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Los ácentos

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Asklepios, 26 de Abril de 2024. Respuestas: 1 | Visitas: 37

  1. Asklepios

    Asklepios Digamos que a tientas

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    El ciego Parpádeo, que veía todo a través de sus manos, me presentó a su amigo Óidos quien, aunque sordo de nacimiento, jamás daba la impresión de perder el hilo de ninguna conversación. Ólfato, recién llegado a la reunión, no tardó en quejarse de la peste a pescado podrido que llegaba desde el puerto…

    Ludíca, también presente desde el principio en la reunión, daba la impresión de estar más contrariada y confusa que nunca… y un tanto aburrida. Cóntenta, por otro lado, no paró de llorar en todo el día. Tal fue su dolor por el fallecimiento de Entúsiasmo, el gran compañero de su vida.

    Durante tan agradable reunión, ya fueran todos en grupo o en conversaciones privadas, hablaron de muchas cosas: de sus esperanzas y decepciones, de sus particulares contrariedades y algunas, -muchas menos-, de las resoluciones que cada cual había adoptado frente a las complicaciones que se les pudieron presentar, de política y economía… y también sobre algunas de las amistades en común que tenían. Así, por ejemplo, fue Lúdica quien comentó a Ólfato que Rotulá,- de la que ambos sabían que, a lo largo de su vida había sufrido muchas y no muy afortunadas experiencias-, últimamente había cambiado mucho y para bien, tras conocer al que,- no paraba de decirlo- era para ella el hombre de su vida. Se llamaba Engránaje, y resultó ser todo un caballero, un ser íntegro y casi perfecto, si no fuera,-comentó Ludíca un tanto puntillosa-, por el excesivo matiz obsesivo de sus manifestaciones; por sus ideas fijas, a las que no dejaba de dar vueltas, hasta conseguir su máxima concreción y exactitud.


    Me he dado cuenta de que, en quince días, se van a cumplir dos años desde que conocí a estos ya, mis grandes amigos. Me los presentó Cásualidad, al encontrarlos saliendo de ver una película en el cine. Y lo curioso es que no recuerdo qué película fuimos a ver. Está claro que no voy muy bien de memoria.

    A Éfecto, hombre, por cierto, muy consecuente, y a su mejor amigo, Mótivo, me los presentó Cásualidad. En principio, habíamos quedado para tomar unos vinos, aunque terminamos por ir a cenar y disfrutar de aquella magnífica velada de unas copas en una de las terrazas de los muchos bares abiertos en la zona. Éfecto se sentó a mi lado y no tardé ni cinco minutos en entender que a Éfecto lo que más le gustaba era filosofar sobre lo que fuera, y más aún, que le encantaba analizar y poner en claro las consecuencias que toda estrategia, -fuera cual fuese, y sin importar en absoluto sobre lo que ésta tratara-, pudiera tener. Confieso que la mayoría de las ocasiones, -es mi opinión-, resultaba muy entretenido e interesante escuchar sus argumentos y su manera de divagar sobre lo que fuera, aunque por otro lado, también es cierto que, en ocasiones puntuales, podía llegar a ser un tanto pesado… pero nadie es perfecto.

    Supe de Unéte, sin haberlo conocido todavía en persona; por alusiones y comentarios que salieron durante aquella noche sobre él. No sé por qué, pero recuerdo que salió su nombre en varias de entre las innumerables conversaciones que no dejaron de solaparse en aquella anárquica y divertida charla, en la que todos aportaron muy buenas opiniones y mejores comentarios. Por lo visto, Unéte es más que un gran aficionado al mundo de los nudos hechos con cuerdas. No sé quién hizo el comentario, pero se le consideraba uno de los mayores especialistas de Europa en la materia.

    Yo, confieso que nunca me había interesado nada relacionado con esa, digamos, afición, pero como no perdía nada, hice notar mi interés por Unéte y por cómo y cuándo podría quedar con él y así poder conocerlo. Por diversas circunstancias, pasaron casi tres meses hasta que, por fin nos pudimos encontrar. Fue en la terraza de “El hechizo”, una elegante cafetería, (hoy tristemente cerrada), ajena a esos ambientes tan ruidosos del mundo adolescente.

    Antes de hacer acto de presencia en “El hechizo”, quedé con mi buena amiga Dístancía, quien en su momento, fue pareja sentimental de Unéte. Por cosas de la vida, hacía no mucho tiempo que decidieron, de mutuo acuerdo, poner fin a su relación. Y aunque pueda parecer raro, los dos apostaron por seguir manteniendo su buena y muy sana relación,-cosa que consiguieron-, tras la ruptura. Así me lo pareció de inmediato, al verlos juntos.

    Dístancía hizo las presentaciones. Yo, en ningún momento me sentí nervioso o preocupado por cómo podía desarrollarse aquel encuentro. (Digo esto porque, “a toro pasado”, sí que se me pasó por la cabeza. Y conociéndome, es circunstancia que agradezco. Y mucho).

    Al estar tan ajeno a esta “afición” de Unéte, ni si quiera pensé en, o llegué a imaginar que no sería nada extraño, -por qué no- que Unéte también fuera aficionado al mundo náutico y él tuviera, -o algún amigo suyo-, una pequeña embarcación en un pantano o incluso en algún puerto de la costa, como así, final y felizmente, resultó ser. Y digo final y felizmente, porque tras conocer a Unéte, no puedo más que admitir y confesar, que mi vida dio un giro de 180º.
     
    #1
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  2. Alde

    Alde Amante apasionado

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    Muy bueno.
    Hace tiempo que no leía prosa tan interesante.

    Saludos
     
    #2

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