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Atrix

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Luis Á. Ruiz Peradejordi, 18 de Diciembre de 2022. Respuestas: 10 | Visitas: 563

  1. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Javier llevaba toda la tarde encerrado en su cuarto, jugando con el ordenador. Apenas había parado un instante cuando llegó su abuelo Luis. Javier se limitó a saludarle con la cabeza cuando éste abrió la puerta.


    - Ya veo que estás ocupado – dijo su abuelo.


    - Sí - fue la escueta respuesta de Javier.


    Era un juego nuevo de ordenador, el que querían todos los niños que conocía y ahora él lo tenía y lo iba a disfrutar a base de bien. Después de una hora de juego, por esos misterios que a veces tiene la informática, cayó Internet y su ordenador se quedó mudo. Era toda una faena. En lo mejor del juego, se había quedado sin poder seguir. Se enfadó un poco y se lamentó de su mala suerte.


    Entonces se acordó de que su abuelo estaba en casa y se decidió a ir a verle.


    - Hola abuelo – dijo con cara seria. - Menuda faena me ha ocurrido, se me ha caído la señal y me he quedado sin poder utilizar el ordenador. Me da una rabia…-


    Su abuelo lo miró entre divertido y compasivo.


    - ¿Puedo yo hacer algo?- Preguntó Luis.


    - ¡Pues no! salvo que sepas arreglar el ordenador…- Fue la respuesta un poco desabrida que dio a su abuelo.


    - Y ¿qué voy a hacer ahora?- se dijo Javier en voz alta.


    - Si quieres te cuento una historia – dijo el abuelo


    - Si no es aburrida…- dejó escapar Javier.


    - Yo nunca cuento historias aburridas – protestó el abuelo.





    Se sentó en el sillón de orejas del salón y estuvo un instante en silencio, posiblemente buscando un relato que pudiese agradar a su nieto. Al cabo de un momento, con voz clara y gesto decidido, comenzó.





    “En lo que hoy conocemos como Galicia, hace mucho, mucho tiempo, vivieron los celtas. Un pueblo valiente, de guerreros, de mujeres que hacían funcionar los hogares y de forjadores de hierro. Pero también tenían sus gentes sabias, aquellas que conocían el devenir de las estaciones, el tiempo propicio para las siembras, las plantas y las raíces que curaban las enfermedades y las palabras justas para la felicidad de las mujeres y de los hombres. Aquellas gentes eran conocidas como druidas. Formaban una comunidad especial, siempre preocupada por el bienestar de su pueblo.


    Atrix era un niño que siempre estaba al lado de los druidas. Su madre había sido una druidesa muy conocida y muy querida por las gentes de la aldea. Ahora él se había quedado huérfano y buscaba cobijo y compañía al lado de los druidas. Qué duda cabe de que en algunas ocasiones molestaba, sobre todo cuando preguntaba insistentemente por la causa y el origen de todo lo que alcanzaba su vista. Los druidas le contestaban y le iban informando de todo aquello que él podría comprender. Poco a poco Atrix fue alcanzando conocimientos, desarrollando su inteligencia y formándose en el saber ancestral de aquellas personas sabias.


    Un día, mientras se hallaban unos pocos druidas, Atrix entre ellos, recogiendo muérdago en el bosque cercano, escucharon de repente el estruendo de una lucha que provenía de la aldea. Corrieron hacia ella, pero antes de poder alcanzar las chozas que la formaban vieron cómo el fuego la destruía y como a las mujeres y hombres del poblado, unos soldados vestidos de hierro, se los llevaban prisioneros. Aquello era corriente en aquella época, en que los más fuertes, abusaban de los más débiles y aquellos ataques servían para aprovisionar de mano de obra esclava a las industrias del imperio.


    Contemplaron doloridos como a los druidas que habían quedado en el poblado, los habían dado muerte, sin otra razón que el miedo que infundían aquellas gentes sabias, a quienes no tenían otra fuerza que la de las lanzas y las espadas. Pocos druidas habían quedado, aquellos que habían acudido al bosque. Se lamentaban por su suerte tan desdichada, cuando se vino a sumar a sus desgracias el incendio de la aldea, que al levantarse viento, se extendió hasta el bosque próximo y no paró hasta que lo convirtió en cenizas.


    Los druidas decidieron separarse, intentar descubrir supervivientes, llegar hasta otras aldeas próximas… en fin, lo que se les ocurriera. A la pérdida de las gentes y la aldea, se sumaba la pérdida del bosque. Un bosque mágico que proveía a las gentes de alimento, de madera, de productos para curar sus heridas y sus enfermedades.


    Atrix estaba desolado. Decidió separarse de sus compañeros y tomó camino hacia las montañas. Llegó hasta el gran río de la zona y caminó por su orilla, siempre contracorriente, hasta que el río se fue haciendo más pequeño y menos caudaloso. Al cabo de unos días el río no era más que un arroyo que podía cruzarse de un salto y las montañas, antes lejanas, estaban allí al alcance de la mano. El joven druida se internó por un pequeño valle, durmió a los pies de las encinas, o en el interior de las cuevas. Se alimentaba de las bellotas que abundaban y de plantas silvestres. Las moras, las frambuesas, las acerolas, se daban con facilidad y servían para saciar el hambre de nuestro amigo. Sin embargo, una gran tristeza lo invadía y con frecuencia sentía ganas de llorar, especialmente cuando recordaba todo lo que le había tocado pasar. Un día de esos en los que iba cavilando, tomó un sendero alto, bordeado de álamos y caminó por él sin prestar mucha atención. Atravesó un desfiladero muy cerrado y unas hoces formadas por un río de aguas muy frías. Llegó luego a una zona de verdes prados y ante él se abrió una cueva profunda, larga, por la que se internó. Caminó por ella, tanteando las paredes en la oscuridad, hasta que al cabo de un buen rato apreció claridad al fondo de la cueva. Efectivamente, la cueva se abría por este lado a un paisaje nuevo, diferente. Un gran lago de color topacio, se veía rodeado por un bosque de grandes árboles, altos, fuertes; árboles que parecían estar allí desde el inicio de los tiempos. La luz del sol era diáfana, clara y brillante. El rumor del aire entre las ramas era como una música que alguien tocara con instrumentos desconocidos. Había algo en aquel ambiente que le hizo superar sus penas, sentirse mejor. Caminó con paso decidido hacia el bosque y se internó en él. Llevaba un buen rato disfrutando de la belleza de aquellos árboles, cuado se encontró con un elfo. No era cualquier elfo. Era Oberón el rey de los seres mágicos. Oberón conocía la historia de Atrix. Sabía de sus penalidades, pero más importante aún, sabía de su buen corazón y su mucha inteligencia. Hablaron mucho mientras caminaban y Oberón fue señalando cada uno de los árboles, llamándoles por su nombre. Atrix era como una esponja. Todo lo iba aprendiendo, todo le interesaba. Atrix se quedó en el Palacio de Luz, conoció allí a Titania y a muchos elfos y muchas hadas. Poco a poco las heridas de su corazón se fueron calmando y recobró la paz de espíritu. Comprendió que los hombres construyen su historia con batallas y guerras, que el dolor es compañero de la evolución de las gentes. Que hacen falta hombres buenos, grandes hombres capaces de llevar conocimiento y verdad al corazón de las personas. Cultivó con las hadas sus conocimientos y aprendió mucho sobre las plantas, sobre los animales, sobre los ciclos de la tierra y los movimientos del cielo. Cuando estuvo preparado, Titania y Oberón quisieron darle un obsequio para que se llevase a su tierra. Después de pensarlo, decidió pedir tres bellotas de los robles más antiguos que hubiese en la Tierra de Oberón. Le concedieron tres hermosas bellotas de árboles que habían conocido la Edad de Oro. Así con las bellotas y el bagaje de conocimientos logrado, Atrix se puso en marcha. Encontró la cueva, la atravesó y salió de nuevo junto a los verdes prados. Caminó un par de días y encontró el manantial del que brotaba el arroyo que más adelante se convertiría en el gran río. Se agachó para beber agua y se sorprendió al verse reflejado en las aguas. Ya no era un muchacho, era un hombre con el pelo cano y la barba blanca; unas arrugas pronunciadas recorrían su frente. El tiempo pasado en las tierras mágicas, se correspondía a muchos años en el tiempo de los hombres. Atrix siguió caminando y tras varios días llegó donde había estado su hogar. Unas pocas gentes habían levantado unas cabañas y malvivían allí. La desolación del bosque que había ardido se mantenía como una negra cicatriz en el paisaje.


    Lo primero que hizo fue llegar hasta donde había estado el bosque. En el centro, plantó las tres bellotas que traía desde la Tierra de Oberón. Después se acercó a sus vecinos y les contó su historia.


    Y aquí sigue la magia, pues aquella noche, las tres bellotas germinaron y a la mañana siguiente tres pequeños robles habían crecido. Cada día que pasaba los árboles crecían más y más. Lo hacían muy deprisa y sin parar. Pronto los propios árboles crearon sus bellotas y el bosque se renovaba y se extendía por todas partes. En muy pocos meses, el robledal estaba tupido, lleno de verdes robles y hermosas encinas, se llenó de animales y la vida palpitaba en su interior. La aldea pudo crecer y sus gentes vivir al amparo del bosque y al cuidado de los druidas. Y así ha seguido hasta hoy”.





    El abuelo Luis miró por la ventana. El bosque estaba allí, ahora lo llamaban Fragas do Eume. Y seguía protegiendo a las gentes de la zona, dándoles recursos para vivir. Las gentes lo cuidaban y sentían amor por aquellos árboles tan especiales.


    - ¿Ya no hay druidas, abuelo? – preguntó Javier.


    - No lo sé, Javier – contestó el abuelo, pero un brillo en la mirada y un gesto de amor especial a todo aquello, surgió en los ojos de Luis.
     
    #1
  2. Cecilya

    Cecilya Cecy

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    Mi hijo tiene sangre gallega por parte de los abuelos de su papá, así que leer de Galicia siempre me conectará con la palabra familia.

    Y es una tierra celta por excelencia y decir celta es hablar de bosques, de magia, y de sabiduría druida.

    Toda esa cultura o lo poco que los romanos en sus registros nos dejaron de ella, es apasionante.

    Es cierto que un corte de luz o una falla de internet hoy son para los niños de estos tiempos unos problemas enormes, pero la figura del abuelo Luis con su cuento que abre las puertas de los seres del bosque, es la mejor alternativa.

    El mundo sería un mejor lugar si pudiéramos conectar más seguido con la palabra audible y con los ojos reales, no solo con los de la virtualidad. Quienes crecimos sin computadoras y teléfonos inteligentes, sabemos que es posible.

    Es un relato bello con un final que no deja dudas, claro que quedan aquellos sabios de los bosques, solo hay que saber reconocerlos.

    Y lo leí antes de irme a dormir pero te dejo el comentario ahora, más descansada y con el cariño y la admiración de siempre, contenta de leerte, porque hacerlo es comprobar que todavía quedan buenos escritores en este espacio y que al igual que los antiguos druidas, hacen magia.

    Un gran abrazo.
     
    #2
  3. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias Cecilia por acercarte hasta estas líneas. La Tierra de Oberón tiene muchas historias y no todas son felices o igual de hermosas. Pero están ahí y nos sirven muchas veces para contar la historia como creemos que debe ser contada. Agradezco mucho tus palabras y la amabilidad de tu comentario. Un gran abrazo con todo cariño.
     
    #3
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  4. lomafresquita

    lomafresquita Poeta que no puede vivir sin el portal

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    Ayyy Luís, mi alma se ha quedado embelesada con la lectura de estas mágicas y brillantes letras, ayy los druidas, en ellos estaba depositado todo el saber, tanto el sagrado como el profano, todos deberíamos aprender de su sabiduría, de su amor por la Naturaleza, por sus grutas, sus ríos y sus bosques, de su árbol sagrado "el roble", de que hay que proteger a cada una de las criaturas que pueblan la Tierra y obtener conocimiento y aprender de ellas... y todas estas maravillas nos las narran tus deliciosas letras.
    Encantada de pasar, entrañable amigo, y de dejarte mi humilde huella, feliz Navidad y venturoso Año Nuevo tengáis tus seres queridos y tú mi querido y admirado amigo....muáááááaaackssssssss
     
    #4
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  5. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muchas gracias por tus palabras, Isabel y también por tu lectura. El mundo de Titania y Oberón, se encuentra en los rincones escondidos y hay que ir a buscarlo co ilusión y con decisión. Veo que tú supiste encontrar el camino. Ojalá lo disfrutes. El mundo de la magia nos devuelve a tiempos de ilusión, envuélvete con ella. Te mando un enorme abrazo, con mucho cariño. Y un montón de besos.
    Te deseo una muy Feliz Navidad para ti y los tuyos.
     
    #5
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  6. Javier Alánzuri

    Javier Alánzuri Poeta que considera el portal su segunda casa

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    La verdad, Luis, es que no sé por qué dejo pasar tanto tiempo sin echar un vistazo a tus escritos cuando siempre me emocionan. Claro, será que también me llamo Javier y me enredo con tonterías que no producen tanto placer como leerte.
    Atrix ha sido una gozada de lectura, (como todos los de la Tierra de Oberón) llena de magia que te impregna y hace que el día resulte más luminoso, a mi por lo menos eso me ocurre, muchas gracias y un admirado abrazo.
    Javier
     
    #6
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  7. MASTER LY 22

    MASTER LY 22 Laly

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    Tus historias siempre emocionan, tocan el alma. Sabes que adoro las historias de Oberon y Titania pero esta es especial para mi, porque me recordó mis tardes favoritas que eran con mis abuelos tan queridos.
    Tu historia siempre trae magia y resalta los valores que hacen grandes a los seres humanos. Nos muestra que lo importante para lograr la felicidad de todos es vivir en armonía y es tan simple siendo generosos, amables y solidarios.
    Muchas gracias por iluminarnos con tus bellas obras querido Luis.
    Un gran abrazo con toda mi admiración.
     
    #7
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  8. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias, Javier. Siempre tus visitas son bienvenidas y más en la Tierra de Oberón. Me alegra saber que te ha gustado la historia, es lo mejor que un autor puede esperar de su obra, que guste a otros.
    Te agradezco tus palabras. Un fuerte abrazo.
     
    #8
  9. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Me alegra saber que mi pequeña historia ha servido para traerte recuerdos amables, la presencia en la memoria de esas personas que tanto nos quisieron, nos arroparon y, muchas veces, trajeron hasta nosotros relatos y cuentos que hoy forman parte de lo que somos.
    Muchas gracias por leerme, Laly y por tan amables palabras para conmigo. Un fuerte abrazo.
     
    #9
    Última modificación: 20 de Mayo de 2024
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  10. José Valverde Yuste

    José Valverde Yuste Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muy buena prosa he leído Luis. Un abrazo con la pluma del alma
     
    #10
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  11. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Amigo José, este es un rincón perdido, en el que puedo dar rienda suelta a la fantasía. Aquí se forja y crece la Tierra de Oberón. Así que, bienvenido. Me alegra tu presencia en estas letras. Un abrazo.
     
    #11
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