Tu soledad

¿Cómo pretendes que no sienta tu soledad como mía? Si te encuentro perdida en noches sin nombre, donde la luna es testigo del castigo divino al describirte las tristezas que resuenan en mis poemas y que siempre te invocan sobre cuadernos que recuerdan cómo mi lápiz nostálgico intenta amarte en silencio.

¿Cómo puedes pedirme que no me aleje de tu soledad perdida? Si te fusionas con mis otras soledades y ya no sé cuál es mi soledad legítima, si te veo reflejada en los poemas que leo y siento, haciendo que no pueda identificarte y te pierdas con imágenes que provocan que te invoque en mis escritos.

¿Nunca podré dejarte sola con tu soledad maldita? Si me obligas a escribirte entre humos y libretas, haciendo que sigas enamorada de mí con los años o simplemente acompañas a mis demonios a desangrar con tinta los dolores que carga mi papel.

¿Por qué me aterras, soledad podrida? Si te disfrazas de los difuntos carnales que no se olvidan con el tiempo y están grabados en mi alma, causando que siempre te presentes en nombres marcados en mi libreta o en mis poemas abandonados en una lápida fría.​

 

La soledad se admira y desea cuando no se sufre, pero la necesidad humana de compartir cosas es evidente.

Carmen Martín Gaite​