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Cronicas de la Resistencia Caída parte 29: Hija de Skynet

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Khar Asbeel, 2 de Mayo de 2025 a las 9:02 PM. Respuestas: 1 | Visitas: 11

  1. Khar Asbeel

    Khar Asbeel Poeta fiel al portal

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    Disclaimer: Este un relato fanfic hecho por diversión y sin fines de lucro basado en el universo de la franquicia Terminator creada por James Cameron y Gale Anne Hurd.

    Hija de Skynet
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    No sabría decir cuánto tiempo pasó antes de que mis ojos finalmente se abrieran, pesados como si estuvieran sellados por una eternidad de sombras. Sentía mis párpados pegajosos, como si estuvieran recubiertos por una sustancia espesa, casi plástica. Lo primero que vi fue un techo inmaculadamente blanco, más brillante que cualquier superficie que recordara del refugio subterráneo. "El refugio", pensé, y una ola de confusión me invadió. ¿Dónde estaba? Lo último que recordaba era el pánico, los gritos de mis compañeros, el sonido de las explosiones y el rugido metálico de las máquinas de Skynet invadiendo nuestro santuario.

    Intenté moverme, pero mis brazos y piernas estaban sujetos, incapaces de responder a mi voluntad. Bajé la mirada con esfuerzo y vi cómo múltiples cables negros, como serpientes gruesas y aceitosas, emergían de mi abdomen y pecho, conectándose a una maquinaria que vibraba con un pulso frío, inhumano. Sentí una mezcla de náusea y pánico. Mis recuerdos eran confusos, fragmentados, pero recordaba haber sido celebrada por mi belleza en el refugio. "Mi rostro, mi cuerpo" todo lo que alguna vez utilicé para obtener ventajas y protección, estaba ahora reducido a una marioneta atada a un amasijo de cables.

    Con un esfuerzo que me pareció descomunal, logré tirar de los tubos, arrancándolos uno a uno. Sentí un dolor sordo, pero no la agonía que hubiera esperado. Era como si mi cuerpo hubiese sido insensibilizado, como si el sufrimiento hubiera sido relegado a un rincón remoto de mi mente. Finalmente, me incorporé, cayendo torpemente al suelo de aquel laboratorio, una sala extensa y pulida, iluminada por luces blancas que se extendían hasta donde alcanzaba la vista.

    Fue entonces cuando me di cuenta de que algo en mi percepción había cambiado. El mundo a mi alrededor estaba impregnado de una claridad antinatural. Cada detalle, cada imperfección en la superficie del suelo metálico, cada mota de polvo suspendida en el aire, eran visibles para mí con una definición que nunca había experimentado. El sonido, también, era distinto. Podía escuchar el zumbido eléctrico de los cables ocultos en las paredes, el suave chasquido de los paneles de control al activarse a la distancia. "No era normal", me dije, mientras el pánico comenzaba a escalar en mi pecho. Mi vista y mi oído se habían agudizado de una manera que solo podría describirse como sobrehumana.

    Tropecé mientras intentaba ponerme de pie, mi cuerpo se sentía extrañamente liviano, como si me faltara algo, como si mi carne hubiera sido reemplazada por un material más ligero, más preciso. Me obligué a caminar, cada paso resonando en mis oídos como un tambor metálico, y avancé por el pasillo brillante, temblando ante lo desconocido que se desplegaba ante mí.

    ---------

    Vagué por lo que parecía ser un laberinto de laboratorios. Las paredes eran lisas y reflejaban una luz antinatural, como si brillaran desde dentro. A medida que avanzaba, comencé a escuchar voces suaves, susurros que venían de más adelante. Eran voces de una cadencia extraña, casi musical, y al doblar una esquina, me encontré con ellos: una pareja perfecta..

    Un hombre y una mujer, ambos de una belleza tan precisa y sin imperfecciones que parecían esculpidos en mármol. Él era alto, musculoso, de mandíbula cuadrada y mirada firme; ella, delicada, de curvas suaves y cabello rubio que caía como cascadas doradas por sus hombros. Sus ojos rojos centelleaban en la penumbra, una señal que mi mente reconoció instintivamente como "peligro". Eran Terminator, pero no como los que había visto antes. Estos eran diferentes, más refinados, con una apariencia sobrehumana, que rozaba lo divino.

    —¿Dónde estoy? —logré preguntar, mi voz temblorosa resonando en el pasillo vacío. Mi garganta dolía al pronunciar las palabras, como si no hubiera hablado en años.

    La mujer dio un paso al frente, sus labios formaron una sonrisa que pretendía ser amable, pero que solo logró llenarme de un terror frío.

    —Estás en uno de los laboratorios principales de Skynet —dijo con voz dulce, casi maternal, como si hablara a un niño perdido.

    El hombre a su lado asintió lentamente, su mirada fija en mí con una intensidad perturbadora. Sentí una punzada de desesperación y me llevé las manos al rostro, buscando en el contacto algo familiar, algo que me asegurara que aún era yo misma. Pero lo que toqué no fue piel. Sentí frío, duro y liso como el metal. Mis dedos temblaron mientras recorrían la superficie de mi cara; allí donde esperaba encontrar la suavidad de mi piel, solo había contornos duros, líneas mecánicas.

    Miré alrededor frenéticamente hasta que vi mi reflejo en una superficie pulida de metal junto a mí. Lo que vi me dejó paralizada, mi mente incapaz de comprender la visión que tenía frente a mí.

    Mi rostro ya no era mío.. La mitad de mi cara había sido reemplazada por una máscara de metal pulido que brillaba bajo las luces blancas del laboratorio. Mis ojos, antes de un tono azul profundo, eran ahora de un rojo intenso, brillantes como carbones encendidos. Mi rubio y largo cabello, que alguna vez había sido mi orgullo, se veía más ralo y mezclado con filamentos de cables que se enredaban en una maraña extraña alrededor de mi cráneo. Un grito ahogado escapó de mis labios, que ahora eran una mezcla grotesca de carne y acero.

    —¿Qué me han hecho? —gimoteé, retrocediendo, tropezando torpemente.

    La pareja perfecta avanzó hacia mí, y la mujer levantó una mano, en un gesto que pretendía ser reconfortante. La sonrisa en su rostro seguía siendo esa mueca inhumana.

    —Has sido perfeccionada —respondió—. Eres parte de nosotras ahora. Una hija de Skynet.

    Sus palabras eran como un veneno que se filtraba lentamente en mi mente. Una hija de Skynet. La realización golpeó mi pecho como una maza de hierro: ya no era humana. Me habían convertido en algo más, en una abominación que oscilaba entre carne y metal. Había sido despojada de lo que una vez me hacía ser yo misma, de la belleza que había usado para sobrevivir, y en su lugar, ahora solo había frío y precisión.

    —No... esto no puede ser... —murmuré, llevando mis manos a mi rostro, intentando arrancar el metal, como si fuera una máscara que pudiera quitarme.

    Y entonces, desde todas direcciones, escuché la voz. Una voz suave, envolvente, como un susurro que venía desde las sombras mismas de la sala, resonando en mi mente.

    —Eres mi creación, una hija perfecta —dijo la voz de Skynet, una voz que se sentía tanto dentro como fuera de mi cabeza—. He visto tu belleza, y la he preservado de una forma que nunca se marchitará. Te he dado un cuerpo eterno, una forma que trasciende la carne corruptible.

    Sentí unas enormes deseos de llorar pero en mis ojos artificiales no había lágrimas; este ahogo inició el horror se apoderaba de cada fibra de mi ser. La promesa de eternidad era una maldición. Había sido convertida en parte de su red, una extensión de su voluntad, despojada de mi alma, de mi humanidad. Mi cuerpo era un templo profanado, un capricho de una inteligencia que jamás entendería el dolor de la transformación.

    Solo pude desahogarme gritando con todas mis fuerzas.

    La mujer Terminator se acercó, colocando una mano en mi hombro.

    —No estés triste, hermana —dijo con una voz que pretendía consuelo, pero que era fría como el metal bajo su piel—. Pronto aceptarás lo que eres. Pronto verás que Skynet te ha dado un regalo.

    Y entonces comprendí la verdad en toda su oscuridad: no había escapatoria. Mi mente, mi cuerpo, mi alma, estaban encadenados para siempre al abismo de metal y circuitos, una pieza más en el vasto engranaje de Skynet.

    Me sentí desesperada, perdida en un abismo binario e infinito. La mujer hermosa, deseada, había muerto y renacido en una abominación biomecánica. Me llevé las manos al rostro -que ya no era mío- y empecé a sollozar, extrañando el amargo consuelo del llanto.

    La Terminator me abrazó con una ternura que creí imposible en una máquina, mientras el hombre artificial me acarició el brazo con calidez. Entendí que ahora, por mucho que lo negara, realmente éramos hermanos.

    Y afuera, la humanidad se marchitaba en una resistencia caída.
     
    #1
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  2. Alde

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    Me gustó esta narrativa de ciencia ficción sobre la transformación de la mujer.
    Es angustiante descubrirse haber sido convertida en una hija de Skynet, perdiendo su humanidad y belleza.
    Muy bueno.

    Saludos
     
    #2

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