un tono agradable. Aquella música parecía detener el tiempo. Presté atención, cerré los ojos para centrarme en lo que escuchaba y aquella melodía comenzó a contar una historia.

Primero había agua, una torrentera que excavaba el terreno y formaba una zanja amplia. Luego se secó el torrente y surgió la cárcava arcillosa donde me encontraba. Allí llegaron arrastradas por la fuerza de las aguas unas semillas que al cabo de un tiempo germinaron. Surgieron tímidos y tiernos unos brotes que lucharon contra el calor y contra el frío, frente a la sequía y la humedad. Y con los años se trasformaron en troncos que buscaron el cielo y acabaron por formar el techo del bosque al entrelazar sus ramas que se vistieron de hojas. Llegaron tiempo después las aves en la primavera para anidar en sus ramas y alegraron el lugar con sus trinos y dieron nueva vida con sus crías. Maduraron los nogales con los años y produjeron nueces y sus frutos sabrosos atrajeron ardillas que trepaban por sus troncos llenándoles de cosquillas.

El canto recordaba cuando no había ciudad; solamente existía el bosque y contaba cuando llegaron los hombres y cortaron los árboles para construir sus casas y calentarse en los duros inviernos. El canto se tornó melancólico cuando relataba el crecimiento de la ciudad que cercenó el bosque y fue terminando con él, restando únicamente la zona que yo había recorrido.

Terminaba con un adiós cargado de sentimiento, como un dolor suave de quien tiene por fuerza que mudarse de lugar. Luego el silencio.

Detrás de uno de los nogales apareció el pequeño cuerpo de Silda. Me miró y sonrió.

-Veo que has recibido mi mensaje – dijo.

Asentí con la cabeza.

-Hoy me despido de este lugar. Mi tiempo ya ha cumplido. Me encargaron cuidar de este bosque hace ya unos cientos de años. No sé si lo hice bien o, incluso, si podría haberlo hecho mejor, pero me reclaman del Palacio de Luz y vuelvo a la Tierra de Oberón. Me hice vieja en este lugar y ya me toca reposar –

Sentí una gran pena, no por ella que, a fin de cuentas iba a un grato lugar, sino por mí que la había conocido hacía ya unos años y había trabado con ella una buena amistad. Ahora la extrañaría por siempre. Pero por otra parte me alegraba saber que en el reino de Oberón se encontraba ahora su lugar..

Nos dimos un fuerte abrazo. Un abrazo de esos que dicen lo que todas las palabras del mundo no aciertan a expresar. Y nos separamos.

No os he dicho que Silda es una gnomo, lista y graciosa, trabajadora y enamorada de los árboles. Pero sí os diré que la echaré mucho de menos.

Con cierta añoranza en el corazón me volví para casa.

Mientras, en el Palacio de Luz, prepararon una gran fiesta.

 

Tu prosa me recordó a la temática de uno de los poemas que más nostalgia me provocó al escribirlo, que es "Alondra".
Primero te quiero felicitar y manifestarte mi total y sincera admiración ante la belleza de tus trabajos, por tu alma bondadosa puesta en ellos, y por tu voluntad de seguir compartiéndolos con nosotros.
Hoy en día, que alguien como vos continúe publicando sus obras es como saber que todavía queda luz en algunos espacios.
Como si cuidaras, viniendo algunas veces, esa esencia, ese espíritu que fue tan bello en años anteriores.
Aunque hoy me cueste encontrarlo para mí, celebro que sigas estando presente manteniendo viva a la Tierra de Oberón que es tan especial y necesaria.
Con respecto a la temática del cuento, es de esas que motivan muchos análisis y reflexiones diversas.
Más allá de que en nombre del progreso se fue muriendo el verde con toda su magia, todos en esta vida deberíamos tener un jardín, un bosque al que cuidar, y no solo físico.
Un bosque personal para que cuando seamos llamados al Reino Eterno, la gente pueda recordarnos con una sonrisa o simplemente nos tengan en su memoria como a personas de bien.
Amigo, fue muy lindo leerte esta mañana, te reitero mi admiración y te dejo un fuerte abrazo con el cariño de siempre.

 

Siempre es ilusionante encontrar tu visita y tu comentario en uno de mis escritos. Y más aún cuando los ponderas por encima de mis merecimientos. A fin de cuentas son pequeñas historias a las que busco dar un cierto encanto para que quien se acerque a ellas disfrute al menos por unos instantes.
Algunos pocos sabemos de la Tierra de Oberón, pero ésta sigue abierta al conocimiento de todos aquellos que la busquen en su corazón. Cada uno de nosotros la llevamos dentro y yo sé que alguna vez te he visto platicando con Titania. Nuestro mundo podría convertirse en un paraíso si desde nuestro interior todos quisiéramos construirlo. Yo al menos así lo pienso y así lo intento desde la Nozalera en la que me refugio en muchas ocasiones.
Gracias por tus palabras, Cecy, que son todo un regalo y por tu constante amistad que es un premio inmerecido que he recibido gracias a tu gran corazón. Un abrazo.

 

Maravilloso paisaje al que nos llevan tus letras querido Luís, llevados de tu mano nos adentramos en la hermosa historia de ese bosque vivo donde respiran gnomos, Naturaleza y hombres con el don de apreciar la belleza intrínseca que esos árboles centenarios conservan ; es maravilloso que luchemos de la forma que podamos por conservar este patrimonio ya que nuestra vida y la de todo el planeta depende de ello.
Me encanta cómo describes el paisaje, cuidando hasta el último detalle todo lo que forma parte de su esencia, me encanta cómo haces vibrar el alma haciéndola participar de lleno en las distintas situaciones del contenido que se desarrolla, contenido muy edificante y esperanzador porque nos invita a aportar nuestro granito de arena personal a un buen fin.
Encantada de visitarte querido Luís y de poder dejar en tus apasionantes letras mi humilde comentario, besos con todo mi cariño para ti....muáááckssssss

 

Muchas gracias por tan hermosa visita y tan lindo comentario. Me gustan los bosques, pues son el entorno más natural de aquellos que me rodean. Y en ellos siempre encuentro magia. En los largos años que han ido engrosando cada tronco, en los otoños que habrán desnudado una y otra vez sus ramas, en la vuelta repetida de las aves para buscar refugio para sus nidos...
Y eso es lo que estas letras mías quieren trasmitir. Me alegra que te hayan gustado.
Te envío un gran abrazo y muchos besos.

 

El encanto y la sensibilidad de tus obras siempre me conmueven mucho querido Luis. Creo que todos deberíamos ser guardianes de nuestros bosques como la pequeña Silda. Vivir en armonía con la naturaleza es esencial para nuestro espíritu y para nuestra vida aquí en la tierra. La energía positiva , la paz que los bosques emanan es incomparable, permanecer en silencio junto a ellos se siente como volver a nuestros orígenes.
Tus prosas llegan al alma, siempre me dibujan sonrisas, me hacen mucho bien Luis.
Y aunque ahora no tengo un bosque cerca el estar cuidando mi jardín o mi pequeña huerta, tocando la tierra con mis manos siento ese canto suave de la naturaleza junto a la brisa.
Muchas gracias por tus escritos, por sumergirnos en estas historias profundas, emotivas y que nos ensenan lo importante que es vivir en armonía con la naturaleza.
Un gran abrazo con toda mi admiración.

 

Te agradezco de corazón tus comentarios, Laly. En la vida es bueno saber que hay cosas importantes que lo único que nos reclaman es dedicación y un poco de cariño. Mis historias siempre intentan moverse dentro de esas coordenadas y, aunque las coloco en el rincón infantil, supongo que son aptas para todas las edades. Me alegra que tus manos se acerquen a la tierra y tengas ese cuidado de atender a lo que nace y vive.
Muchas gracias por tus palabras que siempre animan y le dan a uno la sensación de no escribir en vano. Un abrazo.

 

Un aconsejable recorrido para llegar a uno de esos paraísos que solo la naturaleza sabe construir. Un refugio con sus duendes, sus gnomos y nuestras esperanzas.
Este año las estaciones andan disparadas, pero celebro este "Adiós" tan lleno de magia que me recuerdan mucho a mis bosques.
Un abrazo, Luis, y un placer leerte.

 

Muchas gracias, Alonso por tu visita y tus palabras. La naturaleza está llena de rincones hermosos donde pervive la magia, aunque no todo el mundo sabe verla. Un abrazo.