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La vieja embajada

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Luis Libra, 18 de Marzo de 2025. Respuestas: 12 | Visitas: 554

  1. Luis Libra

    Luis Libra Atención: poeta en obras

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    Hay historias que solo se pueden -o se deben- contar mucho tiempo después de que hayan ocurrido; en esta que a continuación os voy a contar obviaré los motivos de la tardanza, pero si a alguno o alguna os pica la curiosidad quedaos simplemente con que en aquellos tiempos aún estaba lejos mi afición por escribir nada que no fuera la lista de canciones - que grababa en en las carátulas de las cintas de casete - en cualquier equipo de música de la época, o lo que es lo mismo, con su tocadiscos y sus dos entradas para cintas de casete ... por supuesto nada de cedés, pendrives o cualquier invento moderno. Además, mis estimados lectores, ¿quién coño tiene tiempo y ganas de escribir historias y batallitas cuando su vida en ese momento es una historia de aventuras continua y que se sucede a toda velocidad?

    Y es que sí, mi juventud en líneas generales fue bastante buena y divertida, si lo expusiera en porcentajes, diría que el 85% de ella fue como un crisol o un cóctel de excesos y experiencias emocionantes, divertidas, alocadas (a veces también arriesgadas e irresponsables) e intensas, aunque también hay partes (ese otro 15%) más oscuras, decepcionantes, negativas o con fundados motivos para el eterno arrepentimiento, ... esas partes de algunos momentos y etapas de nuestras vidas que todos guardamos bajo llave, y que solo abrimos cuando consideramos que ya pertenecen a otros yos distintos o muy distintos al que somos después de mucho tiempo, y aún así algunas de ellas, por precaución, sentimiento de culpa o vergüenza, no las abriremos nunca.


    Pues bien, estimados lectores, os pondré en situación:


    acababan de comenzar los años 90, yo había terminado hace poco más de un año el servicio militar, había dejado los estudios antes de marchar a la mili, y básicamente me dedicaba a disfrutar mi juventud a tope, en el buen o mal sentido, (que cada cual juzgue según su criterio), pero claro, como no nací rico, también tuve que trabajar para poder costear mis fiestas y caprichos.

    Antes de los 20 también había sido un buen deportista, incluso había competido con buenos resultados a nivel de selecciones en un arte marcial (taekwondo). Por demás, hijo mayor de padres separados, de infancia difícil, rebelde, sensible e incansable buscador de aventuras, placeres y problemas de todo tipo.

    Al terminar la mili un teniente con el que me llevaba bien y al que impartí varias clases de defensa personal en el cuartel me recomendó una empresa de seguridad de unos amigos suyos. Trabajé en ella de guarda de seguridad únicamente alrededor de un año, pues un día me encontré a un conocido de mis tiempos de competición, que era la mano derecha de un tipo que tenía otra pequeña empresa de seguridad, y me ofreció trabajar con ellos, además de presentarme al examen de vigilante (un escalón profesional por encima del de guarda) con mejor sueldo y armado. Por supuesto no lo dudé y al poco tiempo ya estaba trabajando en su empresa.

    La empresa tenía pocos vigilantes (menos de 20) y daba servicio sobre todo a discotecas, casinos y a un gran equipo de fútbol de la capital (en labores de suplementarias de seguridad en algún que otro partido y vigilancia del estadio cuando no había partido).
    Podría contar muchas historias bastante "movidillas" de mi corta estancia en aquella empresa - un par de años a lo sumo - pero lo dejaré mejor para otra ocasión ... o quizás no. Lo que sí os puedo asegurar es que si volviera a esos tiempos y a esa edad sabiendo lo que sé hoy, jamás se me ocurriría volver a trabajar en una empresa como esa, y a hacer lo que se suponía que debía hacer en ese trabajo, y disculpadme, amigos lectores, pero mejor obviaré más comentario sobre la cuestión.


    Pero hay una historia especialmente interesante de mis tiempos en aquella empresa y que ya hace mucho había pensado en escribirla.

    Resulta que la empresa tenía un servicio que consistía en vigilar de noche una antigua embajada de un país asiático situada en un barrio rico de la capital, y que había comprado una conocida cadena de hoteles, la cual había empezado a reformar el inmueble de manera integral.
    Ese servicio era famoso y su historia servía de comidilla y "leyenda urbana" de los vigilantes más antiguos de la empresa.

    Se contaba lo que le sucedió a un vigilante (no recuerdo su nombre) que había estado trabajado exclusivamente y durante más de dos años en ese lugar. Hasta dichos sucesos todo iba bien, sin nada demasiado especial que contar, salvo un accidente mortal que según me dijeron había sufrido un arquitecto en la obra, y que había fallecido al caer por un hueco de ascensor en desuso.

    Para que os hagáis una idea la vieja embajada consistía en una enorme construcción a modo de palacete típico del centro de Madrid. Debía tener más 1500 m2 construidos, largos pasillos y más de 40 instancias entre habitaciones, despachos, salones, etc. en cuatro plantas incluidos los sótanos, donde algunos vigilantes de la empresa que pasaran de visita por el lugar, alguna que otra vez practicaban el tiro a la lata de cerveza o de coca cola (yo mismo lo practiqué alguna vez).
    La construcción en L, que abrazaba a un gran patio central (posiblemente antiguo jardín) debía tener más de cien años; señorial, de estilo clásico y con buenos materiales, aunque su estado general no era muy bueno, y la madera que servía de esqueleto y sujetaba la casa y los tejados estaba ya en las últimas, seguramente víctima de la carcoma, la humedad y el paso de las décadas, en definitiva.


    Una mañana el vigilante se encontraba en el patio. Estaba agachado limpiándose las botas del uniforme mientras daba la espalda y conversaba con un hombre filipino recién entrado en la tercera edad que vivía en la embajada junto a su esposa - una mujer de unos 60 años, también filipina - y que se ocupaban de cuidar un poco y limpiar por encima el mobiliario y las numerosas librerías repletas de viejos libros que aún resistían a la humedad, al polvo y a los ratones, además de atender y hacer algún recado a los obreros que llevaban ya un año trabajando en el antiguo palacete.

    La intrascendente conversación entre los dos hombres - por lo que el mismo compañero vigilante contaría y juraría después a todos - de repente se vio interrumpida por parte del hombre asiático, y es que cuando nuestro colega se dio la vuelta ante el inesperado silencio el viejo filipino ya no estaba.
    En principio no le dio mucha importancia, supuso que se habría ido, aunque de manera ciertamente poco educada, a cualquier urgencia que de pronto hubiera caído en ella o recordado.

    Lo que a este vigilante sí le sorprendió, le alucinó, le acojonó, y le hizo decir a los jefes que jamás volvería a pisar esa embajada, fue que tanto el viejo filipino como su esposa - con los que hablaba casi a diario durante más de dos años - nunca más volvieron a ser vistos por él ni por nadie.

    Seguramente el haber escuchado a los nuevos dueños que muy probablemente en la vieja embajada estaban enterrados antiguos residentes y ciudadanos filipinos fallecidos en desconocidas circunstancias tampoco ayudó a tranquilizar un ápice a mi compañero.

    El caso es que al quedar vacante el puesto de vigilante de la embajada, y que a los otros compañeros de la empresa tampoco les apetecía pasar las noches en tan ahora famoso sitio, pues ya os podéis imaginar, amigos, qué joven vigilante loco e inconsciente iba a ser el nuevo vigilante de la antigua embajada.

    A todo esto la empresa atravesaba bastantes problemas económicos y de personal en aquellos momentos.
    Se habían despedido casi la mitad de la plantilla, y era normal, pagaban poco y además la seguridad de discotecas no es para todo el mundo, ni mucho menos. Y el resultado de ello era que había días que tenía que trabajar en una discoteca de 8 de la tarde a 1 de la noche y después de seguido irme a la embajada a pasar toda la noche hasta las 9 de la mañana.

    La verdad es que unos días llegaba demasiado cansado para preocuparme de supuestos fantasmas filipinos, y otros, de un contento subido gracias a las copas que me invitaban en la disco, y para ser sincero a alguna pequeña bolsita, regalo de algún compañero vigilante o de alguna amiga relaciones públicas (y menos públicas) que trabajaban en las discotecas, sin contar con alguna jornada que la pasaba bien acompañado; y es que mi amigo inspector me concedía bastante libertad en mi cometido laboral -, en realidad no podían permitirse más bajas en la empresa - y el favor realmente se lo hacía yo a la empresa al hacer dobles turnos durante toda la semana.

    No, no tenía ningún miedo a fantasmas, no sé si debido a mi superlativa inconsciencia juvenil o a que realmente nunca me han asustado demasiado las cosas del más allá, y no es porque crea o no crea en ellas, la verdad nunca me lo había planteado demasiado, al menos hasta aquel año.

    Sí me mosqueó un poco la noche que me llevé a Keko, el joven y alocado pastor alemán de 4 primaveras de Alfredo, la pareja en aquellos años de mi madre. Resulta que el animal era uno de esos perros que por su raza y por su educación - para ser exactos por la ausencia de ella - no paraba quieto y era nervioso y juguetón en exceso. Eso sí, la noche que le llevé conmigo a la embajada se metió en un rincón, y por más que le animé a pasear y jugar el pobre ni se movió en toda la noche. Juraría que estaba acojonado.

    Una noche de endiablado viento escuché unos ruidos muy fuertes y extraños en la planta superior a la que me encontraba; en realidad durante las noches allí yo solía echarme a dormir algún rato en mi coche, aparcado en el patio de la embajada, pero justo esa noche el cabrón de mi inspector me había pedido el coche, por lo que estaba en una sala amplia en la planta baja oyendo el último LP de los británicos The Alarm que había grabado en un pequeño radiocasete a pilas (en la mayoría del edificio no había luz, solo de obra y en muy pocos sitios)

    Mi inspector me había dicho que nunca subiera a las plantas de arriba, pasase lo que pasase, que ante cualquier incidencia o sospecha importante saliera de allí y avisase a la policía.
    Pero yo, haciendo honor a mi inconsciencia habitual de aquellos tiempos, subí a investigar los extraños sonidos.

    La planta segunda estaba más oscura de lo que había imaginado, y yo iba andando por un largo pasillo, despacio, con la linterna en la mano izquierda y el revolver - un Astra 680 del calibre 38 - en la derecha.

    Oí golpes cada vez más cercanos que se mezclaban con crujidos (seguramente producidos por el fuerte viento contra la madera vieja) y confieso que fue la primera vez que sentí miedo, y me pregunté que qué coño estaba haciendo ahí arriba.

    De repente, al llevar el haz de luz circular de la linterna hacia el hueco de lo que parecía un gran armario empotrado en la pared, ¡vi a una persona frente a mí!,

    a menos de dos metros, casi a oscuras, no le distinguía la cara, pero era de mi misma altura.
    Una potente fuente de luz que provenía de su silueta me deslumbró por un momento...

    Fue durante un escaso par de segundos en el que, al mismo tiempo, se me contrajo de golpe algo a la altura de los testículos, se me puso la carne de gallina, y estuve a punto de apretar el gatillo,

    hasta que me di cuenta que esa persona era yo mismo... que era mi propio reflejo en un puto espejo en medio de la oscuridad.

    Con el corazón a mil volví a bajar a la planta baja, tardé al menos diez minutos hasta que los latidos de mi pecho volvieron a la normalidad.


    Unos meses después el jefe nos dijo que la empresa iba a cerrar; yo en el fondo me sentí feliz ante la expectativa de dejar de trabajar en ella. Esa vida no era para mí, sobre todo por los problemas - a veces bastante serios - que traía trabajar en el mundillo del ocio nocturno.

    El último día que fui a trabajar a la embajada no se me olvidará jamás, y aún hoy me avergüenza, y sobre todo se me sigue poniendo la carne de gallina al recordarlo.


    Era de día, me quedaba menos de una hora para terminar mi jornada - y definitivamente mi trabajo allí - . Estábamos sentados alrededor de una mesa rectangular de unos 2 metros de largo el jefe de obra - un tipo joven de unos 30 años- tres albañiles más y yo.

    No recuerdo cómo salió el tema, pero estábamos hablando sobre armas de fuego, y alguien preguntó algo sobre mi revolver.

    Y en ese momento hice varias cosas que jamás se deben hacer: la primera es sacar el arma de la funda delante de personas ajenas a la profesión y sin un motivo de necesidad, la segunda -aún peor- manejarla delante de nadie, y la tercera, hacer retroceder el percutor (o martillo) sin asegurarme fehacientemente que no quedaba ninguna bala en el tambor (o cilindro), y aunque lo había hecho muchas veces a solas sin ningún problema nunca , al hacer girar el tambor (sujetando y bajando con el pulgar el percutor al mismo tiempo que muy suavemente con el dedo índice movía el gatillo), sorprendentemente se me escapó el percutor del dedo y el arma se disparó.

    Recuerdo que los cinco no quedamos mudos. En un instante hice un rápido barrido con la mirada y vi que todos estaban bien, ciertamente pálidos pero bien.

    Momentos después descubrí el agujero que había producido el proyectil, en la pared, a unos doce centímetros a la izquierda del jefe de obra.


    Ese día salí por última vez de aquella antigua embajada; ya en el gran portón a la calle me giré hacia atrás y contemplé el edificio y el gran patio central por última vez, aún asustado y agradeciendo a los espíritus del lugar o a quien fuera que la bala solo hubiera agujereado la pared.


    Supongo que el joven jefe de obra, él con más miedo aún y sin ninguna culpa, pensaría algo parecido.


    Hoy en día sé que difícilmente hubiera superado un desenlace dramático de aquel hecho y de aquel día (y no me refiero a los aspectos jurídicos y penales).
    Y bueno, amigos, a partir de entonces, creo que sobra decirlo, aprendí a no hacer nunca más el gilipollas con las armas de fuego, y cuando me preguntan si creo en fantasmas o espíritus suspiro ... y callo.




    **********************​
     
    #1
    Última modificación: 21 de Marzo de 2025
  2. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Si es el primer relato que escribe, enhorabuena, señor Libra Luis.

    Y ahora, con su permiso, y para futuros relatos, quisiera darle algunos consejos, según mis gustos, claro, que usted puede seguir o no, por supuesto; pues cada escritor debe encontrar su forma. Encontrarse.

    No soy partidario de usar puntos suspensivos. Ni de etcétera.

    Casi en ningún relato debe dirigirse al lector. Casi.

    En cuentos y relatos cortos todo lo escrito debe ser necesario para el texto, con el fin de concentrar al lector en la historia. No desviar con historias ajenas la historia principal.

    Mostrar, no relatar. Acción y movimiento (esto lo ha hecho muy bien).

    No usar palabras comunes como puede, haber, etcétera (esto también lo ha hecho muy bien).

    Ya no me acuerdo de mucho más, hace años que no escribo. Lo haré cuando me acuerde. Parece que mi memoria está cabreada ja, ja, ja...

    Buena juventud. Ser vigilante de discos en los años 90 debió ser enriquecedor y un saco de historias.

    Le reitero mi enhorabuena. Muy buena prosa.

    Un abrazo. Señor Libre Luis. Y no cese en la prosa pues es el camino que sigue a la poesía. Y hay prosas poéticas maravillosas: Platero y yo, El principito... Son un buen ejemplo.
     
    #2
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  3. Luis Libra

    Luis Libra Atención: poeta en obras

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    Muchas gracias, señor Vicente, y también por los consejos.

    Y sí, aunque he escrito un par de prosas sociopolíticas y alguna poética (creo que solo una), este es mi primer relato.

    Y bueno, como usted me dijo que escribiera y disfrutara, yo me he enrollado a base de bien, jeje.

    Sí, la verdad es que ser vigilante de discos en los 90, con 22 años y encima no ser un armario de tío (que al menos asustan;)) más que enriquecedor era jodido, en realidad una puta locura :eek:

    No me gustan las prosas poéticas, prefiero con mucha diferencia los relatos, para poesía me quedo con los poemas, aunque reconozco que obras como El Principito o Platero y yo son muy buenas, pero para lecturas algo extensas o largas prefiero el relato narrativo o la novela de toda la vida.
     
    #3
    Última modificación: 18 de Marzo de 2025
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  4. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Cierto, hay que disfrutar escribiendo.

    A partir de este relato, puede escribir otro ficticio, donde matara al jefe de obra cuando se le disparó la pistola y fuera el del espejo que le había poseído, por ejemplo.

    La cuestión es escribir y disfrutar haciéndolo.

    Sinceramente, creo que es capaz de escribir grandes relatos, entretenidos, de los cuales estará orgulloso. Soltarse con la ficción, o la realidad de uno, que a veces es mejor que la ficción. Y, sobre todo, como usted dice, lo que a uno le guste. Terror, Amor (este no creo que le guste ja, ja, ja...), espías, cómico, histórica...

    Bona nit.
     
    #4
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  5. Luis Libra

    Luis Libra Atención: poeta en obras

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    ¡Ni de coña!, odio la literatura romántica y erótica, jajaja, de hecho me jode cuando en una buena novela tiene que salir siempre el enamoramiento de los protagonistas ...ya sé que vende, pero casi siempre se nota que es impostado y muchas veces metido con calzador :D
    Me encanta la ciencia ficción, pero es un género muy difícil (si se pretende hacerlo bien, claro)
     
    #5
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  6. Luis Libra

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    Muchas gracias por tu lectura, Rominilla :). Abrazazo grande.
     
    #6
  7. Luciana Rubio

    Luciana Rubio Poeta veterano en el portal

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    Vaya, pues te diré que tu relato está, como decimos en México, ¡de película!. Si me atrapó, más que nada por el morbo de saber un poco de tu historia, saber quien fuiste y que hacías de chavo. Realmente el suspense lo sentí un poco flojo, pero describes muy bien tus emociones y eso lo hace ameno. Yo, en realidad nunca he escrito un relato así no me lo tomes en cuenta. Un gusto leerte.
     
    #7
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  8. Luis Libra

    Luis Libra Atención: poeta en obras

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    Sí, la verdad es que era todo un caso, jeje. Me alegra que te atrapara y te resultara ameno.
    También agradezco tus impresiones sinceras y tu crítica constructiva, espero que me ayuden a mejorar mis futuros relatos. Y bueno, en realidad no es un relato de suspense, salvo quizás la parte en que subo a investigar los ruidos en la primera planta. He reescrito un poco esa parte y espero que haya quedado un poco mejor. Muchas gracias, Luciana, por tu lectura, no es habitual que la gente lea textos largos en los foros. Un abrazo, compañera.
     
    #8
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  9. Cecilya

    Cecilya Cecy

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    Me alegra mucho, Luis, poder leerte en líneas largas.
    Yo escribo cuentos desde que tenía siete años y hasta hoy lo sigo haciendo.
    Confieso que en prosa me agrada más la ficción que la vivencia. Esa la dejo para la poesía que en mí básicamente surgió cuando me enamoré. El amor a mi esposo por así decirlo fue el que me vinculó con las líneas cortas. Más que poetisa siempre fui contadora de historias.
    No sé si Mundopoesía es el mejor lugar para publicarlas ya que los usuarios no se vuelcan tanto a ellas, pero qué lindo es hacer lo que nos gusta y atrevernos a cosas diferentes.
    Nunca critico las temáticas ya que son el libre albedrío de los autores y nos toca elegir a la hora de leer. Mientras el relato sea ordenado y comprensible, es más que suficiente.
    Me gustan las historias en las que se mezclan con el entorno misterioso los sentimientos humanos como el temor a lo desconocido, como en tu cuento.
    Me gusta leer a los compañeros que aprecio y por eso vengo a dejarte mi huella.
    Ya quisiera tener los ánimos que tenía antes de que tuviera malas experiencias con respecto a mis prosas.
    Hay lectores que no saben diferenciar lo que es real y lo que es pura creación ficticia.
    Pero la buena noticia es que nunca me quitaron la capacidad de hacer lo que me agrada porque hasta el día de hoy sigo aprendiendo y colgué mis cuentos hasta que "sho" quise ;)
    Creo que cuando leemos en voz alta un relato y nos resulta fluido y se oye bien, le damos para adelante como decimos en Argentina.
    Que sigan tus prosas, amigo.
    Un abrazo con la admiración de siempre.
     
    #9
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  10. Luis Libra

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    Hola, Cecy, muchas gracias por venir a leerme en este primer intento de relato. La verdad me he divertido bastante escribiéndolo. Me gustan mucho los relatos, siempre me han gustado, desde que leía a Assimov, a
    Stephen King, etc. ... pero hasta que no te pones a escribir uno no te das cuenta de que no es tan sencillo como aparentemente pueda parecerlo.
    Diría que escribir poesía requiere de un momento de inspiración, y la narrativa también, pero ésta última sobre todo de trabajo y paciencia (escribir, leer, reescribir, volver a leer... y así durante horas o días). Este relato lo he escrito en muy pocas horas, y luego me he ido dando cuenta de aspectos a mejorar, palabras que cambiar, cosas que añadir o borrar, etc. ... como en un poema, sí, pero a lo bestia :). Pienso que lo más importante es meterte de lleno en la historia y disfrutar escribiendo, como si fueras escritor y lector al mismo tiempo...
    También es cierto que debe cambiar sustancialmente cuando se escribe un relato real o uno de ficción, supongo que cada uno tiene sus propias dificultades y "facilidades". Y bueno, creo que un buen poeta por lo general y sin demasiadas dificultades puede llegar a ser un buen narrador (a la inversa tengo más dudas)
    A mí me gustan mucho tus prosas, he leído unas cuentas (y microprosas), y se nota que te gusta escribirlas.
    A ver si me animo a escribir más relatos, sí, en especial de ficción, es algo que llevo tiempo pensando, solo tengo que empezar a escribir, y vencer a la vaguería que me da empezar ;)
    Un abrazo grande, amiga, y gracias de nuevo por tu visita.
     
    #10
    Última modificación: 20 de Marzo de 2025
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  11. Lisandro Sánchez

    Lisandro Sánchez En la provincia de Neuquén, Patagonia Andina

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    Mucho gusto, Luis. Lo felicito. Su relato tiene la apariencia de ser un texto escrito en forma espontánea, como quien escribe una carta, digamos (puede que no haya sido escrito así realmente, pero tiene esa apariencia) y al mismo tiempo es atrapante. Es como estar sentado una noche frente al fogón escuchando un cuento de miedo en la voz de un abuelo. En el pasaje en que casi se escapa un disparo de revolver contra el espejo; casi me meo en los pantalones.

    Aquí en Argentina, hace algunos años, Juan Carlos Dávalos escribía algunos textos así, como a mitad de camino entre un cuento formalmente considerado, y un relato autobiográfico. Y también escribía algunos cuentos más formales. Generalmente bajo el rótulo de "cuentos y relatos", incluía de los unos y de los otros. Tal vez usted haya sentido nombrar a Jaime Dávalos, autor de canciones folklóricas. Pues Juan Carlos era su padre.

    Siempre me han gustado mucho esos relatos así, en buena medida autobiográficos, con cierto estilo digamos "natural", a la manera de una "contada". Particularmente los de Juan Carlos Dávalos me gustan mucho. Y el suyo me ha gustado también. No soy nadie para opinar, pero diría que tiene usted una natural condición de contador de historias.

    Le mando un cordial saludo.

    Lisandro
     
    #11
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  12. Luis Libra

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    Tú lo has dicho, Lisandro, es un relato autobiográfico escrito un poco a modo de cuento.
    Y sí, creo que serviría perfectamente para contarlo una noche alrededor de un fuego. En realidad eso es lo que pretendía, que su lectura causase las mismas sensaciones que si lo estuviese contando en vivo, aunque me temo que para que eso suceda me falta práctica en esto de escribir cuentos o relatos (este es el primero que escribo).
    Agradezco mucho tu lectura y observaciones. En cualquier caso me doy por más que satisfecho sabiendo que a algunos de vosotros os ha resultado interesante y ameno, ... lo suficiente para leerlo hasta el final.
    No conocía a Juan Carlos Dávalos, a ver si un día lo leo. De vez en cuando, además de novelas, compro libros de relatos, y hay grandísimos autores y relatos, es un género bastante atractivo, a mí personalmente me encanta desde que empecé a leer las historias de Sherlock Holmes, de Doyle, y los cientos de relatos de ciencia ficción de Assimov.

    Un cordial saludo.
     
    #12
    Última modificación: 24 de Marzo de 2025
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  13. Lisandro Sánchez

    Lisandro Sánchez En la provincia de Neuquén, Patagonia Andina

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    Ahora que sé que es tu primer relato, con mucha más razón vuelvo a afirmar lo dicho: tenés instinto de contador de historias.

    Un abrazo.

    PD: Si no leíste las "Novelas Ejemplares" de Cervantes, te las recomiendo.
     
    #13
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