Pedestales

No sabía de pedestales, hasta que te conocí.
Llegaste a mí vida en forma de flores perfumadas que utilicé en mis cartas.
En mariposas en invierno, que apaciguaban mis nervios y dolores de panza.
En promesas ideales... Qué creí.

Llegaste a mí vida en buenas charlas a la hora del té.
En forma de ilusiones no vividas, que me daban ganas de vivirlas.
Llegaste en forma de esplendorosos paisajes, en los que meditaba para conocerme a mí misma; y en atardeceres tibios que secaban mis lágrimas.

No sabía de pedestales, hasta que te conocí.
Llegaste a mí vida en forma de abrazos que unieron los partes vacías, para llenarlas con un poco de bondad.
En caminos lisos, sin tantas curvas, sin tantos baches, por los que podía andar segura.
En memorias eternas, en besos con pasión, en un mar que no se agita y en un cielo dónde siempre hay estrellas.
En caricias con ternura y en miradas sinceras, y en amor... En forma de amor.

Pero hay pedestales que no son tan fuertes, y el tuyo no soportaba tanto peso de idealización.
Ví caer, sin mucho sostén, algunas de tus partes, y me asusté porque te ví roto.
No eras un superhombre, estabas casi tan roto como yo.
Tenías vacíos y lamentos.
Te ví humano, te ví real, lleno de misterios y cosas que no conocía.
Te ví oscuro, como mis momentos más tristes.
No eras tan brillante como lo había imaginado.

Pero te ví honesto. Vos también tenías secretos y también sentías nostalgia.
Buscabas amor en mis manos y pasión en nuestros cuerpos.
También te deslumbraste con mis noches, aunque a veces, estuvieran vacías, sin estrellas, y esperabas sentir mis mariposas en tu panza.

Recordé que yo también llegué a tu vida con buenas charlas y promesas llenas de ilusiones.
Y en mí brazos encontraste miedos y sociego a la vez.
Me viste humana, real, llena de intenciones y misterios silenciosos, de los que no sabías nada.

Sí, te ví caer del pedestal y aprendí a sostenerte con mis manos. (Te prometo que mis manos no te van a fallar).
Me aceptaste sola y descosida. En forma de tormentas y climas inestables.
En cuerdas flojas y dudas.
Me aceptaste fuerte e independiente.
En forma de tardes cálidas y frías, desconocidas.
Y te acepté real, sin mentiras. Aunque caigas de nuevo del pedestal en el que te ponga.
Porque mereces mis ganas de amar y de amarte...
Así de real, así de imperfecto, y a veces ambigüo.
Igual de humano que yo y así... Perfecto.

 

Así es el amor, entre muchas cosas.
Es luz que ilumina nuestra alma.

Saludos